Ilegalismo anarquista: ¡Valga la redundancia!

El título de nuestra charla podría parecer, ante la lectura neófita, un pleonasmo. Curiosamente, muchos de los que nos asumimos partidarios de la Anarquía, también consideramos que es una reiteración hablar de “ilegalismo anarquista”; sin embargo, esta particular etiqueta toma sentido si, y sólo sí, se registra la existencia de dos posicionamientos antagónicos en torno a la concreción de la acción directa –es decir, al momento en que llevamos a la práctica toda nuestra teoría–. Este antagonismo, tan lamentable como innegable al interior de nuestras tiendas, será la causa de tan peculiares “distinciones”. Por eso, para adentrarnos en el tema que deseamos emprender, tendremos que abordar la falsa dicotomía: “anarquismo legalista” vs. “anarquismo ilegalista”. Y, lo planteamos como “falsa dicotomía”, precisamente, porque el denominado “legalismo anarquista” es una contradicción insólita. Desde el momento en que apelamos a la legalidad estamos negando el anarquismo. El anarquismo es ilegal o no es anarquismo. Esa es su esencia y su sentido. Su naturaleza. Por lo mismo, a veces nos parece algo tan obvio que olvidamos insistir puntillosamente en el carácter antiautoritario del anarquismo y, por lo tanto, consecuentemente antisistémico ¡Rabiosamente antisistémico! Estamos contra toda Autoridad. Esa es nuestra máxima. Por esa misma razón, los anarquistas, en el instante en que nos asumimos como tal, ahí mismo, estamos ubicándonos fuera de la ley. Cuando afirmamos –como anarquistas consecuentes– que estamos contra el sistema de dominación, que luchamos contra el ordenamiento social en su conjunto, estamos objetando su orden y las leyes que le socorren. Todas las leyes se han hecho y se harán para darle soporte jurídico a la opresión y a la dominación. Si estamos contra el Estado tenemos que estar forzosamente contra las leyes que lo amparan y justifican su existencia. Entonces, los anarquistas, somos ilegales porque somos anarquistas, es decir, por naturaleza. Eso, por mucha confusión que exista –producto de la intoxicación liberal que asecha nuevamente en estos tiempos–, debemos tenerlo muy claro. Y de ahí, debe quedarnos también muy en claro que, cada vez que utilizan ese eufemismo, siempre que recurren a ese terminajo de “anarquismo ilegalista”, están haciendo alusión al anarquismo insurreccional, a sus tácticas y a sus métodos y lógicamente, lo hacen de manera despectiva –con toda la mala leche–, señalándolo con el índice, desde el púlpito, desde el pretendido “anarquismo legalista”. O lo que es lo mismo, desde la negación del anarquismo. Aquí es muy oportuna esa máxima que se le atribuye a Camilo Berneri y que Bob Black popularizó en los ochenta del siglo pasado con otras palabras pero que, sin duda, evocaba la esencia de la frase original: “son esos anarquistas enemigos de la Anarquía”

Antes de profundizar en la historia del denominado “anarquismo ilegalista”, habría que comenzar por hacer algo de recuento sobre esa postura incongruente –conceptual y prácticamente hablando– que aboga por un “anarquismo legalista” y, paralelamente, menosprecia, proscribe y excluye, el accionar consecuente de los partidarios y las partidaria de la Anarquía. Para poder entender el por qué y el cómo cobró vida en nuestras filas un término tan ambiguo y explicarnos el peculiar interés que existe y persiste en la utilización de semejante rótulo, tenemos que recurrir –una vez más– a la pregunta ineludible: ¿qué es el anarquismo? Como bien señala Bonanno: siempre es necesario retomar el discurso con esta interrogante, aunque estemos entre anarquistas. –muchas veces, justamente por estar entre anarquistas es que resulta inevitable este cuestionamiento– . Alfredo (Bonanno), nos expone que el empleo reiterado de esta interrogante se debe a que el anarquismo no es una definición que, una vez alcanzada, pueda guardarse celosamente en una caja fuerte y conservarse como un patrimonio del cual tomamos argumentos a manera de insumos cada vez que los necesitamos. Y tiene razón. Paradójicamente, hay quienes se reivindican “anarquistas” y sostienen lo contrario; es decir, conciben al anarquismo como una ideología y lo guardan a buen recaudo –en esa caja de caudales que nos mencionaba Bonanno– para “protegerlo”, como si se tratara de un credo. Esos dogmáticos del anarquismo entienden el ideal como una Biblia inamovible que les otorga un abundante arsenal de argumentos a los que pueden apelar en cada circunstancia que se les presente y así, eluden la realidad repitiendo sus sagradas oraciones hasta el infinito. Lo inaudito, es que esta visión distorsionada del anarquismo –ideologizada, para ser exactos– es compartida por ambos bandos de las denominadas corrientes primigenias pese a sus divergencias irreconciliables. Es decir, tanto para la corriente “esencialista”, emparentada con el liberalismo, como para la “historicista”, descendiente directa del marxismo, el anarquismo va asimilarse como una ideología. Esto, de cierta forma, nos explica porque cada vez que el anarquismo se aleja de la realidad de las luchas concretas –ya sea a consecuencia de los períodos de repliegue o por los momentos de reflujo del movimiento real de los oprimidos– reaparecen estos viejos fantasmas y se degenera en ideología. En otras ocasiones, hemos insistido en esto y no nos cansaremos de repetirlo: el anarquismo obtiene su propia especificidad teórico-práctica en el momento en que rompe drásticamente con sus raíces; ahí es que se gesta como tal, revelando su carácter parricida.

Lamentablemente, salvo escasas y honrosas excepciones, la inmensa mayoría de la historiografía libertaria ha sido escrita por personas ajenas al anarquismo y en su defecto, se ha elaborado un producto edulcorado y atinadamente “acomodado” por connotados personajes académicos, por lo general, adscritos a esas corrientes primigenias que, lógicamente, han continuado su marcha de manera paralela. Así, encontraremos un amplio y voluminoso listado de historiografía libertaria, oportunamente confeccionada desde las buenas conciencias del humanismo liberal o desde la perspectiva historicista y pretendidamente científica de claro sello marxiano. En el caso particular de la historiografía libertaria disponible en lengua castellana, nos toparemos con un repertorio de historietas “libertarias” realmente nauseabundo, fabricado a la medida de las concepciones moralinas de personajes de la calaña de Carlos Díaz –conocido cagatintas al servicio del Vaticano–, Víctor García y, hasta de Fidel Miró; quienes manosearon y acondicionaron a su antojo, otras historietas previas, inventadas por los Abad de Santillán y compañía. No menos “acomodados” están los textos de Buenacasa y Gómez Casa, empeñados en mostrar las cosas según su conveniencia. Ya ni hablar de la historiografía “oficial” donde abundan ratas de la catadura de Ángel Herrerín López –escribano a sueldo del gobierno que esté de turno en el Estado español– o Juan Avilés. Desde luego, de este lado del charco, también se cuecen habas, aquí mismo tenemos joyitas del tamaño de Roger Bartra y Arnaldo Córdova, sólo por mencionar algunos y bueno, me viene a la mente otro personaje vomitivo, a quien el Estado cubano encomendó la “noble” tarea de borrar al anarquismo de la historia insular, Abraham Grobart (Fabio Grobart). Por eso hoy, tenemos que dedicarnos a hurgar. Hay que escarbar… Hay que nadar y zambullirse en medio de toda esa historiografía libertaria y tomar con pinzas la información y confrontarla con otras fuentes, aunque lo que encontremos provenga del enemigo, de la prensa burguesa de la época. Increíblemente, la mayoría de las veces, encontramos mucho más información en esas fuentes antagonistas –en la prensa, particularmente–, sobre todo, nombres y hechos, olvidados o, convenientemente, silenciados e ignorados. Pasa lo mismo con la historia “oficial”, con los textos de Herrerín y cía, allí a veces se encuentran datos extraídos de los archivos policiacos. En esos textos, con pretendido rigor académico y regularmente etiquetados como “Historia Social”, también podemos hallar información valiosa. Estos cagatintas se han encargado de recuperar algunos nombres y de exponer determinados hechos, con la clara intención de descalificarnos de presentarnos como bandidos y terroristas. Pero, a falta de estudios objetivos, de ahí hay que sacar nuestras conclusiones.

Y bueno, un poco adentrándonos en el tema de nuestra plática, definitivamente, tenemos que decir que, cuando se hace mención del denominado “anarquismo ilegalista”, es decir, del anarquismo insurreccional, por regla general, se están refiriendo a un conjunto de estrategias anarquistas implementadas, principalmente, en Francia, Italia, Bélgica, Suiza y Estados Unidos, en las últimas dos décadas del siglo XIX y las primeras tres del siglo pasado. Este período particular de nuestra historia –que, en realidad, abarca un poco más, porque ya desde 1874, en el Congreso de Madrid, se recogen los pronunciamientos insurreccionales y se recomiendan las llamadas “represalias”– sin duda, ese período fungió como parte aguas, dando lugar a esa falsa dicotomía de la que hablábamos con anterioridad, aquella de “anarquismo legalista” vs. “anarquismo ilegalista”. Este “parte aguas”cobró mayor fuerza a raíz de las polémicas furibundas ocasionadas en Francia a finales del siglo XIX en torno al caso Duval. La expropiación de un hotel de la calle Montceauc de Paris, realizadael 5 de octubre de 1886, por los anarquistas Duval y Turquais, integrantes del grupo “La Panthére des Batignoles”, trajo consigo, un debate irreconciliable poco después de que Clément Duval fuera detenido, no sin defenderse, hiriendo al inspector a cargo de su captura. Esta polémica pronto llegaría a las páginas del periódico La Révolte, dirigido por Kropotkin, convirtiéndose en tema de discusión obligada al interior del movimiento anarquista. Rápidamente aflorarían los juicios de valor. Así, aparecieron en escena los “legalistas” que abogaban por un anarquismo evolutivo y pedagógico que conseguiría sus aspiraciones de justicia y libertad a través de la propaganda escrita u oral y la organización de las masas, acusando de “criminales ajenos a las ideas” a quienes actuaban “fuera de la ley”. Sin embargo, Duval, dejaba en claro su postura en la carta que enviaría al juez instructor –permítanme hacer lectura de un fragmento de la misma– : “En mi hoja de prisión en Mazas, he visto escrito: Tentativa de homicidio; yo creo, muy al contrario que he obrado en legítima defensa. Verdad es que usted y yo no consideramos esto de la misma manera, teniendo en cuenta que yo soy anarquista, o mejor dicho, partidario de la anarquía, pues no se puede ser anarquista en la sociedad actual; sentado esto, yo no reconozco la ley, sabiendo por experiencia que la ley es una prostituta a quien se maneja como conviene, en ventaja o detrimento de éste o del otro, de tal o cual clase. Si yo he herido al agente Rossignol, es porque él se ha arrojado sobre mí en nombre de la ley. En nombre de la libertad yo le he herido. Soy, pues, lógico con mis principios: no hay, pues, tal tentativa de asesinato. Ya es tiempo también de que los agentes cambien de papel: antes que perseguir a los ladrones, que prendan a los robados.” Con esta carta, no caben dos opiniones al respecto: Duval, dejaba en claro que era anarquista y que, como tal, obraba consecuente fuera de la ley. Con sus palabras recalcaba lo que comentábamos al comienzo de esta charla: “los anarquistas, somos ilegales porque somos anarquistas, es decir, somos ilegales por naturaleza”.

Clément Duval, comparecería frente al juez el 11 de enero de 1887, alegando en su defensa que la propiedad, asentada en sus leyes y otorgada como derecho burgués, era el robo y que quienes acumulaban fortunas apropiándose de las riquezas producidas colectivamente eran los verdaderos ladrones, no quienes, necesitados de sustento, tomaban en su provecho, por derecho a la existencia, lo que se les había arrebatado antes. Los alegatos de Duval, reafirmaban nuevamente los principios anarquistas frente a aquellos que intentaban desprestigiarle con su moralina burguesa. Al ser condenado a muerte, quedaba, a todas luces, sentenciado por anarquista. Por eso, no faltaron las voces valientes que le defendieran en nombre de la anarquía, como Luisa Michel, quién al grito de ¡Viva la anarquía! exigiera la unidad de todos los revolucionarios conscientes en la lucha contra su condena. Finalmente, ante las fuertes presiones ejercidas, le conmutarían la pena de muerte, sentenciándolo a cadena perpetua en la Guyana. De allí, lograría fugarse y trasladarse a Estados Unidos, donde se asentaría en la ciudad de Nueva York, gracias al apoyo y la solidaridad de los anarquistas italo-americanos, con quienes trabajaría en la edición de “L’ Adunata del Refrattari”. Esta publicación “refractaria” –como bien resalta su título–, sería uno de los medios anarquistas más aguerridos de su época en territorio estadounidense y serviría de asidero para la expansión de la consciencia refractaria y la conformación de un movimiento anarquista de clara tendencia insurreccional a lo largo y ancho de la geografía norteamericana. En esa misma tesitura refractaria del anarquismo insurreccional, se editarían infinidad de periódicos a finales del siglo XIX, en varios puntos de Europa, principalmente en Italia, Francia y España. Destacarían las publicaciones impresas en Barcelona, Valencia y Zaragoza, muchas veces editadas por anarquistas italianos refugiados en España.Títulos como “El Eco del Rebelde”, “La Cuestión Social”, “Penseiero e Dinamita”–redactado por el grupo de Paolo Schichi–, “La Revancha” –editado por Paul Bernard –, “La Revancha de Ravachol”, entre otros, ilustrarían la actividad del denominado “anarquismo ilegalista” a finales del siglo XIX.

Otro de los grupos anarquistas qué destacaría, por la puesta en práctica de la expropiación, a finales de la década del ochenta del siglo XIX, en la ciudad de París, sería el núcleo conocido como “Los Intransigentes”. Fundado por dos anarquistas italianos residentes en Francia: Pini y Parmeggiani. Vittorio Pini, reivindicaría la expropiación revolucionaria –contribuyendo al debate en torno a esta práctica–, poco después de su detención “accidental” como consecuencia de una solicitud de extradición interpuesta por el gobierno italiano. Cuando las autoridades francesas registraron su casa, encontraron un arsenal y la cuantiosa suma de 500 mil francos, lo que para 1889 resultaba ser una suma elevadísima. El hallazgo policial llevaría a los tribunales a Pini y algunos de sus compañeros de grupo.

La condena de Vittorio Pini a 20 años de trabajos forzados, resucitó la polémica, llegando nuevamente a ventilarse el debate en “La Révolte”. En sus páginas quedaría registrada la opinión de sus editores al respecto –permítanme nuevamente leer unos apuntes– “Pini, jamás actuó como un ladrón profesional. Es un hombre de muy pocas necesidades, que vivía sencillamente, pobremente incluso y con austeridad. Pini robaba para destinarlo a la propaganda, eso nadie lo ha negado. En el juicio, Pini se hizo responsable único de los hechos y defendió el principio anarquista del derecho al robo o mejor a la expropiación”. Fin de la cita.

Los casos de Duval y Pini, ponían sobre el tapete el tema de la expropiación revolucionaria, situándolo en el marco de la acción directa y las tácticas insurreccionales, por lo que se retomaría el debate en la Conferencia Internacional de París de 1889, sin que se alcanzaran acuerdos a manera de conclusión al respecto. Sin embargo, existían antecedentes que mostraban lineamientos claros en relación a la acción directa que –si bien no abordaban la expropiación de manera explícita–no dejaban lugar a dudas en cuanto al empleo de una amplia gama de tácticas que iban desde las represalias a la propaganda por el hecho, justificadas desde la óptica de la insurrección permanente. El Congreso Anarquista de Londres de 1881, da buena cuenta de ello. Por cierto –quiero hacer un paréntesis como nota anecdótica–, está ampliamente documentada la participación de un anarquista mexicano en el congreso de Londres del 81. Según los registros, dejó constancia del “necesario aprendizaje de la química para la elaboración eficaz de explosivos”. También quedaría documentada la infiltración de agentes policíacos en dicho congreso y su insistente interés en desprestigiar el mismo, presentándolo como una reunión de peligrosos “terroristas” internacionales.

La polémica entre quienes, reclamándose anarquistas, justificaban la expropiación y la propaganda por los hechos y las inscribían en la amplia lista de acciones directas válidas –mismas que identificaban como medios consecuentes con el fin– y, aquellos, que, igualmente reclamándose anarquistas, las condenaban, por “amorales” y “violentas”, trajo consigo el rótulo de “anarquismo ilegalista” que hoy nos ocupa y con éste, la profundización de las diferencias en torno a la acción directa o, a la manera de como ésta se concebía según el lente con que se mirase. Dicha polémica, lamentablemente, nos ha acompañado a lo largo de la historia y ha sido aceptada o, por lo menos, asimilada, como una “ambigüedad” de base, originada en las formulaciones primigenias del anarquismo y que, por tanto, deberíamos de arrastrar por los siglos de los siglos. Sin embargo, esta pretendida “ambigüedad” es falsa y se ubica –una vez más– en el manejo acrítico, en el acomodo amañado y oportuno de los términos y en el reforzamiento de esos parentescos de los que hablábamos al comienzo, de esas familiaridades apócrifas con las que el anarquismo no puede sino reafirmar la más determinante y violenta de las rupturas. Es el reflejo de las contradicciones arrastradas a partir de esa otra falsa “ambigüedad” que pretende perpetuarse en el anarquismo justificando su origen en las corrientes de pensamiento progenitoras –que mencionábamos– y que da lugar a la tesis de “los dos anarquismos”. Esto, ya lo hemos abordado en incontables ocasiones y hemos sido rotundamente determinantes, recalcando que, para nosotros, el anarquismo es un cuerpo viviente de teoría y práctica que se gesta a partir de una configuración abierta de pensamiento y acción, encarnada en un movimiento refractario, que cobra su especificidad en el instante que concreta ese divorcio, irreconciliable, con el idealismo liberal y trasciende las limitaciones de la visión economicista del marxismo mediante la reflexión –original e intransferible– en torno al sistema de dominación y la conformación de las clases sociales.

Durante las primeras tres décadas del siglo pasado, las tácticas y los métodos del anarquismo insurreccional volvieron a tomar fuerza. En los años previos a la Revolución rusa, va a extenderse y generalizarse su práctica, cobrando nuevos bríos la expropiación y la propaganda por el hecho. Por esas fechas, alcanzaría notoriedad en Francia el grupo de “Los trabajadores de la noche”, también conocido como “La banda de Abbeville”, por el enfrentamiento armado que se suscitara en esa ciudad entre integrantes de este grupo con la policía, tras una acción fallida, resultando muerto el oficial Pruvost. Alexandre Jacob, mejor conocido como Marius Jacob, sería el eje articulador de este pequeño núcleo expropiador, en el que también participaba su madre y su esposa. Había sido detenido en posesión de explosivos tras una serie de expropiaciones menores que habrían conducido a las autoridades hasta él, siendo condenado a 6 meses de cárcel. Poco después sería detenido nuevamente pero, fingiría demencia evitando una sentencia de cinco años de prisión y le enviarían a un manicomio de donde se fugaría, refugiándose en la ciudad de Sète. Allí, comenzó a organizar su grupo con personas afines que, aunque no se reclamaran partidarios de la Anarquía, en los hechos compartirían sus principios mediante un acuerdo mínimo –otra vez, permítanme leer estas anotaciones–: “Sólo se usarán las armas para proteger nuestra vida y nuestra libertad de la policía; se robará sólo a los considerados parásitos sociales -empresarios, banqueros, jueces, militares, nobles y al clero, pero jamás a aquellos que realizan profesiones nobles y útiles –maestros, médicos, artistas, artesanos, trabajadores, etc. Y se destinará un por ciento del dinero recuperado a la propaganda de la causa anarquista”.

Acusado de más de un ciento cincuenta expropiaciones y del asesinato del oficial Pruvost, Jacob sería llevado a juicio en marzo de 1905 en la ciudad de Amiens, enfrentando la posible condena a muerte en la guillotina. Durante el proceso, dejará bien claro en los tribunales los ideales que le inspiran –aquí lo tengo–: “He preferido conservar mi libertad, mi independencia, mi dignidad de hombre, antes que hacerme artífice de la fortuna de un amo. En términos más crudos, sin eufemismos, he preferido robar antes que ser robado”. Logró escapar de la guillotina pero lo sentenciarían, con 26 años de edad, a trabajos forzados de por vida en Cayenne. Tras 17 intentos de fuga de la Isla del Diablo y con poco más de 20 años de condena cumplida, regresaría a Francia. En 1936, atraído por la irradiación de la Revolución española, Jacob viaja a Barcelona con el propósito de luchar junto al movimiento libertario, presentando una estrategia de acopio de armamento para las milicias anarquistas. Sin embargo, ya no estarían Ascaso ni Durruti y, se toparía de bruces con el “anarquismo legalista” en el poder. Decepcionado con la realidad española sentenciaría de manera lapidaria: “¿Dónde están los anarquistas? En las fosas comunes. Traicionados en las retaguardias, se sacrifican en el frente”. Desde luego, esto no lo registraría Gómez Casa ni Víctor García.

También habría que mencionar entre los muchos grupos anarquistas insurreccionales que alcanzarían notoriedad en Europa a comienzos del siglo XX a otro núcleo francés conocido como “La banda Bonnot”, ya que iniciaría sus actividades por iniciativa de Jules Bonnot y un grupo de anarquistas insurreccionales nucleados en torno al periódico “ilegalista” L’Anarchie. En esos primeros años del siglo XX, se teorizaría sobre la expropiación revolucionaria y la propaganda por el hecho en un montón de publicaciones anarquistas insurreccionales que le otorgaban particular validez a estos métodos dentro de la amplia gama de tácticas insurreccionales.

Y bueno, de este lado del charco, también hay tela de dónde cortar aunque mucha de la historiografía esté igualmente acomodada, manoseada y edulcorada, en el mejor de los casos porque, cuando nos ponemos a rastrear este tipo de información nos encontramos que, evidentemente, muchas cosas se han silenciado y condenado al olvido. Pero bueno, hay que ir hilvanando la historia con lo que hay.

Cuando nos ponemos a rastrear por acá, encontramos los antecedentes del anarquismo insurreccional en Julio López Chávez, quien mantendría una intensa actividad expropiadora y beligerante entre 1867 y 1868, siendo fusilado en julio del 68, por órdenes del gobierno liberal de Benito Juárez. López Chávez o Chávez López –ya que algunos historiadores invierten sus apellidos por lo que no se sabe con certeza cuál era su nombre correcto, incluso hay documentos de la época, periódicos principalmente, donde le llaman Julián López Chávez, en lugar de Julio– Pero, bueno… quedémonos con Julio López Chávez, había sido discípulo de la escuela moderna, la Escuela del Rayo y el Socialismo, que fundara en Chalco, Estado de México, Plotino Rhodakanaty, inspirado en las ideas de Fourier y de Proudhon, pero López Chávez, abandonaría rápidamente las ideas mutualistas y se convertiría en Bakuninista. Reafirmando su pensamiento diría: –permítanme leer esta pequeña cita– “Soy anarquista porque soy enemigo de todos los gobiernos y comunista, porque mis hermanos quieren trabajar la tierra en común” (fin de la cita). Rhodakanaty, se distanciaría de su discípulo por estar en desacuerdo con el anarquismo insurreccional, ya que, desde su visión idílica y evolutiva, no reconocía la acción armada consecuente con el ideal libertario. Julio López se convertiría en una verdadera pesadilla para los hacendados, flagelando incansablemente a toda la clase acaudalada del área de Chalco y Texcoco, extendiendo sus acciones a Morelos por el sur, al este hasta San Martín Texmelucan y al oeste hasta Tlalpan. Expropiaba las haciendas de la zona pero en el sentido más extenso del término, es decir, no sólo saqueaba las casas de los hacendados llevándose el dinero, los objetos de valor, las armas y todos los caballos sino que, además, repartía la tierra expropiada entre los campesinos de la región. También realizó infinidad de asaltos a diligencias en la zona, ganándose la reputación de “bandido comunista”, que era como le llamaban los periódicos de la época. Su grupo llegó a contar con más de medio centenar de integrantes, extendiendo la consciencia refractaria entre los campesinos e indígenas de la zona. Después de su fusilamiento, la actividad expropiadora e insurreccional, continúo hasta 1870, no sólo en la zona original de operaciones sino, además, se extendió a Yucatán, al ser deportados a ese estado sureño varios de sus compañeros de acción. Quince de ellos serían fusilados en la ciudad de Mérida, el 24 de febrero de 1869.

También se extendería el anarquismo insurreccional a otros estados, quedando registrada la actividad insurreccional de tres compañeros de López-Chávez, en el Estado de Chiapas, que estarían involucrados en las rebeliones indígenas de 1869 y en el asalto armado a las haciendas de la región. Ignacio Fernández Galindo, su esposa, Luisa Quevedo y, Benigno Trejo, excompañeros de Julio Chávez en la escuela de Chalco, participarían activamente en las labores de organización de la lucha y en la difusión de las ideas anarquistas y la propaganda por los hechos, entre los indígenas tzotziles. Fernández Galindo, se encargaría de brindarles entrenamiento en el uso de las armas y dotaría de tácticas combativas a la revuelta. Las autoridades estatales harían frente violentamente a la insurrección, exigiendo que los “transgresores de la Ley” que “se rindan incondicionalmente y entreguen las armas y a los cabecillas de afuera que les han engañado y manipulado”. Por esas fechas, se publicó un cartel dirigido a los Indígenas rebeldes, que apareció pegado en todos los muros de las calles de San Cristóbal de las Casas, en el que se ilustra perfectamente los sucesos –Otra vez tengo que leer aquí en mis apuntes.. a ver–: “El presidente de la República ya sabe lo que ustedes están haciendo y por eso está muy enojado y aunque aquí tenemos mucha tropa y bastantes armas, dice que va a mandar bastante gente y entonces es seguro que ustedes acaban; porque esa gente que viene no los conoce a ustedes, y por eso no los quiere como nosotros los queremos […] pidan perdón al gobierno y presenten todas las armas que tienen para que crea que es verdad lo que ustedes dicen”.

Durante la denominada “revolución mexicana”, también se registrará la acción del anarquismo insurreccional, protagonizado por los miembros radicalizados del Partido Liberal Mexicano. Las figuras de Ricardo Flores Magón y Práxedis Guerreo, serán destacadísimas en ese período revolucionario; sin embargo, muchos anarquistas insurreccionales internacionalistas, no coincidirán con esa particular apreciación que le otorga rango de “revolución” a las contiendas de la época. Específicamente, esa sería la postura de los anarquistas insurreccionales italianos que, motivados por las crónicas apasionadas que publicara el periódico Regeneración y por las fervientes arengas de sus colaboradores en la ciudad de Los Ángeles, se trasladarían en 1917 al norte de México, con la intención de unirse a la lucha insurreccional libertaria. Entre esos anarquistas insurreccionales italianos estarían Sacco y Vanzetti, quienes viajarían a la ciudad de Monterrey –donde radicaba un grupo de anarquistas italianos que habían huido del reclutamiento militar en Estados Unidos, al estallar la Primera Guerra– interesados en sumarse a la “revolución anarquista”. Pronto se decepcionarían, identificando a la “Revolución” mexicana como una lucha por el Poder entre bandos opuestos. Ese grupo particular de anarquistas italianos haría historia con sus expropiaciones y sus acciones de propaganda por los hechos, a lo largo y ancho de Estados Unidos. Era el grupo nucleado en torno al periódico anarquista insurreccional “Cronaca Sovversiva”, donde también colaboraban Sacco y Vanzetti. Esta publicación, redactada en italiano, se convertiría en el arma de difusión por excelencia del anarquismo insurreccional, entre los anarquistas italianos residentes en Estados Unidos. El grupo de los insurreccionales se ampliaría rápidamente, siendo denominado por la prensa burguesa de la época como “Los Galleanistas”, en alusión al editor del periódico, Luigi Galleani. En este grupo –que en poco tiempo se convertiría en una verdadera red con presencia en las principales ciudades estadounidenses–, destacarían por su notoriedad los conocidísimos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, Mario Buda alias Mike Boda, Nestor Dondoglio alias Jean Crones, Gabriella Segata Antolini, Lugi Bachetti, entre otros que no puedo recordar. Aquí tengo otros nombres de compañeros de este grupo anotados por aquí: Frank Abarno, Pietro Angelo, Carmine Carbone, Andrea Ciofalo, Ferrucio Coacci, Emilio Coda, Alfredo Conti, Roberto Elia, Luigi Falsini, Frank Mandese, Ricardo Orciani, Nicola Recchi,Giuseppe Sberna, Andrea Salsedo, Raffaele Schiavina y Carlo Valdinoci.

Las contundentes acciones de estos anarquistas los llevaría a convertirse en el grupo revolucionario más perseguido por las autoridades federales en los Estados Unidos. Sin embargo, otra vez el “acomodo” de la historia y no sólo de la historia “oficial” sino de la historiografía de factura libertaria, los condenaría a ser unos perfectos desconocidos, encargándose de silenciar todas sus acciones y de “desaparecer” sus textos, reflexiones y demás aportaciones teóricas. Con la excepción de Sacco y Vanzetti, a quienes el “anarquismo legalista” se ocuparía de dotar de una historia falsa que los convirtió en “mártires” del anarquismo. Como habrían hecho antes con los anarquistas de Chicago: “Los Mártires de Chicago”. Una vez más, las conocidas artimañas para ocultar la historia. En el caso de Sacco y Vanzetti sucedió igual. El argumento que se inscribía en una lógica estrategia de la defensa para que se les declarara “inocentes”, terminó convirtiéndose en la “historia oficial” de los hechos. Con la excepción del historiador libertario Paul Avirich que se ocuparía de profundizar en la actividad anarquista de esa época y un trabajo de Bonanno sobre el tema, el resto de la literatura publicada en torno al caso Sacco y Vanzetti, niega rotundamente su participación en la expropiación por la que terminarían siendo condenados. Realmente las expropiaciones eran realizadas constantemente por el grupo en el que participaban activamente Sacco y Vanzetti y los fondos recaudados mediante estas expropiaciones se usaban para continuar imprimiendo propaganda anarquista para financiar atentados, las llamadas represalias y para auxiliar a compañeros presos y desempleados o en algunos casos a sus familias. Los atentados estarán siempre enfocados contra el Estado, el Capital y el clero, siendo objeto de sus ataques banqueros, industriales, políticos, jueces, fiscales, policías y curas.

Este grupo tiene incontables anécdotas –podríamos estar aquí el resto del día contándolas– pero hay varias acciones que merecen por lo menos una breve mención, como el atentado ejecutado el 24 de noviembre de 1917 contra el Cuartel de Policía de la Ciudad de Milwaukee, donde estalló una bomba de retardo poderosísima, con varios kilos de pólvora negra. El artefacto había sido construido por Mario Buda quien era el experto en explosivos del grupo –por cierto, también haciendo uso de sus habilidades, ayudaría a Luigi Galleani, a confeccionar un manual de explosivos que circularía exitosamente entre los anarquistas insurreccionalistas y que aparentemente tradujera al inglés Emma Goldman– Y bueno, se supo que el plan fue ingeniosísimo ya que debido a la gran actividad anarquista de la época, las estaciones de policía estaban muy bien protegidas y además tenían grandes controles al momento de acceder a estos recintos; por lo que el grupo para poder introducir la bomba en el cuartel, la colocó primeramente en los cimientos de una iglesia de la ciudad y le pasaron la información a un personaje que sospechaban era informante de la policía. Rápidamente el escuadrón de explosivos se movilizó y retiró la bomba de la iglesia, trasladándola a la estación de policía, pensando que había fallado el mecanismo de activación. Minutos después de comprobar que el artefacto se encontraba en las instalaciones, lo hicieron detonar matando a nueve policías y una víctima civil. Y bueno, con el atentado lograron matar dos pájaros de un tiro porque no sólo cumplió su objetivo, sino que además, les permitió desenmascarar al soplón. Otro atentado que merece ser mencionado, es el realizado por Nestor Dondoglio en la ciudad de Chicago en 1916. Dondoglio era un cocinero de origen italiano que se hacía llamar Jean Crones, al enterarse que se planeaba realizar un gran banquete en honor del arzobispo de esa ciudad, el arzobispo Mundelein, con la asistencia de un nutrido grupo de la jerarquía católica, se presentó como voluntario diciendo que quería donar sus habilidades y obsequiar sus exquisitos platillos a los comensales, envenenando alrededor de doscientos invitados al agregarle arsénico a la sopa. Ninguna de las víctimas murió porque en su afán por eliminarlos, Dondoglio utilizó demasiado veneno lo que provocó inmediatamente vómitos en las víctimas, logrando expulsar el veneno. Sólo moriría, dos días después del envenenamiento, el cura O´Hara, párroco de la iglesia de St. Matthew en Brooklyn, Nueva York, quien había sido capellán en el patíbulo de la prisión de Raymond St. Dondoglio, inmediatamente después del atentado, se trasladó a la Costa Este, donde fue escondido por un compañero de grupo hasta su muerte en 1932.

Por esas fechas, sobran ejemplos del accionar anarquista insurreccional, con infinidad de expropiaciones y acciones de propaganda por el hecho. La condena a muerte de Sacco y Vanzetti, serviría de detonante para incrementar las acciones. En La Habana, Montevideo y Buenos Aires, también explotarían incontables bombas en protesta por el crimen de Estado. En Argentina y Uruguay, también dejarían su huella los anarquistas insurreccionales practicando la expropiación y la propaganda por el hecho. Destacarían por su notoriedad Severino Di Giovanni y sus compañeros de grupo. También el núcleo de Roscigna, Uriondo, Malvicini y Vázquez Paredes. Tanto en Argentina como en Uruguay se continuó realizando expropiaciones y acciones de propaganda por los hechos hasta nuestros días. En el pasado reciente, destacan también entre los compañeros expropiadores el negro Fiorito, Amanecer Fiorito, y nuestro Urubú, que muriera a manos de la policía en una expropiación fallida. En Chile también tienen una larga historia los anarquistas insurreccionales, con acciones de expropiación y propaganda por el hecho, que igualmente llega a nuestros días, con pérdidas lamentables como la de Mauri y este compañero que recién le estalló el artefacto en las manos –Luciano–, sí, exactamente Luciano.

Aquí en México, la expropiación ha sido y es una práctica recurrente aunque, por regla general, no se reivindique. Bueno, con la excepción de Acción Anarquista Anónima de Tijuana que sí ha reivindicado expropiaciones en sus comunicados. Tampoco podemos olvidar, a manera de homenaje y reivindicación, al compañero Mariano Sánchez Añón, de origen aragonés, exiliado primero en Francia –cuando tuvo que huir de Mas de las Matas, su pueblo natal–, tras la insurrección anarquista de diciembre de 1933 y, después, se refugiaría por acá en México, tras el triunfo del fascismo franquista. Llegaría a estas tierras a bordo del Ipanema, junto a su compañera Armonía de Vivir Pensando, entrando por el puerto de Veracruz. Inmediatamente sería reubicado en una finca en Santa Sabina, Chihuahua, donde lo enviarían a trabajar como jornalero por sus orígenes campesinos y su experiencia agropecuaria. Pero, Sánchez Añón, no renunciaría al ideal anarquista y continuaría en México con su actividad revolucionaria. Rápidamente, comienza a organizar a los peones en donde laboraba contra la explotación a la que estaban sometidos y le dispara al encargado de la finca, dándole muerte. Buscado por la policía, tendrá que trasladarse a la Ciudad de México junto al compañero Francisco de Diego Salas. Por acá, fundarán un grupo de acción, integrado por cinco compañeros españoles que se negaban a renunciar a las ideas anarquistas y a la acción revolucionaria, como les exigía el gobierno de México, como requisito para otorgarles asilo. Participarían en varias expropiaciones hasta la fallida operación de la Cervecería Modelo.

Mariano Sánchez Añón, sería cobardemente vilipendiado por la Federación Anarquista del Centro y las pretendidas “Juventudes Libertarias” de San Luis Potosí, quienes publicarían un comunicado condenando la expropiación a la Cervecería Modelo y, acusando de “gánsteres” a los compañeros españoles exiliados que participaron en dicha acción.–Aquí tengo el comunicado pero, igual si desean, pueden leerlo en línea, este comunicado se encuentra alojado en el sitio de la Biblioteca Virtual Antorcha– Desde luego, la expropiación de la Modelo, así como el propio Mariano Sánchez Añón y sus compañeros de ideas, recibirán también la condena de algunos de los libertarios españoles refugiados por acá, los denominados “bomberos” –lógicamente porque apagaban el fuego cada vez que era necesario– los connotados “santones” del exilio inmovilista, entre los que se contaba uno que otro “cincopuntista”, como Fidel Miró.

Curiosamente, cuando los compañeros nos pidieron que presentáramos este tema, que preparáramos esta plática, encontramos un archivo valiosísimo que está sin ordenar pero que tiene mucha información que bien valdría la pena sacar a la luz para que se conozcan las actitudes antagónicas de esos “dos anarquismos”. Les hablo del archivo del Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México(CTAE). Este “comité” tiene la peculiaridad de haber sido creado por Juan Negrín, el jefe del gobierno republicano, a modo de continuación del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, fundado en Francia, con el financiamiento del Gobierno de la República. Presidido por José Puche, el grupo se mantuvo en contacto con varias Secretarías de Estado y con el propio Lázaro Cárdenas, para coordinar la llegada de los refugiados, el arribo de los vapores Sinaia e Ipanema. Después continuaría con su particular labor, digamos… de “enlace”, con el gobierno mexicano; también se encargó de suministrar subsidios individuales, alojamiento y alimentos, préstamos para emprender negocios. El Comité fundaría, con capital del Gobierno de la República, la Financiera Industrial Agrícola, con ese financiamiento, abrirían la Empresa Vulcano, la Editorial Séneca, el Instituto Luis Vives, la Academia Hispano-Mexicana, el Colegio España y otros colegios en los estados. Se puede encontrar algo de esto en Internet a raíz de las memorias publicadas del exilio español pero el archivo existe y tiene muchísima información. Lo más sorprendente es la participación de varios anarquistas en este comité, encargados de rendir “informes” frecuentes de la actividad anarquista por estas tierras. Ahí encontrarán varios reportes de Ricardo Mestre, Fidel Miró y Adolfo Hernández, precisamente sobre Mariano y otros compañeros, en los que se les tilda de “violentos”, “tarados de la guerra”, “atracadores” y “bandoleros”. En fin…

Pues, definitivamente en nuestros días, las expropiaciones revolucionarias siguen siendo un vehículo imprescindible de financiamiento para las actividades anarquistas, tanto para la realización de acciones como para la edición de propaganda anarquista, libros, publicaciones, etc. En regiones como Grecia e Italia, donde el anarquismo insurreccional tiene gran actividad, destacan muchísimos compañeros y compañeras que, constantemente, van a parar a prisión por expropiaciones fallidas. Alfredo Bonanno, Pipo Staicy, Christos Stratigopoulos y Yiannis Dimitraki, estos últimos aún continúan en prisión, víctimas, además, del silencio y la condena del “anarquismo legalista”. También siguen tras las rejas por expropiación los compañeros Claudio Lavazza, Giovanni Barcia y Gilbert Ghislain, anarquistas insurreccionales italianos, presos en el Estado español. Además, están encarcelados por expropiación los compañeros españoles Giorgio Rodríguez, Juan José Garfia, este último está en la cárcel desde 1987. Y un montón de compañeros y compañeras que ahora no recuerdo sus nombres. También en Chile y Argentina.

Por eso, cuando abordamos el denominado “ilegalismo ácrata”, lo hacemos señalando el tamaño gigantesco de esta incongruencia pero, además, reconociendo que con ese eufemismo se están refiriendo al anarquismo insurreccional y entonces, tenemos que reafirmar la vigencia y la objetividad de la propaganda por el hecho y la expropiación, tácticas éstas que reconocemos como prácticas consecuentes con nuestros principios, apropiadas para los momentos de repliegue y retroceso del movimiento real de los oprimidos y para los períodos de reflujo, rearticulación y acumulación de fuerzas. Pero, precisamente por eso, no debe reducirse nuestro actuar a la acción por la acción misma, sin ideales ni principios que la reafirmen, sino como consecuencia directa de esos principios y esos ideales llevados a la práctica. Por ese motivo, no coincidimos con los compañeros que, como Miguel Amorós, a pesar de ser contundentemente críticos con el falso anarquismo “legalista” y la farsa de la organización ficticia sostenida exclusivamente con la propaganda oral y escrita, caen en el lugar común de aseverar que el anarquismo en general –en su totalidad– sufrió una metamorfosis en la que abandona la táctica insurreccional y se transforma en una ideología ajena a las luchas reales.

Si bien es cierto que en el período que denominamos “anarquismo en transición”, acto seguido a la derrota del anarco-sindicalismo español, se produjo una ideologización en amplios sectores del anarquismo, una degeneración ideológica –al abandonar todo contacto con la realidad y refugiarse en las ideas abstractas de las corrientes primigenias–. También es cierto, que todo el liberalismo “libertario”, inmediatamente después de la Revolución francesa, pujó incansablemente por el abandono de las prácticas insurreccionales y por la degeneración ideológica en la que hoy se encuentran sumidos, sentando las bases de ese liberalismo humanista y filantrópico que aún predican desde los sagrados templos del anarquismo “oficial”. En ese mismo costal, no se puede echar a quienes, consecuentemente y acorde con las circunstancias impuestas por un contexto de retroceso de las luchas, continuaron en pié de guerra contra la dominación, con las tácticas y los métodos correspondientes a ese período de decadencia del movimiento real y de dispersión y retroceso de las luchas. El propio Amorós, ha reconocido en sus múltiples críticas al anarquismo insurreccional, que en condiciones de repliegue y retroceso de las luchas, la organización mínima es la única posible y también, ha subrayado la imposibilidad de la ofensiva contra el sistema de dominación en pleno retroceso de las luchas. Entonces nos preguntamos ¿cómo no pueden reconocer que ha sido precisamente en esos períodos de decadencia y retroceso que, limitados por las circunstancias, se han puesto en práctica otras formas de lucha refractarias con el objetivo de no darle la menor tregua al enemigo?

Al no aceptar el reformismo ni los procesos evolutivos ni la actitud contemplativa del “anarquismo” legalista, nos situamos frente a la disyuntiva de quedarnos cruzados de brazos a espera de que estén dadas las condiciones “objetivas y subjetivas” o, articular e impulsar otras acciones refractarias que nos mantengan vivos, en pié de guerra y no den tregua al enemigo, no de un solo segundo de paz al sistema de dominación.

Consideramos que reconocer las tácticas y los métodos que corresponden a cada período de lucha es imprescindible para elaborar una crítica unitaria. Estamos convencidos que mientras no se propague la consciencia refractaria, no se logrará la recomposición del movimiento real de los oprimidos y mientras no se concrete esto, no podremos extender las luchas y alcanzar la insurrección generalizada. Esos, son los ingredientes indispensables para hacer reventar en pedazos este viejo mundo que habitamos y concretar la destrucción total del actual sistema de dominación pero no nos detendremos a esperar por la maduración del proceso revolucionario, no esperaremos ni por la Revolución y tampoco nos preocupa mucho si ésta se concreta o si jamás se verifica, porque las revoluciones conocidas –desde la francesa hasta nuestros días–, han degenerado, todas, en procesos reformistas, autoritarios y dictaduras que únicamente han ayudado al fortalecimiento del Estado. Nuestra lucha es y será por la liberación total, por la Anarquía. No nos conformamos con menos ¡Gracias!

Charla de Gustavo Rodríguez, en el Centro Social Okupado “Casa Naranja”, Tlalnepantla, Estado de México. Domingo 3 de julio de 2011.

Contra la lógica de la guillotina

El 6 de abril de 1871, hace 148 años, participantes en armas de la revolucionaria Comuna de París “incautaron” la guillotina instalada junto a la prisión de París. Después de llevarla a la base de la estatua de Voltaire, la despedazaron y fue quemada en una hoguera ante la ovación de una inmensa multitud[1]. Esta acción popular surgió de las bases, no fue un espectáculo organizado por la administración política. En aquellos tiempos, la Comuna controlaba París, en dónde aún habitaban personas pertenecientes a todas las clases sociales; el ejército francés y el prusiano, después de haberla rodeado, se preparaban para invadirla con el objetivo de imponer el gobierno republicano conservador de Adolphe Thiers. En esas circunstancias, quemar la guillotina fue un gesto de repudio tanto al Reino del Terror como a la idea de que un cambio social positivo pudiera lograrse masacrando a la gente.

“¿¡Qué!?” se podría exclamar con escándalo, “¿communards quemando la guillotina? ¿Por qué demonios harían eso? ¡Pensaba que la guillotina era un símbolo de liberación!”

¿Por qué? De hecho, la guillotina no es símbolo de liberación, entonces ¿por qué se ha convertido en una motivación recurrente para la izquierda radical, en años recientes? ¿Por qué internet está repleto con memes de guillotina? ¿Por qué The Coup cantan “We got the guillotine, you better run”? (“Tenemos la guillotina, mejor corre”). El periódico socialista más afamado se llama Jacobin, en honor a las primeras personas que tomaron partido por la guillotina. Ciertamente, todo esto no puede ser sólo una parodia irónica de las persistentes ansias de la derecha por la Revolución Francesa.

La guillotina ha entrado a formar parte de nuestro imaginario colectivo. En un período en el que las fisuras internas de la sociedad se expanden hacia la guerra civil, la guillotina es la encarnación de la venganza sangrienta sin compromiso alguno. Representa la idea de que la violencia del Estado puede ser aceptable a condición de que la gente justa esté en el Poder.

Quienes dan por hecho su propia impotencia, o falta de poder, asumen que pueden promoverse terribles fantasías de venganza sin ninguna consecuencia. Pero si de verdad tenemos la intención de cambiar el mundo, nuestro deber es asegurarnos que nuestras propuestas no serán igual de terribles.

No sorprende que hoy la gente quiera venganzas sanguinarias. El negocio capitalista está haciendo el planeta inhabitable rápidamente. La policía de la Patrulla Fronteriza de EEUU está secuestrando, drogando y apresando a niñas y niños. Constantemente se producen actos de violencia racista y machista. Para muchas personas la vida cotidiana es cada vez más humillante y empobrecedora.

Aquellas personas que no desean venganza porque no son suficientemente compasivas o solidarias para indignarse con la injusticia; o porque simplemente no están enteradas, no merecen ningún crédito. Hay menos virtud en la indiferencia que en los peores excesos de venganza.

¿Me quiero vengar de la policía que asesina impunemente, de los millonarios que se enriquecen a costa de la explotación y la gentrificación, de intolerantes que acosan y ciber-acosan? Pues sí que quiero. Han asesinado a persona conocidas, y están intentando destrozar todo lo que me gusta. Cuando pienso en el daño que están causando, tengo ganas de romperles los huesos y matarles con mis propias manos.

Pero ese deseo es contrario a mis postulados políticos. Puedo desear algo sin necesidad de tener que realizar ingeniería inversa de una justificación política para ello. Puedo desear algo y elegir no cumplir ese deseo si aspiro a algo que está por encima—en este caso una revolución anarquista no basada en la venganza. No juzgo a otras personas por desear venganza, especialmente si han vivido, o viven, cosas peores de las que yo he vivido. Sin embargo, no confundo este deseo con una propuesta emancipadora.

Si el tipo de sed de sangre que describo asusta, o simplemente parece indecoroso, entonces no debería tomarse a la ligera que otra gente cometa homicidios industrializados en nuestro nombre.

Porque esto es lo que distingue a la fantasía de la guillotina: se trata de eficiencia y distancia.Quienes fetichizan la guillotina no quieren matar a otras personas con sus propias manos; no están preparados para desgarrar la carne de otros con sus propios dientes. Quieren que su venganza esté automatizada y se la proporcionen otrxs. Son como quienes comen McNuggets despreocupadamente, pero serían incapaces de destazar a una vaca o de talar la selva. Prefieren que el derramamiento de sangre se lleve a cabo de una manera reglamentada, con el papeleo burocrático formalmente rellenado, de la misma manera que hicieron jacobinos y bolcheviques, a imitación del funcionamiento impersonal del Estado capitalista.

Y una cosa más: no quieren asumir ninguna responsabilidad sobre ello. Prefieren expresar su fantasía irónicamente, pudiendo negarla cuando les resulte conveniente. No obstante, cualquiera que haya participado alguna vez en revueltas políticas es consciente de la delgada línea que hay entre fantasía y realidad. Echemos una mirada al papel “revolucionario” que ha jugado la guillotina en el pasado.

“¡La venganza es impropia de anarquistas! El mañana, nuestro mañana, no quiere rencillas, crímenes, mentiras; sino que afirma la vida, el amor y el conocimiento; trabajamos para precipitar ese día.”

Kurt Gustav Wilckens—anarquista, pacifista y asesino del coronel Héctor Varela, el oficial argentino que comandó la masacre de alrededor de 1500 trabajadores en la Patagonia.

La guillotina se asocia a la políticas radical, porque se empleó en la Revolución Francesa para decapitar a Luis XVI, unos meses después de su arresto, el 21 de enero de 1773. Sin embargo, una vez abierta la caja de Pandora de la fuerza exterminadora fue difícil volverla a cerrar.

Habiéndose empezado a usar la guillotina como un instrumento de cambio social, Maximilien de Robespierre, presidente del club de los jacobinos, continuó empleándola para consolidar el poder de su facción política en el gobierno republicano. Como es común entre gente demagógica, Robespierre, Georges Danton, y otros radicales se sirvieron de los y las san-culottes, la enfadada gente empobrecida, para expulsar a los girondinos, la facción más moderada, en junio de 1793. (Los girondinos también eran jacobinos; si quieres a un jacobino, lo mejor que puedes hacer por él es evitar que su facción llegue al poder, pues lo más probable es que sea el siguiente en ir paredón después de ti).

Tras guillotinar en masa a los girondinos, Robespierre consolidó su poder a expensas de Danton, y lxs sans-culottes.

“El gobierno revolucionario no tiene nada que ver con la anarquía. Al contrario, su meta es suprimirla para asegurar y consolidar el reino de la ley”

Maximilien de Robespierre, distinguiendo su gobierno autocrático de aquellos movimientos radicales de base que contribuyeron a la Revolución Francesa.[2]

A inicios de 1794, Robespierre y sus alianzas mandaron a la guillotina a un gran número de gente que era tan radical como ellos, incluyendo a Anaxagoras Chaumette y a los llamados Enragés, a Jacques Hébert y a quienes se denominaban Hébertistas, a la proto-feminista y abolicionista Olympe de Gouges, o a Camille Desmoulins (que tuvo la osadía de sugerir a Robespierre, amigo de su infancia, que “el amor era más fuerte y duradero que el terror”) y a su esposa, ejecutada por precaución, a pesar de que su hermana fue novia de Robespierre. Los jacobinos también promovieron el aguillotinamiento de Georges Danton y sus seguidores, junto a otras antiguas aliadas. Para celebrar este derramamiento de sangre, Robespierre organizó el Culto del Ser Supremo, una ceremonia pública obligatoria que inauguraba la religión de Estado.[3]

Tras esto, sólo pasó un mes y medio hasta que el mismo Robespierre fue asesinado, habiendo exterminado a muchas de las personas que lucharon a su lado en posición a la contrarrevolucion. Esto allanó el terreno a un período de reacción que culminó con Napoleón Bonaparte conquistando el Poder y autocoronándose Emperador. De acuerdo al calendario republicano francés (una innovación que no arraigó pero que estuvo brevemente en funcionamiento durante la Comuna), la ejecución de Robespierre tuvo lugar durante el mes de Termidor. Consecuentemente, desde entonces el nombre Termidor se asocia al comienzo de la contrarrevolución.

“Robespierre terminó con la Revolución en tres embestidas: la ejecución de Hébert, la ejecución de Danton, y el Culto del Ser Supremo… La victoria de Robespierre, lejos de salvarla, simplemente significó una caída más profunda e irreparable.”

Louis-Auguste Blanqui, él mismo opositor a duras penas de la violencia autoritaria.

Pero es un error centrarse únicamente en Robespierre. El mismo Robespierre no era un tirano sobrehumano. Una excelente teoría señala que era un ferviente servidor que desempeñó el papel por el que innumerables revolucionarias lucharon, un papel que habría asumido cualquier otra persona si él no lo hubiese hecho. El problema es sistémico —la lucha por el Poder dictatorial centralizado— no una equivocada actuación individual o personal.

La tragedia de 1793-1795 confirma que cualquiera que sea el instrumento empleado para llevar a cabo la revolución, éste se volverá contra uno mismo, posteriormente. Pero el problema no es sólo el instrumento, es la lógica que se halla tras de él. Más que demonizar a Robespierre —o a Lenin, Stalin o a Pol Pot— hemos de analizar la lógica de la guillotina.

En cierta manera, podemos entender por qué Robespierre y sus contemporáneos terminaron dependiendo de una herramienta política de asesinato en masa. Estaba la amenaza de una invasión militar extranjera, conspiraciones internas y levantamientos contrarrevolucionarios; tomaban decisiones en un ambiente altamente tenso. Pero si es posible entender cómo llegaron a adoptar la guillotina, es imposible argumentar a favor de que todos los asesinatos fueron necesarios para asegurarse su posición. Sus propias ejecuciones refutan este argumento de forma suficientemente elocuente.

Asimismo, es erróneo pensar que la guillotina fue principalmente empleada contra las clases dirigentes, incluso en el clímax del gobierno jacobino. Al ser burócratas consumados, los jacobinos mantenían registros detallados. Entre junio de 1793 y finales de julio de 1794, 16.594 personas fueron oficialmente sentenciadas a muerte en Francia, incluyendo a 2.639 en París. De todas las sentencias de muerte formalizadas bajo el Terror, sólo el 8 por ciento afectó a la aristocracia y el 6 por ciento a miembros del clero; el resto se dividen entre las clases medias y las pobres, procediendo de las clases bajas la gran mayoría de las víctimas.

Lo sucedido en la Revolución Francesa no fue una mera coincidencia. Medio siglo después, la revolución de 1848 siguió una trayectoria semejante. En febrero, una revolución protagonizada por gente pobre enfurecida entregó el poder del Estado a políticos republicanos; en junio, cuando la vida bajo el nuevo gobierno mejoró un poco con respecto a la vida previa bajo la monarquía, la gente de París se rebeló una vez más y los políticos ordenaron al ejército masacrarles en nombre de la revolución. Esto favoreció el escenario para que el sobrino de Napoleón ganara las elecciones presidenciales de diciembre de 1848, prometiendo “restaurar el orden”. Tres años después, tras haberse exiliado todos los políticos republicanos, Napoleón tercero abolió la República y se coronó Emperador —inspirando la famosa frase de Marx de que “la historia se repite, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”.

Asimismo, Adolphe Thiers masacró despiadadamente la Comuna de París después de que la revolución de 1870 lo colocara en el Poder, y esto favoreció que políticos todavía más reaccionarios lo suplantaran en 1873. En cada uno de estos tres casos vemos cómo las personas revolucionarias que aspiraron a hacerse con el Poder del Estado debieron abrazar la lógica de la guillotina para hacerlo, y después, tras haber acabado brutalmente con otras revolucionarias, en la lógica por consolidar su control, fueron a su vez inevitablemente derrotadas por fuerzas más reaccionarias.

En el siglo XX, Lenin describió a Robespierre como un bolchevique avant la lettre, afirmando que el Terror fue el antecedente inspirador del proyecto bolchevique. De hecho, no fue el único en traer a colación esta analogía.

Seremos nuestro propio Termidor”, afirmó el apologista bolchevique Victor Serge evocando a Lenin preparándose para masacrar a los rebeldes de Kronsdtadt. En otras palabras, habiendo aplastado anarquistas y a toda persona posicionada más a su izquierda, los bolcheviques sobrevivirían a la reacción convirtiéndose ellos mismos en la contrarrevolución. Ya habían introducido jerarquías fijas en el ejército rojo para reclutar ex-oficiales zaristas; junto a su victoria frente a los insurgentes de Kronsdtadt, reintrodujeron el libre mercado y el capitalismo bajo control del Estado. Eventualmente, Stalin asumió la posición que Napoleón había ocupado previamente.

Por tanto, la guillotina no es un instrumento de emancipación. Esto ya estaba bien claro en 1795, un siglo antes de que lxs bolcheviques iniciaran su propio Terror, y cerca de dos siglos antes de que los jemeres rojos exterminasran a casi un cuarto de la población de Camboya.

Entonces, ¿por qué la guillotina se ha vuelto a poner de moda como un símbolo de resistencia a la tiranía? La respuesta nos enseñará sobre la psicología de nuestro tiempo.

Es escandaloso que todavía hoy haya radicales que se asocien con los jacobinos, una tendencia que reaccionaria de finales de 1793. Pero no es fácil ofrecer una explicación de esto. Por aquel entonces, como ahora, había personas que se pensaban radicales sin realmente hacer una ruptura radical con las instituciones y sus prácticas familiares. Como dijo Marx, “la tradición de todas las generaciones muertas pesa como una pesadilla en los cerebros de los vivos”.

Usando la famosa definición de Weber, El Estado

“Es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el ‘territorio’ es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del ‘derecho’ a la violencia.”

Entonces una de las formas más persuasivas de demostrar su soberanía es ejercer fuerza letal con impunidad. Esto explica los relatos que dan cuenta de que las decapitaciones públicas fueran observadas como acontecimientos festivos e incluso religiosos, durante la Revolución Francesa. Antes de la Revolución, las decapitaciones eran afirmaciones de la autoridad sagrada del monarca; durante la Revolución, esto confirmaba la soberanía de los representantes de la República al presidir las ejecuciones —en nombre del Pueblo, por supuesto. Robespierre proclamó: “Luis debe morir para que la nación pueda vivir”, buscando de esta manera santificar el nacimiento del nacionalismo burgués por medio de bautizarlo literalmente con la sangre del orden social previo. Una vez que la República fue inaugurada sobre este fundamento, la República requirió continuamente de sacrificios para afirmar su autoridad.

Aquí vemos la esencia del Estado: se puede matar, pero no puede dar vida. En tanto concentración de legitimidad política y fuerza coercitiva, puede causar daño, pero no puede establecer el tipo de libertad positiva que experimentan las individualdades cuando se fundan en comunidades que se apoyan mutuamente. No es capaz de crear el tipo de solidaridad que origina armonía entre personas. Lo que hagamos contra los demás al usar al Estado, nos lo pueden hacer a nosotrxs usando al Estado —como le pasó a Robespierre— pero nadie puede usar el aparato coercitivo del Estado para una causa emancipatoria.

Para las radicales, fetichizar la guillotina es como fetichizar el Estado: significa celebrar un instrumento homicida que siempre será usado principalmente contra nosotras.

Aquellas que han sido privadas de una relación positiva con su propia capacidad frecuentemente buscan algo que la sustituya para poder identificarse: un líder cuya violencia pueda proporcionar la venganza deseada, como consecuencia de la propia impotencia o decadencia. En la era de Trump, sabemos lo que significa entre simpatizantes de la extrema derecha. Pero también hay gente en la izquierda que siente impotencia y enfado, gente con deseos de venganza, gente que quiere ver que el Estado que les ha aplastado se vuelva contra sus enemigos.

Recordarle a los “tankies” (estalinistas de “línea dura”) las atrocidades cometidas por socialistas estatistas, a partir de 1917, es como llamar racista y sexista a Trump. Divulgar que Trump es un agresor sexual en serie sólo lo ha hecho más popular entre su base misógina. Asimismo, la historia bañada en sangre del socialismo autoritario únicamente lo hace más atractivo para quienes se sienten motivados por el deseo de identificarse con algo poderoso.

Anarquistas en la Era de Trump

Ahora que la Unión Soviética lleva extinta casi treinta años —y ante la dificultad de obtener opiniones, de primera mano, sobre la clase trabajadora explotada en China— muchas personas en Estados Unidos consideran al socialismo autoritario como un concepto totalmente abstracto, tan distante de su experiencia vital como de las ejecuciones en masa con la guillotina. Al desear no sólo venganza sino también un deus ex machina, para ser rescatados tanto de la pesadilla del capitalismo como de la responsabilidad de crear por sí mismos una alternativa a éste, imaginan al Estado autoritario como a un héroe que podría luchar en su nombre. Recordemos lo que dijo George Orwell en su ensayo “Dentro de la Ballena” sobre los acomodados escritores estalinistas británicos de la década de 1930:

Para la gente de ese tipo, cosas como las purgas, la policía secreta, las ejecuciones sumarias, los encarcelamientos sin juicio, etc., suenan demasiado lejanas como para ser terroríficas. Pueden tragarse el totalitarismo porque no tienen experiencia sobre ninguna otra cosa que no sea el liberalismo”.

 

Confía en aquellas visiones en las que no haya baños de sangre

​ Jenny Holzer

 

En general, tendemos a ser más conscientes de las injusticias cometidas contra nosotras, que aquellas que cometemos en contra de los demás. Somos más peligrosas cuando más sufrimos la injusticia, porque nos sentimos con más derecho de juzgar, de ser crueles. Cuanto más justificadas nos sentimos, más cuidado hemos de tener en no replicar los patrones de la máquina de la justicia, las asunciones del Estado carcelario, la lógica de la guillotina. Nuevamente, eso no justifica la falta de acción; simplemente significa que debemos de proceder de modo más crítico, precisamente cuando más justificación sentimos, para no acabar asumiendo el papel de nuestros opresores.

Se hace más complicado reconocer las formas en como participamos de esos fenómenos, cuando nos vemos a nosotros mismos luchando contra seres humanos específicos, más que contra fenómenos sociales. Expresamos la problemática como algo fuera de nuestro alcance, representándola como un enemigo a ser sacrificado para purificarnos simbólicamente. Por eso, lo que hagamos a la gente más despreciable, lo acabaremos por sufrir nosotras mismas.

La guillotina como un símbolo de venganza nos tienta a imaginarnos en medio de un juicio, ungidas con la sangre de los malvados. La economía cristiana de la justicia y la condena es esencial para éste cuadro. Por el contrario, si la usamos para simbolizar algo, la guillotina debería prevenirnos del peligro de convertirnos en lo que más odiamos. Lo mejor sería ser capaces de luchar sin odio, a partir de una creencia optimista en el gran potencial de la humanidad.

Muchas veces, todo lo que se necesita para dejar de odiar a una persona es lograr que sea imposible que suponga te una amenaza. Es despreciable asesinar a quien tienes sometido a tu poder. Ese el momento crucial de cualquier revolución, cuando las revolucionarias tienen la oportunidad de ejercer la violencia gratuita para exterminar, más allá de solo vencer. Si no se pasa dicha prueba, la victoria será más deshonrosa que cualquier fracaso.

El peor castigo que puede aplicarse a quienes hoy gobiernan, y controlan, sería hacerles vivir en una sociedad en la que todo aquello que han hecho sea considerado vergonzoso —participar en asambleas donde nadie les escucha, continuar una vida sin privilegios especiales, con plena conciencia del daño que han causado. Si queremos fantasear sobre algo, hagámoslo sobre la creación de movimientos tan fuertes que apenas tengamos que matar a nadie para derribar al Estado y abolir el capitalismo. Esto es mucho más valioso para nuestra dignidad como partidarias de la liberación y emancipación de todas las personas.

Es posible comprometerse plenamente con la lucha revolucionaria sin devaluar el precio de la vida. Es posible romper con el moralismo santurrón del pacifismo y no por ello tener que desarrollar una sed de sangre sin escrúpulos. Necesitamos desarrollar la habilidad de ejercer la fuerza sin confundir el poder sobre los demás con nuestro verdadero objetivo, lo que implica crear colectivamente condiciones para la libertad de todxs.

“Que la humanidad pueda ser redimida de la venganza: ése es, para mí, el puente hacia la esperanza suprema y la calma después de la tempestad”.

Friedrich Nietzsche (no es particularmente un partidario de la emancipación pero sí uno de los principales teóricos de los peligros de la venganza).

Evidentemente, no tiene sentido apelar por una naturaleza más amable de nuestros opresores, hasta que no hayamos logrado que les sea imposible beneficiarse de oprimirnos. La cuestión es cómo lo logramos.

Lxs apologistas de los jacobinos reclamarán que bajo sus circunstancias era necesario el derramamiento de sangre para el progreso de la causa revolucionaria. Prácticamente todas las masacres revolucionarias de la historia han sido justificadas en base a su necesidad —así es cómo la gente siempre justifica las masacres. Aún si fuese necesario un mínimo de derramamiento de sangre, esto no debe de ser una excusa para considerar como valores revolucionarios el cultivar las masacres y arrogarse privilegios. Si deseamos ejercer la fuerza coercitiva de manera responsable, cuando no queda otra opción, hemos de cultivar al mismo tiempo la repulsión hacia ella.

¿Alguna vez las masacres han ayudado al avance de nuestra causa? Ciertamente, las (comparativamente) pocas ejecuciones realizadas por anarquistas —como el ajusticiamiento de clérigos pro-fascista durante la guerra civil española— han permitido al enemigo retratarnos de la peor manera, incluso siendo ellos responsables de un número diez mil veces mayor de asesinatos. A lo largo de la historia, los reaccionarios siempre han juzgado, hipócritamente, a revolucionarias con una doble vara de medir: perdonando por un lado al Estado por asesinar a millones de civiles, mientras por el otro condenan a insurgentes por poco más que romper una ventana. El punto no es relativo a si nos han hecho populares, si no cuestionar si tal gente tiene lugar en un proyecto emancipador. Si lo que buscamos es una transformación más que una conquista, debemos evaluar nuestras victorias bajo una lógica distinta a la de la policía y de los militares a los que nos enfrentamos.

Esto no es un argumento contra el uso de la fuerza. Se trata más bien de cuestionar cómo emplear la fuerza sin crear nuevas jerarquías, nuevas formas de opresión sistemática.

Taxonomía de la violencia revolucionaria

La imagen de la guillotina es utilizada como propaganda por la típica organización autoritaria que se sirve de esta particular herramienta. Cada herramienta implica formas de organización social necesarias para su empleo. En sus memorias, Bash the Rich, Ian Bone, veterano del periódico Class War, cita a John Barker, miembro de Angry Brigade, al afirmar que “los cocteles molotovs son mucho más democráticos que la dinamita”, sugiriendo que debe analizarse cada herramienta de resistencia en función a cómo estructura el Poder. Criticando el modelo de lucha armada, adoptado por grupos jerarquizados y autoritarios en la Italia de los 70, Alfredo Bonanno y otras insurreccionalistas enfatizan que la emancipación sólo será alcanzada a través de métodos de resistencia horizontales, descentralizados y participativos.

Es imposible hacer la revolución sólo con la guillotina. La venganza es la antecámara del Poder. Quien quiera venganza necesitará de un líder. Un líder que le conduzca a la victoria y que restablezca la justicia herida”

Alfredo Bonanno, El Goce Armado

Una multitud que se rebela puede defender una zona autónoma o ejercer presión sobre las autoridades sin necesidad de algún liderazgo jerárquico y centralizado. Cuando esto no puede ser posible —cuando la sociedad se ha dividido en dos bandos dispuestos a eliminarse el uno al otro a través de medios militares— no puede hablarse ya de revolución, sino únicamente de guerra. La premisa de la revolución es que la subversión se puede extender dentro de las líneas enemigas desestabilizando posiciones fijas, debilitando las alianzas y asunciones que apuntalan la autoridad. Nunca deberíamos tener prisa por iniciarla transición de la iniciativa revolucionaria a la guerra. Hacerlo reduce las posibilidades más que expandirlas.

Como herramienta, la guillotina da por hecho que es imposible transformar las relaciones con el enemigo y que sólo es posible abolirlas. Es más, la guillotina asume que la víctima se halla plenamente subyugada al Poder de quienes la emplean. La guillotina es un arma diseñada para los cobardes, si la contrastamos con los actos de valentía colectiva experimentados en levantamientos populares, pese a todas las adversidades.

Al rechazar la matanza al por mayor de nuestros enemigos, dejamos abierta la posibilidad de que algún día se unan a nuestro proyecto de transformar el mundo. La autodefensa es necesaria, pero siempre que podamos debemos asumir el riesgo de dejar con vida a nuestros enemigos. El no hacerlo garantiza que no seremos mejores que los peores que existan entre ellos. Desde una perspectiva militar, esto es una desventaja; pero es el único camino si de verdad aspiramos a la revolución.

Infundir esperanza a la mayoría oprimida y temor a la minoría opresora, este es nuestro cometido. Si hacemos lo primero e infundimos esperanza a la mayoría, la minoría habrá de temer esa esperanza; no queremos asustarles de otro modo: no es venganza lo que queremos para los pobres, sino felicidad; porque en efecto, ¿qué venganza podría tomarse por tantos miles de años de sufrimientos de la gente empobrecida?”

William Morris, “Cómo vivimos y cómo podríamos vivir”

Por tanto, repudiamos la lógica de la guillotina. No queremos exterminar a nuestros enemigos. No creemos que la manera de crear armonía sea eliminar a toda persona que no comparta nuestra ideología. Nuestra visión es un mundo en el que quepan muchos mundos. Como dijo el subcomandante Marcos: un mundo en el cual la única cosa que no sea posible sea dominar y oprimir.

El anarquismo es una propuesta para quien se interese en cómo mejorar nuestras vidas: trabajadores y desempleadas, gente de todas las etnias, géneros y nacionalidades —o carentes de ellas—, ya sean pobres o millonarias. La propuesta anarquista no trata de proteger los intereses de un grupo frente a los de otro: ni se trata de una forma de enriquecer a la gente pobre a expensas de los ricos, o de hacer poderosa un grupo étnico, nacionalidad o religión en detrimento de otras. Esta forma de pensar es de la que estamos intentando escapar. Todos los “intereses” que supuestamente caracterizan a las diferentes categorías de gente son producto del orden prevaleciente, y deben ser transformados junto a éste, y no preservados o consentidos.

Desde nuestra perspectiva, incluso las posiciones más altas de riqueza y de Poder disponibles en el orden existente no tienen ningún valor. Nada de lo que nos ofrece el Estado y el capitalismo tiene valor alguno. Proponemos una revolución anarquista en base a que se satisfagan los anhelos que el orden existente no puede satisfacer: el deseo de aportar a nosotras y a nuestros seres queridos, sin que sea a expensas de otras personas, el deseo de ser valoradas en base a nuestra creatividad y carácter, y no en base a cuánto lucro podemos generar, el anhelo de estructurar nuestras vidas alrededor de lo que es profundamente alegre y gozoso en lugar de en torno a imperativos de competitividad.

Proponemos que todas las personas que habitamos el planeta hoy, podríamos vivir —si no bien, al menos mejor— en armonía y progresar, si no fuéramos forzadas a competir por el Poder y los recursos en las maniobras de suma cero de la política y la economía.

Que sean antisemitas y otros intolerantes quienes describan al enemigo como un tipo de gente, personificando como el Otro al que todos temen. Nuestro adversario no es un tipo de ser humano, si no la forma de relaciones sociales que imponen el antagonismo entre pueblos como modelo fundamental para la política y la economía. Abolir la clase dirigente no significa guillotinar a toda persona que posea un yate o un penthouse; significa hacer imposible que cualquier persona pueda ejercer de forma sistemática un Poder coercitivo sobre otra. Cuando eso ocurra, ningún yate o penthouse quedará vacío por mucho tiempo.

En relación a nuestros adversarios inmediatos —aquellos seres humanos que están determinados a mantener el orden existente a cualquier precio— aspiramos a derrotarlos, no a exterminarlos. No obstante, por muy egoístas y rapaces que puedan parecer, al menos algunos de sus valores son similares a los nuestros, y la mayoría de sus errores —como los nuestros— derivan de sus miedos y debilidades. En muchos casos se oponen a las propuestas de izquierda precisamente por medio de lo que es intrínsecamente incoherente en ellos, como, por ejemplo, la idea de promover la comunión de toda la humanidad por medio de la coerción violenta.

Incluso cuando estamos en medio de un enfrentamiento físico con nuestras adversarias, debemos mantener una profunda fe en su potencial, ya que algún día esperamos relacionarnos con ellas de una forma diversa. Como aspirantes a la revolución, esta esperanza es nuestro recurso más valioso, el fundamento de todo lo que hacemos. Si el cambio revolucionario debe extenderse a toda la sociedad y a todo el mundo, aquellas contra las que luchamos hoy tendrán que luchar junto a nosotras mañana. No predicamos la conversión a golpe de pistola, ni pensamos que persuadiremos a nuestras adversarias en un mercado abstracto de ideas. Más bien, aspiramos a interrumpir las formas con las que el capitalismo y el Estado se reproducen actualmente, mientras manifestamos las virtudes de nuestra alternativa de forma inclusiva y contagiosa. No existen atajos cuando se trata de cambios duraderos.

Precisamente porque a veces es necesario emplear la fuerza en nuestras luchas con los defensores del orden existente, es especialmente importante que nunca perdamos la perspectiva de nuestras aspiraciones, nuestra compasión y nuestro optimismo. Cuando nos vemos compelidas a usar la fuerza coercitiva, la única justificación posible es que sea un paso necesario de cara a crear un mundo mejor para todas —incluyendo a nuestras enemigas, o al menos a sus hijxs. De otra manera, corremos el riesgo de convertirnos en los próximos jacobinos, en los próximos corruptores de la revolución.

“La única venganza real que podríamos tener sería la realizada a través de nuestros propios esfuerzos para dirigirnos hacia la felicidad”

William Morris, en respuesta a los llamamientos de venganza por las agresiones policiales a las manifestantes en Trafalgar Square.

La guillotina no acabó su recorrido al concluir la Revolución Francesa, ni cuando fue quemada en la Comuna de París. De hecho, hasta 1977, en Francia ha sido empleada como un medio del Estado para ejecutar la pena capital. Una de las últimas mujeres guillotinadas en Francia fue ejecutada por realizar abortos. Los nazis guillotinaron alrededor de 16.500 personas entre 1933 y 1945 —una cifra similar a las personas asesinadas durante el culminación del Terror en Francia.

Algunas de las víctimas de la guillotina:

Ravachol (François Claudius Koenigstein), anarquista.

Auguste Vaillant, anarquista.

Emile Henry, anarquista.

Sante Geronimo Caserio, anarquista.

Raymond Caillemin, Étienne Monier y André Soudy, todos anarquistas participantes en la Banda Bonnot.

Mécislas Charrier, anarquista.

Felice Orsini, quién intentó matar a Napoleón III.

Hans y Sophie Scholl y Christoph Probst —miembros de la Rosa Blanca, una organización juvenil antifascista clandestina activa en Munich en 1942-1943.

“Soy anarquista. Nos han colgado en Chicago, electrocutado en Nueva York, guillotinado en París y estrangulado en Italia, yo iré con mis compañeros. Rechazo su gobierno y su autoridad. Abajo con ellos. Hacer lo peor. Larga vida a la anarquía”

 

Crimethinc

[1]Como viene relatado en el periódico de la Comuna de París:

El jueves, a las nueve de la mañana, el 137º batallón perteneciente al undécimo distrito, se presentó en la calle Folie-Mericourt; incautaron y tomaron la guillotina, hicieron trizas la horrorosa máquina, y la quemaron ante el aplauso de una inmensa multitud. La quemaron al pie de la estatua del defensor de Sirven y Calas, el apóstol de la humanidad, el precursor de la Revolución Francesa, al pie de la estatua de Voltaire.”

Esto fue anunciado más tarde mediante la siguiente proclama:

Ciudadanos;

Nos han informado de la construcción de un nuevo tipo de guillotina encargada por el odioso gobierno [el gobierno republicano de Adolphe Thiers], una que es más rápida y más fácil de transportar. El Sub-Comité del distrito undécimo ha ordenado el decomiso de estos instrumentos serviles de la dominación monárquica y ha votado que la destruyan para siempre. Por lo tanto, serán quemados a las diez en punto del 6 de abril de 1871, en la Plaza de la Mairies, para la purificación del distrito y la consagración de nuestra nueva libertad”.

[2]Como hemos argumentado en otros lugares, fetichizar “el gobierno de la ley” sirve con frecuencia para legitimar atrocidades que de otra manera serían percibidas como abominables e injustas. La historia muestra una y otra vez cómo el gobierno centralizado puede perpetrar la violencia en una escala mucho más grande que cualquier cosa que se levante en el “caos desorganizado”.

[3]De forma nauseabunda, al menos un contribuyente a la publicación Jacobin ha incluso intentado rehabilitar a este precursor de los excesos del estalinismo, con la pretensión de que una religión oficiada desde el Estado podría ser preferible al ateísmo autoritario. La alternativa tanto a las religiones autoritarias como a las ideologías autoritarias que promueven la islamofobia y cosas similares, no es la imposición de una religión por un Estado autoritario, si no la construcción de solidaridad de base en torno a las líneas políticas y religiosas de defensa de la libertad de pensamiento.

El movimiento anárquico en su especifidad

A mediados del año 1800, el anarquismo adquiere su fisionomía precisa que lo distinguirá de todas las otras corrientes del socialismo y del recién nacido marxismo.

El proceso de adquisición de su especifidad se articula aproximadamente en una década, se da dentro del ámbito de la “competición” entre los diversos posicionamientos del socialismo, pero también en el ámbito de la lucha de clases, tras adoptar organizaciones proletarias internacionales, anteriormente esporádicas y locales (en 1864, si no me equivoco, se constituye la Asociación Internacional de Trabajadores —en francés AIT— mejor conocida como Primera Internacional).

Un paréntesis teorético que abrirá perspectivas de acción a gran escala para comienzos del año 1900, pero hasta entonces limitará su influencia tan solo a algunos revolucionarios (Bakunin, uno de ellos), entre los años 1840 y 1850, debido al posicionamiento de Max Stirner, filósofo alemán de la izquierda hegeliana y profundo conocedor del socialismo elaborado por Feuerbach, Marx, etcétera.

El libro de Stirner, El Único y su propiedad (solo escribió ese libro, siendo sus otros trabajos artículos para publicaciones o revistas), es una crítica radical y precisa a los fundamentos desde los que se posiciona el materialismo socialista.

Lo que Stirner evidencia es la pérdida total de la unicidad, es decir del individuo concreto, de la auténtica subjetividad humana específica e irrepetible, en los meandros de lo absolutamente ajeno a cada persona.

Cuando los socialistas hablan de humanidad, de pueblo, de clase, y de los intereses de los unos y de los otros, cambian los términos de la problemática real para conseguir la liberación: hacen desaparecer al individuo al constituir causas ajenas y enemigas de los mismos.

La unión de individuos, con similares condiciones, que luchan por reafirmar su libertad propia, termina por ser una causa ajena a ellos mismos, si es que no se reconocen las peculiaridades de cada uno, que son, al menos en parte, diferentes a las de los demás, por tanto sustancialmente únicas.

Según Stirner, existe siempre la posibilidad de encontrarse con alguien al cual unirse, sin que eso implique abrazar una sola bandera. Descubre en la obra de Feuerbach (que pretendía alcanzar la “verdadera humanización” del hombre superando la alienación en Dios, y edificando otra humanidad) un nuevo proceso alienante —que aleja de sí mismos a los individuos y representa la base de las tendencias socialistas y comunistas— Stirner entrevé en ello la aspiración a homogeneizar a las personas.

El posicionamiento stirneriano probablemente influyo en el desarrollo del pensamiento de Bakunin, que lo ha insertado, despojado de sus elementos hegelianos exteriores, en una síntesis anárquica global atenta en no perder de vista la centralidad del individuo.

Pero será solo a finales del siglo XIX, y a los comienzos del XX, que la obra de Stirner, tendrá de nuevo amplia circulación, retomando la importancia que le corresponde en el movimiento anárquico, privada de los daños que mientras tanto habían hecho sus detractores.

La particular atención que el anarquismo pone en el individuo, en específico el posicionamiento acerca del Poder, marcará el camino que llevará al movimiento a distinguirse claramente de las otras corrientes del socialismo y del marxismo.

El enfrentamiento más evidente y determinante se dará en el seno de la Primera Internacional.

La Asociación Internacional de Trabajadores se constituye en Londres, en el ámbito de los movimientos obreros europeos, de aquí que el momento organizador y el plan de las luchas que se organizan a nivel internacional no pueden sino reflejar, en su genericidad, todas las variantes del mismo socialismo.

Cada grupo, cada traducción de los Estatutos de la AIT, entendía a su manera tal genericidad, aunque en realidad los Estatutos mismos subrayaban el reconocimiento a la diversidad.

De todos modos, el enfrentamiento se da porque:

  • Mientras que para los anarquistas la organización no podía sino reflejar las exigencias y las tensiones de diversos grupos adherentes —por lo cual sus órganos, decimos institucionales, no podían tener funciones directivas ni tampoco sustituir a la asamblea general de delegados, ni adherentes— los marxistas, ligados sobre todo a componentes de la socialdemocracia alemana, sostenían lo contrario;
  • Por otra parte, la AIT tenía pleno sentido solo para los anarquistas en tanto concernía a las luchas económicas del proletariado, para su contraparte debía al contrario ocuparse de las batallas más propiamente político-electorales.

Las divergencias, una vez afloradas, no eran conciliables, así que mientras Marx con un golpe de mano trasladó desde Londres a Nueva York el Consejo General de la AIT con el fin de desviar la influencia de los bakuninistas, los anarquistas reunidos en una primera Conferencia en Rimini en 1871, y luego en otros sitios, mantuvieron los estatutos originales establecidos por la Asociación e intentaron mantener viva la Internacional Antiautoritaria, distinguiéndola de aquella que, en breve tiempo, moriría en los Estados Unidos y que identificarían como Autoritaria.

Constantino Cavalleri

Fragmento de El anarquismo en la sociedad postindustrial

Hasta el infinito por lo menos

Conflicto social e inquisición.
Del proceso a los 5 (más 1) de Barcelona.

La repetición seriada de una serie de acontecimientos y metodologías represivas en diversos y dispares lugares debe hacernos entender, de una vez por todas, que el mecanismo puesto en marcha por el Estado/Capital se rige siempre, y en todo lugar, mediante una serie de pautas estudiadas y preconfeccionadas de antemano. Algo que nosotros seguimos obstinados en llamar, quizá de una manera algo pomposa, “proyecto represivo”. Un proyecto orquestado desde los despachos y cloacas del dominio, cuya finalidad siempre ha consistido en erradicar todo atisbo de disidencia, toda posibilidad de acción real. Y no nos engañemos, un proyecto este, tan antiguo como el origen del Estado y las relaciones sociales que lo sustentan.

“Todo lo que no puede ser recuperado debe ser reprimido”.

Esta es quizá la frase que encabeza los manuales de formación de la Policía del Pensamiento (alias Brigada de Información, antes Político-Social). El que escribe jamás ha visto uno de estos manuales, ni falta que hace, pero el repetirse monótono de una serie de acontecimientos, habla por si solo.

El antagonista necesario.

En la sociedad del totalitarismo democrático la simulación y la ilusión forman parte activa de nuestra existencia. Simulación e ilusión de participación en las decisiones que afectan nuestra vida. Comunicación simulada y virtual, relaciones personales bajo el tamiz de la ilusión, virtualizadas, maquinizadas, o simplemente cortadas por los ritmos del trabajo y la sumisión cotidiana, y así un largo etcétera cuya enumeración preferimos ahorrarnos porque de momento no nos mueve ningún afán masoquista.

En un sistema de alineación y dominio como es la democracia la contestación debe ser de la misma manera ilusoria y simulada. No debe plantear riego alguno para el Estado/Capital que la sustenta. Debe ser por lo tanto en todo momento recuperable.

Alguien, tiempo atrás, planteó el símil de la vacuna: Al igual que un organismo vivo, el Estado/Capital necesita ser periódicamente inoculado con una serie de anticuerpos previamente debilitados, que a modo de vacuna, desempeñen una función preventiva, desarrollando una contestación concebida dentro de los límites democráticos (e inofensivos) de la protesta. El Estado/Capital salva el expediente y muestra su cara amable y permisiva.

El papel de oposición permitida lo desempeñan todo un conjunto de variopintas organizaciones y movimientos (desde partidos políticos hasta congregaciones cristianas, el etcétera sería también fatigoso). En definitiva, toda la izquierda institucional con su función desmovilizadora e integradora en los rediles del sistema.

El Estado no tiene ningún problema en tolerar, e incluso financiar, esta forma de oposición porque en definitiva no supone ningún riesgo para su existencia, al contrario, es una de formas de recuperar y encauzar un posible enfrentamiento.

Cuando la oposición rebasa los límites democráticos, cuando deja de representarse de forma ficticia es denominada con la palabra de moda: Terrosismo, antes se usaban otras como radical, violento…

Una imagen a la inversa.

Desde los pulpitos del poder se retransmite en directo el arresto de peligrosos terroristas, armados hasta los dientes, dirigidos por malvados cerebros desde sus celdas de aislamiento.
La imagen espectacular del terrorista construida por los Medios de Comunicación contribuye al mantenimiento de la paz social de la misma manera que la del policía.

El Estado presenta siempre esta falsa alternativa. O se le acepta o se le imita. O reformismo o banda armada jerarquizada. En definitiva, desde esta lógica lo que se viene a decir es que, quien pretende rebelarse no es más que un autoritario camuflado.
El mensaje que se difunde es que en democracia no existe rebelión posible, o pero aun, no debe existir, porque sin duda esta es obre de terroristas, violentos, radicales…

En diversos lugares y geografías el Estado está acusando a algunos anarquistas de constituir una banda armada jerárquica. La acusación, así entendida, va más allá del mero intento de cerrar la boca a un puñado de anarcos que molestaban demasiado.

Lo más sorprendente de todo esto es que la acusación de banda armada que esgrime el Estado y la judicatura habla de una organización jerárquica, militar, con dirigentes y dirigidos. Justo lo que los anarquistas rechazan. La concepción que los anarquistas tienen del conflicto social está a años luz de la visión cerrada y jerárquica de una banda armada así constituida.

Aun cuando un anarquista utilice las armas, usemos un poco la imaginación, aun cuando todo los anarquistas del planeta hubiesen, además de escrito panfletos, discutido, hecho el amor, pegado carteles, insultado a algún policía, usado las armas, ni siquiera esto haría de ellos una banda armada.

Los anarquistas rechazan de entrada la concepción militar del conflicto social impuesta por el Estado, no se reconocen en ninguna estructura u organigrama jerárquico. La única “banda armada” a la que pertenecen es a la de los explotados.

A los anarquistas no les suele despertar demasiada simpatía ni los profesionales de la política ni los del militarismo, aunque se digan revolucionarios.

El boicot, la expropiación, la autoorganización y el sabotaje son siempre armas al alcance de los explotados.

Terrorista es el Estado.

Quien no tiene reparos en bombardear a la población civil, en torturar y secuestrar, para quien los muertos son solo cuestión de estadística o propaganda electoral, tanto en tiempos de guerra como en los de la llamada paz social, es sin lugar a dudas el Estado.
Por eso, lo repetiremos con la obstinación que nos caracteriza: Terrorista es el Estado. Y quienes tratan de imitarlo, quienes por lógica maquiavélica (lógica de Estado) son ya un Estado embrionario, en pequeñito (además cutre y salchichero, todo hay que decirlo).

Represión selectiva e intimidación generalizada.

Hace ya más de un año 6 anarquistas fueron detenidos a punta de pistola en la ciudad de Barcelona. Otro compañero logra escapar del cerco. Cuatro años antes una de las instituciones del proyecto represivo, la Europol, ponía en marcha su archivo de identificación. El nombre de los 6 de Barcelona terminó sin duda por acabar figurando en él.

Lo que ha venido después es de sobra conocido.
No se ha buscado solamente encerrar a unos cuantos anarquistas que resultaban ya demasiado incómodos, se ha buscado (y en parte se ha logrado) inmovilizar toda posible muestra de solidaridad.
La modalidad en que fueron difundidos los arrestos, las acusaciones presentadas, la tortura física y psicológica con las que se consiguió las auto-inculpaciones, buscaban única y definitivamente difundir el terror de forma generalizada.

La operación represiva fue desarrollada de forma selectiva, quitando de en medio aquellos anarquistas más molestos y difundiendo el terror como una mancha de aceite, no solo en los círculos más próximos a los detenidos, sino entre todos los medios antiautoritarios.
Golpear duramente para que el resto aprenda.

Y este golpear duramente pasa por la construcción de una serie de acusaciones prefabricadas y equitativamente distribuidas durante los cinco días de asilamiento de la ley antiterrorista. Desde acusaciones tan bizarras como “conspiración para el asesinato” del cacareador Luis del Olmo, hasta unas simples pedradas a entidades bancarias y ETT’S, pasando por la proyección de varios atracos de autofinanciación.

Perfiles concretos tienen ya asignada la etiqueta de culpable. Para el Estado cualquiera puede serlo. Basta no agachar sumisamente la cabeza ante el orden establecido.

Acusaciones como “conspiración para el asesinato” o la presencia del juez mitómano Baltasar Garzón, que inicialmente les tomó declaración, son enviados a modo de aviso a la totalidad del movimiento anarquista, entendido este en su más amplio sentido.

En estos días hubo quien se defecó encima (el que escribe, por ejemplo), quien hizo inventario de conocidos para ver si entre ellos había algún expediente comprometedor, quien negó y renegó, antes de que cantará el gallo, su pasado más reciente, quien temió por la ilegalización de su “camarilla sindicalera”, quien dijo que se veía venir, y demás miserias por el estilo…

El Estado consiguió su objetivo: asilar a los detenidos, inmovilizar a los de afuera e impedir toda posible respuesta. Se difunde así la idea que la única oposición posible es la ilusoria.

A modo de cronología.

Desde que la Europol desplegará sus tentáculos en la geografía ibérica y adiestrará a las instituciones hispanas, algo menos avezadas en esto del anarquismo que sus homónimos italianos, se ha pretendido a todas costa endosar la acusación de banda armada por sus repercusiones judiciales, y no solo. Ha habido tiempo e intentonas suficientes para confeccionarla.

En febrero de 2000 se celebra el foro internacional de directores de policía en Madrid. La Europol pone en marcha su andadura con una importante presencia hispana desde un inicio.

En noviembre de 2000 dos personas diferentes ligadas a las iniciativas de solidaridad con las luchas de los presos son detenidas en Madrid. Desde un primer momento se baraja la acusación de banda armada para la persona que pasará casi un año en prisión preventiva. La acusación no se sostiene, a pesar de ello la fiscalía solicita 22 años de reclusión. La primera vista oral del proceso se ha saldado con una condena de 4 años por posesión de explosivo, a pesar de que Eduardo García siempre ha declarado que aquella bolsa la deposito allí la propia policía.

En octubre de 2001 detenciones de anarquistas y antiautoritarios en Madrid y Oviedo. Sale a la luz por vez primera la definición de “Triángulo Anarquista del Mediterráneo”. Las acusaciones no llegan ni tan siquiera a la fase de instrucción tras una semana de prisión preventiva.

Un año después en Valencia 4 jóvenes serán detenidos tras los incidentes relacionados con el desalojo de un espacio ocupado. Las acusaciones serán de “asociación ilícita” y “daños terroristas” . Los cargos se verán desestimados.

En febrero de 2003, otros 3 anarquistas serán detenidos en Barcelona (Villadecans) y otro más en Almería. Como en ocasiones anteriores dirige el proceso la Audiencia Nacional. El señor Garzón sale a la palestra. No es la primera que este ilustre juez dirige su atención hacia el ámbito anarquista, había hecho ya sus pinitos con el sumario de ilegalización de la organización Cruz Negra Anarquista.En este sumario la CNA era citada como una hipotetica cantera de los GRAPO, la única persona que pasando por CNA ha tenido que ver algo con los GRAPO fue un guardia civil infiltrado, hechos comprobados además. Decimos sumario porque nunca se llegó a abrir un proceso de ilegalización por estos hechos, además señor Garzón, como va usted a ilegalizar algo que no tiene estatuto legal.

A finales de junio de ese mismo año más de 60 personas son detenidas cuando participaban en una manifestación anarquista contra ministros de la UE en Tesalónica (Grecia), las primeras y confusas noticias que llegan desde Grecia es que para algunos de los detenidos se pudiera estar barajando la acusación de banda armada.
En julio, 4 anarquistas serán detenidos en Valencia nuevamente. De nuevo el espectro de la acusación de banda armada. De nuevo la aplicación de la ley antiterrorista. Dos compañeros encarcelados. Al final las acusaciones de “asociación ilícita” y”banda armada” se desestiman. Todo se deshincha, a pesar de ello Amanda continúa encarcelada.

La operación de septiembre de 2003 recoge y perfecciona todos los ensayos posteriores: 5 encarcelados, un compañero en busca y captura, y otro anarquista más procesado pero en la calle.
De nuevo la Audiencia Nacional. Aplicación de la ley antiterrorista. Autoinculpaciones, y todo resuelto.

Después de un año de prisión preventiva los compañeros declaran ante un nuevo juez, Fernando Grande Marlaska, a primera vista un juez relativamente joven, deseoso de hacer currículum.

La acusación de “conspiración para el asesinato cae”. La acusación más grave es la de pertenencia a banda armada, que reproduce los esquemas ampliamente difundidos: Un grupo jerárquico, para algunos media el líder era Rafa, para otros Joaquín; conexiones con peligrosos presos F.I.E.S (Claudio Lavazza), y la habitual campaña e atentados que las fuerzas de seguridad han sabido evitar.

Lo más incompresible de todo este asunto es el nombre que los mercenarios y torturadores en toga han dado a la hipotética organización a la que pertenecerían los compañeros de Barcelona: “Movimiento Anarquista Libertario de la Extrema Izquierda”. Además de redundante, contradictorio. Los anarquistas hemos afirmado hasta la saciedad, en cientos de opúsculos, libros y publicaciones, que la izquierda, aun cuando sea extrema izquierda, es solamente un apéndice del Estado, la izquierda del capital como dijeron otros. Pero en fin, que le vamos a hacer señor juez, usted de eso no sabe nada…
Otra cosa desconcertante es que según los jueces a pesar que el organigrama de la organización fuese jerárquico, las responsabilidades penales (posesión de armas, hechos concretos, etc…) se deben de repartir de forma asamblearia pues estamos hablando de anarquistas. La maquinaría procesual alcanza un grado de refinamiento inquisitorial. O una cosa u otra, pero no pueden ser las dos cosas a la vez señor juez…

Ningún juez, ningún periodista, personas estas acostumbradas a obedecer podrán comprender que existan personas que se organicen baja el rechazo de toda autoridad y jerarquía, siguiendo las lazos de la propia afinidad. Es algo que rebasa sus límites de comprensión.
El 4 de octubre de 2004 alguien tiene la interesante idea de tirar unos cócteles molotov a la comisaría de Vía Layetana de Barcelona, en celebración de los Santos Custodios, patrón de la Policía. Tres chavales serán detenidos. La Brigada de Información presiona para que las acusaciones sean tramitadas por la Audiencia Nacional. El juez decreta 10 días de reclusión en una cárcel de menores para dos de ellos. Finalmente la prisión preventiva se hará efectiva de forma incondicional. Los chavales pasarán 2 meses en la prisión de menores de Trinidad (Barcelona).

¿Por qué los anarquistas?

¿Y quién si no? Los anarquistas se obstinan en continuar hablando de posibilidad de revuelta, de insurrección. Son los únicos que no aceptarían ningún acuerdo con politicantes presentes o futuros. Aun cuando a veces estén demasiados ocupados en ponerse etiquetas y diferenciarse los unos de los otros. No aceptan ser marioneta de nadie, y por ello despiertan la simpatía de aquellos a los que siempre les toca llevar la peor parte. Y por eso molestan. Por eso se les encierra, aquí en Italia, en Alemania. Por eso se los espía, se registran sus domicilios, se les da un repaso hasta que se autoinculpen de lo que sea. A veces, las tuercas se aprietan más de lo recomendable y misteriosamente salen volando de alguna ventana de comisaría.

A los anarquistas ni se les entiende ni se les quiere entender, un puñado de intolerantes con un sueño romántico en la cabeza. Pero si su mensaje se viese ampliamente difundido podría ser peligroso teniendo en cuenta los tiempos que corren.
Podrían ser incluso no tan peligrosos, pero eso nunca se sabe, como dijo un viejo compañero.

Lógica Inquisitorial.

Términos jurídicos como “culpable” e “inocente” son definiciones a preciadas por quienes han asimilado los valores impuestos por el sistema.

La lógica inquisitorial distribuye roles y escenografías, como en un guión tantas veces repetido, está el papel de malo, el de inocente, el de mediador. Algunos de ellos, previamente asumidos, terminan por situarte al otro lado de la barricada.

La solidaridad no significa adherirse a priori a una serie de planteamientos, compartir todos o algunos los planteamientos de los detenidos, nunca se ha pedido esto. Pero sin duda, la solidaridad pasa por no asumir los papeles impuestos por el sistema y su aparato represivo.

Cómo fabricar un proceso.

Varios y dispares son los métodos usados por el Estado para combatir la disidencia. Los anarquistas suelen ser, cuando se lo proponen, una disidencia bastante molesta.

El Estado Italiano ha puesto de moda la figura del “supuesto arrepentido”, del “colaborador de justicia”. Así lo hemos recientemente visto con la “conejillo de indias” Namsetchi Modjdeh en el denominado Proceso Marini. Pero esta práctica tiene ya un largo y dilatado bagaje que se inicia en los años 80 con el infame Enrico Paghera en el proceso contra varios anarquistas acusados de pertenecer a una organización denominada Acción Revolucionaria.
El Estado Español no se anda tanto con miramientos y prefiere la opción (más rápida y menos costosa) de la autoinculpación. Y para conseguir una autoinculpación ya sabemos que métodos hacen falta.
Al acusado, reo y confeso, no le queda otra defensa posible que la de abjurar de su herejía. De la Santa a la Democrática Inquisición. Cambian las formas pero permanece el contenido.

¿Más allá de la condena cotidiana qué?

Más allá de la condena cotidiana la lucha libertaria, la agitación la solidaridad con los compañeros detenidos, la creación de espacios enfrentados a la existente, la revuelta, la propaganda por los hechos y la palabra, la autoorganización, el sabotaje, la poesía, la insurrección, la anarquía.

Y ya sabéis, la anarquía es caos, y caos nunca murió.

Incombustible.

Ediciones Conspiración

¿Acabar con la humanidad para acabar con el dominio? Sobre la corriente misantrópica en entornos anárquicos.

“Los humanos son una enfermedad. Son el cáncer de este planeta. Son una plaga. Y nosotros somos la única cura”

(Agente Smith-Matrix)

En su momento ya bosquejamos una crítica (1) a la tendencia ecoextremista y a varios de sus derivados, particularmente sobre aquellas características autoritarias y la defensa a un pensamiento sagrado cuasi-religioso que, como antiautoritarixs, tanto asco nos produce.

La elaboración de aquel artículo buscó centrarse principalmente en aquellos aspectos que nos parecían claves a profundizar para develar la reproducción de aquello que despreciamos profundamente, pero sin lugar a dudas no fue lo único que se ha escrito. En simultaneo, desde distintos territorios, se ha seguido reflexionando y criticando a la especificidad del ecoextremismo(2) en sus distintas versiones. Escritos que lejos de buscar mostrar un anarquismo bueno, positivo o ciudadanista, persiguen afilar el ejercicio de praxis anárquica ofensiva.

En este escrito buscaremos profundizar sobre otro aspecto que podemos identificar en esta misma tendencia, pero que para ser honestxs, también la excede con creces. No nos centraremos en algún grupo, revista, página web, publicación o sigla promocional en específico sino que a una forma de comprender y de referirse sobre este mundo. Estamos hablando de la tendencia misantrópica y sus derivados.

No es menos cierto que a la hora de abordar estas temáticas una sensación de absurdo nos invade en el propio ejercicio de plasmar en el papel y sistematizar aquella serie de ideas, visiones o sentires que se manifiestan contrarios a la humanidad y al ser humano(3). De cualquier forma, nos esforzaremos ya que consideramos relevante la arista misantrópica, debido a las innumerables tensiones generadas al interior de espacios anárquicos y la expansión de estos planteamientos como supuesta radicalidad.

Se hace necesario constatar la amplia – más no profunda- difusión de esta tendencia representada, principalmente, en consignas de lugares comunes tales como: Humano Plaga, Humano Basura o Anti-humano. Estas expresiones son posibles de observar en discursos, textos, músicas, consignas, rayados callejeros, murales, actitudes, comentarios, entre tantas otras cosas. Sumado a la difusión de la fraseología en cuestión, es posible observar cierta lógica de desprecio por cualquier sujeto ajeno a lxs misántropxs, como también una desproporción a la hora de ejercer violencia aduciendo únicamente la condición de “humano” del adversario como argumento para incrementar la escala de confrontación, expresiones que se pueden observar tanto en situaciones cotidianas como en ataques indiscriminados.

La misantropía ha encontrado cierta aceptación en algunos de los espacios antiautoritarios en Chile, México, Argentina y España, por mencionar algunos lugares. Desde este espacio buscamos aportar a discutir y profundizar el tema para superar aquellas posiciones y estéticas de pretendida radicalidad que se expanden en medio de la falta de reflexión y escasa proyectualidad, haciendo que se digieran discursos como si de comprar las últimas mercancías de moda se tratase. Nuestro interés no lo ocultamos: buscamos que estas palabras se traduzcan en un aporte a la destrucción de este mundo, el ataque a la autoridad y la cualificación de nuestras negaciones.

¿Misantropía?: ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? Para evitar confusiones y buscando aclarar el punto que nos interesa reflexionar, vale la pena señalar que no nos referimos en ningún caso a la crítica a la tecnología, la civilización, el rechazo al especismo o antropocentrismo. Cuando nos referimos a las tendencias misantrópicas, necesitamos hacer una pausa para explicar su definición desde lo simple a lo complejo.

La misantropía puede ser definida etimológicamente desde el griego “miso”: “yo odio”, y “anthropos”: “hombre, ser humano”. Esta explicación, si bien nos da una importante pista, requiere ser profundizada ya que las palabras y sus significados poseen una trayectoria, uso, reapropiaciones y apropiaciones por parte de quienes la usen. Las tendencias misantrópicas no se refieren al rechazo de individuos concretos, a sectores, posiciones, actitudes, dinámicas de individuos o estadios de la humanidad, sino al ser humano en su conjunto. La humanidad en su totalidad y con cada una de sus expresiones es comprendida como algo despreciable que amerita el completo rechazo y negación.

Lejos de ser un pobre guión de película extraterrestre de bajo presupuesto, las ensoñaciones en que se expresa la misantropía dicen relación con el exterminio y la destrucción de la humanidad. En la actualidad, podemos encontrar referencias a estas posturas dentro de entornos ácratas, donde buscando dar un falso “salto”, ya no se plantean el combate al Estado, la autoridad o el dominio en su conjunto, sino que a la humanidad. Esta supuesta radicalidad se encuentra plagada de lugares comunes que no solo no profundizan nada, sino que comparten y coinciden en análisis con sectores históricamente reaccionarios.

Puede que estas expresiones sean completamente irrelevantes, a pesar de su extensión y nulo desarrollo, pero aun así tampoco podemos negar las referencias continuas que se hacen en varios círculos de compañerxs que, sin mayor profundidad o, inclusive, comprensión a la hora de repetir poses y consignas, posibilitan posiciones reproductoras de la autoridad que varixs combatimos.

Reciclando lógicas del dominio y la autoridad

Las expresiones misantrópicas han terminado reciclando los métodos del autoritarismo más clásico. Desde hace siglos, Tomas Hobbes ha sido uno de los autores y piedra fundamental para legitimar algunas figuras de autoridad, tal como el Estado o la propia sociedad. Hobbes acuña el conocido razonamiento de que “El hombre es el lobo del hombre”, para hablar de una supuesta naturaleza humana intrínsecamente dañina y en conflicto entre todos los sujetos. Ante este escenario se haría imprescindible conformar una institución que permita arbitrar las hostilidades permanentes del ser humano y los individuos. Es así como el Estado se levanta como parte del gran contrato social.

Los discursos más conservadores y clásicos son repetidos rítmicamente por los misántropos, la “naturaleza humana” es dañina y nefasta en sí misma. Compartiendo el diagnóstico dan una vuelta en la solución, ya no es necesario un Estado para constituir la sociedad, sino que la única solución posible y deseable es la destrucción de la humanidad para acabar con “todo mal”.

Al esencializar y naturalizar conductas se busca totalizar mediante concepciones morales para legitimar cualquier posición. Esta falacia se ha usado continuamente para construir o enarbolar distintos “proyectos” de sociedad o, en este caso, de exterminio de especie. Que el ser humano sea malo o bueno, es simplemente un mito filosófico para buscar construir proyectos, estructuras o designios, transformándose en el placebo y coartada justificativa de cualquier quehacer.

Las expresiones totalizantes sobre la humanidad de lxs misántropxs se reiteran desde distintos argumentos encajando perfectamente con lo planteado por Thomas Malthus. El diagnóstico parece que vuelve a compartirse con aquellos iconos del autoritarismo. La tristemente célebre teoría malthusiana, se cimienta en una supuesta ecuación que ha calado fuertemente en el llamado “sentido común”, donde se indica que el crecimiento de la población humana solo traería un empobrecimiento de la misma, llevando a su pronta extinción en la miseria. Malthus, cual Nostradamus, llegó incluso a indicar como fecha para la extinción de la humanidad para 1880 por la devastación de los recursos.

La lógica nos puede sorprender por lo familiar que suena con las expresiones misantrópicas y afines, pero, ya en su momento, Malthus proponía evitar el fin de la humanidad combatiendo la sobrepoblación, instando a los distintos Estados a tomar medidas sobre el control de la natalidad.

El control de natalidad por parte del Estado, ha tenido sus expresiones más brutales con la esterilización forzada de mujeres en distintos momentos históricos en todo el planeta, el cruce entre patriarcado, malthusianismo y dominio parece ser perfecto. Solo por nombrar algunos periodos de aquella brutalidad podemos encontrar la campaña lanzada por Alberto Fujimori en Perú, donde miles de mujeres indígenas fueron esterilizadas a la fuerza a finales de los 90 o en las distintas regiones de África, donde ha sido una medida recurrente cada tanto sobre las mujeres, a veces forzada y otras tantas mediante enormes campañas mediáticas y gubernamentales. La lógica es la misma: esterilizar a los pobres para combatir la pobreza de la humanidad. Celebraran los antihumanos: menos personas, menos humanos que pueblen la tierra.

Pero las premisas malthusianas obvian un hecho relevante y evidente, mejor dicho, lo naturalizan desde su propia lógica: la saturación del medio ambiente, las miserias, el saqueo y depredación de los “recursos” no se debe ni relaciona exclusivamente a la extensión de la población humana (consecuencia del avance de la civilización), sino también, y sobre todo, a su distribución (4). Es solo así como se puede explicar la cantidad de mercancías, bienes y alimentos que son destruidos día a día, que se acumulan y botan para mantener una creciente demanda con una baja oferta, factor fundamental del mercado.

El parecido similar de la lógica argumentativa entre las posturas misantrópicas con las de Malthus nos parece evidente, aun cuando generen conclusiones dispares. Para mantener la humanidad y sus recursos es necesario disminuir y controlar a la población más pobre/para el bienestar de la tierra es necesaria la destrucción de la humanidad, ya que ésta –por esencia-la depreda. Pareciera ser que las prácticas misántropas le hacen un flaco favor a esta forma de comprender el mundo: el problema se reduce a la cantidad de humanos.

Pero no solo el control de la natalidad se puede situar como un mecanismo por parte del dominio para manejar la población humana, también las grandes guerras han sido estudiadas y comprendidas además de pugnas de intereses, territorios o dominio por parte de los Estados, también –en un segundo orden- como una forma de mantener el control de la población que, cual mercancía transable en el mercado, tiene que ser destruida tras su acumulación para volver a reactivar la economía y los procesos productivos.

Las mismas expresiones, funcionamiento y lógica las podemos encontrar en el darwinismo social o en los planes eugenésicos. La especie humana se ve desde una óptica de totalidad que tiene que ser manejada, moldeada, destruida o proyectada por parte de aquellxs que se sitúan ajenxs, por sobre ella, para definir cuál es el bien, ya no solo del individuo, su entorno, la sociedad, sino de la especie completa o el planeta.

Hasta aquí hemos podido ir viendo cómo las posturas misantrópicas se han nutrido según dos órdenes de idea. Por un lado, adjudicar a la raza humana y su “naturaleza” todos los males posibles y, por otro lado, el inherente daño que como especie trae su sola existencia en el medioambiente. Es desde ahí que se levanta un rechazo al concepto de humanidad, rechazo que generalmente es más retórico que real, pero que algunas veces tiene sus repercusiones en prácticas reales que van desde el ataque indiscriminado o el desprecio absoluto por cualquier sujeto o expresión ajena al círculo inmediato.

Rastreando los recorridos de estas posturas misantrópicas, supuestamente nuevas y extremas, nos hemos podido encontrar con bizarras agrupaciones que desde hace años vienen promulgando en su delirio los mismos lugares comunes. Es así como “la Iglesia de la Eutanasia” o el “MEHV” (5) han desarrollado innumerables campañas y “activismo” compartiendo varios planteamientos de las actuales tendencias misantrópicas. No muy distintas de la cantidad de sectas religiosas que, imbuidas por delirios mesiánicos, se sitúan como los salvadores de la tierra desatando suicidios masivos o ataques indiscriminados a “los humanos”. Estas expresiones serían solamente una anécdota si no tuvieran directa implicación en cómo nos planteamos hoy por hoy la lucha, el combate, el enfrentamiento y, sobre todo, hacia donde apuntamos para el ataque.

Las referencias antihumanas pueden dar para bastante, por no decir todo, tales como la celebración de huracanes, tempestades, tsunamis, hambrunas o tiroteos en colegios. No nos sorprendería el enaltecimiento del tristemente célebre Carl Panzram, asesino, violador y torturador en serie durante 1920 en EEUU, quien reconoció que sus decenas de víctimas fueron elegidas aleatoriamente y al azar: “sólo importaba que fueran seres humanos (….) Odio a toda la raza humana. Disfruto matando y violando gente”, diría en su autobiografía. Sin lugar a dudas, poco de revolucionario, destrucción de la autoridad o liberación nos da estas expresiones, pero bastante de misantropía y rechazo a los seres humanos.

Por la permanente necesidad de afilar nuestras negaciones

Creer en dogmas inamovibles, permanentes, perpetuos para la destrucción del dominio es, simplemente, construir nuevos muros y estructurados esquemas que, como camisa de fuerza, comienzan a apretar solo cuando nos movemos.

Ante esta premisa, se nos plantea la urgente realidad de hacer nuestra la crítica permanente, sin quedarnos tranquilxs con las viejas consignas y modelos de lucha, pero también rescatando su experiencia, es que no nos interesa caer en el “consumo” de cualquier idea que revista cierta estética radical. Creer que las posturas misantrópicas son radicales por sus aspiraciones es simplemente desconocer el significado de radicalidad, que dice de apuntar a la raíz del problema. Pues entonces, la sola pregunta comienza a resultar absurda ¿Es la “Naturaleza” humana la raíz de la dominación? ¿Para liberarnos de la autoridad y las relaciones de autoridad resulta deseable la extinción de la raza humana?

Rechazamos los presupuestos misantrópicos por distintos motivos, además de la fuerte rima que tiene con conductas autoritarias de distintos periodos, creemos que situar una postura de lucha en base a un componente biológico nos hace caer en un determinismo aberrante, muy superior a aquellos que ya habíamos desechado. Para ahondar más en específico: el obrero no es revolucionario per se, ni la mujer, ni el inmigrante, ni el negro, como tampoco es el hombre o el blanco el opresor en sí mismo, sino que son las condiciones sociales en las que se han desarrollado y la decisión de cada individuo, sector o grupos las que lo hacen ocupar un lugar en la sociedad y en la red del poder: o mantenerlo o negarlo. Los determinismos biológicos solo nos pueden producir nuestro máximo rechazo porque restringen en nuestro análisis la voluntad del individuo a un mecanicismo básico, torpe y simplista, que impide comprender el complejo funcionamiento de la autoridad y, al mismo tiempo, coartan cualquier posibilidad de luchar, de confrontar y atacar el mundo de lxs poderosxs.

Situar una crítica al ser humano como especie, es naturalizarlo con determinadas características, totalizando a todos los individuos y eliminando completamente la voluntad, la decisión, la iniciativa individual y la posibilidad de ruptura que estos puedan tener. Pero además nos encontramos con una paradoja fundamental, que deseamos abordar con seriedad para superar la clásica reacción que, en más de alguna ocasión, se ha escuchado: “Que se suiciden ellos si son tan antihumanos”. La paradoja en cuestión dice relación con responder la siguiente interrogante ¿Desde dónde se desarrollan las posturas misantrópicas?, ¿Quiénes las levantan? No nos referimos a supuestas teorías de la conspiración que observan los tentáculos de la policía en todos lados, sino que, teóricamente, estas posturas de rechazo al ser humano se enajenan de su condición humana situándose como juez o árbitro en el conflicto. Ridículamente evidente es el hecho de constatar que quienes desarrollan las posturas misantrópicas son seres humanos. Pues entonces, ¿Cómo se explica tal paradoja? ¿Cómo es posible que se desarrolle? Creemos que el comprender que existen animales humanos y animales no-humanos permite y posibilita situarnos de una forma distinta con el entorno y resto de seres vivientes, donde todxs somos animales, pero las posturas misantrópicas no hacen referencia a estas comprensiones, sino que sostienen que es el animal humano el que tiene que desaparecer. El único malabar teórico/filosófico que puede ser esgrimido entonces, es el argumento de autoridad, donde, para elaborar estas posiciones, sea una necesidad el enajenarse del intrínseco mal que ven en el ser humano, para así sentirse afuera y ajenos a esta realidad. Esta enajenación de una condición biológica es, entonces, una forma cuasi religiosa de plantear autoridad para desarrollar la crítica.

Algunas corrientes dentro de las posturas misantrópicas deciden agregar el calificativo “humano civilizado”, intentando, supuestamente, situar las características específicas que se rechazan, pero prontamente reiteran sus totalidades contra “lxs humanxs” y, de igual forma, repiten las mismas lógicas que cuestionamos anteriormente.

En estos momentos se hace urgente que nuestra crítica sea permanente, buscando siempre agudizar nuestra negación a lo existente, superando las aparentes radicalidades, las novedades que buscan ofertarse en el nuevo supermercado de las tendencias, para así comprender y profundizar el conocimiento del dominio y las formas de atacarlo.

Por una praxis destructiva

Las continuas referencias a la naturaleza salvaje, a animales, no nos son ajenas, las hemos usado y seguimos usando en más de alguna ocasión, tanto en referencias literarias u otras, pero muy distinto es distinguir un binomio de “humano: malo” / “animal: bien”, y desde ahí situar una práctica política de lucha.

Para nosotrxs, la búsqueda de automatizar las relaciones, las experiencias, la normalización y esquematización de estas mismas, el encausar y degradar la vida a una repetición, no lo genera alguna esencia del ser humano, así nos lo ha demostrado la práctica cuando hemos observado distintos pueblos indígenas, cuando observamos las distintas posibilidades que han surgido a lo largo de la historia en las formas de relacionarnos, la creación de inciertos mundos nuevos, la experiencia y afinidad gestadas en la misma revuelta y conflicto, en distintos momentos, lugares y personas que nos recuerda y muestra que la capacidad creativa descansa en nuestras manos y no en una repetitiva condición “natural”.

Mijail Bakunin señalaba hace varios años que “El Estado es la negación de la humanidad”(6), aquella estructura e institución donde la autoridad se cristaliza con el dominio político sobre la vida de los individuos, es la que busca atacar y asfixiar cualquier rasgo o expresión humana, pero evidentemente para nosotrxs, y con la correspondiente extensión del dominio, es que el Estado lo podemos comprender solo como una expresión más del dominio y no su única forma.

Podemos ver distintas aristas que se superponen en la conformación de relaciones de poder, es así que varixs compañerxs han situado a la civilización como otra arista clave para comprender la articulación del dominio. Durante los 1970, Ted Kazynsky ya señalaba a la sociedad tecnoindustrial como la constructora de las miserias hacia la humanidad y no a la humanidad en sí misma como el enemigo a atacar.

“La Revolución Industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana. Ha aumentado enormemente la expectativa de vida de aquellos de nosotros que vivimos en países «avanzados», pero ha desestabilizado la sociedad, ha hecho la vida imposible, ha sometido a los seres humanos a indignidades, ha conducido a extender el sufrimiento psicológico (en el tercer mundo también el sufrimiento físico) y ha infligido un daño severo en el mundo natural. ” (7)

¿Es la sobrepoblación de la humanidad y su consecuente devastación ambiental un problema intrínseco a la especie humana? Claramente la conformación de grandes ciudades, el desarrollo de la tecnología, la ciencia, la lógica del progreso son elementos constituyentes de la civilización y un modo de vida que la alimenta, permitiendo y alentando la devastación ambiental, al considerar la tierra y el planeta como un recurso más que acumular y acaparar. Las ciudades, como construcciones, como lugares geopolíticos, nacen, se desarrollan y se fortalecen en post de hacer más eficiente el domino y conseguir mayores ganancias en su administración, de ahí que nuestra crítica al urbanismo tiene que ser destructiva en su totalidad. Pero es necesario subrayar que el problema no es la sobrepoblación, sino que ésta es solo una consecuencia de un sistema de vida que la produce y reproduce. En este sentido, siempre resulta válida la decisión de compañeras antinatalistas y el legítimo control sobre sus cuerpos como aspectos fundamentales para la recuperación del control sobre nuestras vidas, posiciones diametralmente distintas a la esterilización forzada y al control de la natalidad por parte del Estado. Acá no se trata de un culto a la vida o un humanismo renacentista, sino de saber afilar la crítica para identificar, no solo lo que nos oprime y su lógica, sino también nuestra capacidad de combatirla y no reproducirla.

Es en este mismo sentido que resulta relevante y un tanto majadero, que no se trata entonces de situarse en la “hermandad universal”, la fraternidad con cualquier sujeto, sino volver a valorar las decisiones y posiciones de los individuos y no alguna adscripción biológica y la valoración moral de su supuesta “naturaleza”. Solo así podemos comprender a lxs ciudadanxs y su pensamiento como sujetos con una posición específica y concreta en defensa de este mundo y sistema de vida, nuestro rechazo a su lógica viene justamente a sus posiciones, no a su “especie”, lo que equivaldría a ponernos a nosotrxs mismxs en un lugar distinto.

Es entonces que las represas, los tendidos eléctricos, las tóxicas metrópolis invadiendo cualquier rincón de la tierra, el horizonte plagado de edificios, las carreteras irrumpiendo en cualquier distancia, los psiquiátricos, cárceles y zoológicos, la locura y enajenación de nuestras propias vidas, las torturas de animales en laboratorios, la devastación de la tierra, la normalidad de cementerios, la realidad asfixiante de mierda, la lógica del progreso y la ciencia que nos sitúa como especie central, no son ni inherentes ni “naturales” a la humanidad, sino que expresiones claras y concretas del dominio, la autoridad y el ejercicio de poder. El ataque, entonces, se hace no solo necesario sino que urgente para demoler este mundo.

¿Hablamos entonces de promesas y construcción de un futuro? Pues desde el nihilismo se desprende un considerable aporte en este sentido, donde ya no se trata de presentar proyectos de mundos futuros, de esperanzas y/o alternativas que ofrecer. La conflictividad ácrata nace de la negación y confrontación de este mundo, de su oposición y rechazo completo y absoluto, sin ofrecer necesariamente una propuesta alternativa pauteada, pero también constata un hecho innegable, donde de lo que sí estamos segurxs es que en nuestras manos siempre se encuentra la capacidad creativa/destructiva para forjar nuevas relaciones y mundos posibles, del resto, solo nos espera lo desconocido y a lo que venga!

Tomado de la revista Kalinov Most, N°3, Revista Anarquista Internacional. Octubre 2018

(1) Tendencias salvajes misantrópicas: otras expresiones de autoritarismo y de pensamiento sagrado. Kalinov Most # 1, octubre 2017, pp 35-40

(2) Against Eco-Extremism : Mirror image of Civilisation & Religion.

(3) Las referencias que realizamos respecto a la “humanidad” para nosotrxs tiene relación con el conjunto de seres humanos y no a alguna abstracción del concepto que lo sitúe como un ente totalizante y homogeneizador por encima de los individuos y sus particularidades. No buscamos levantar una ensoñación por sobre otra.

(4) Necesario es reconocer el real y evidente aumento de la población humana sobre la tierra, pero la depredación y saqueo ambiental estaría más relacionada con el sistema de vida y orden social que extiende artificialmente la vida, teme a las enfermedades y muertes, más que solamente con el número de habitantes sobre el planeta. Creer en una relación directa entre individuos y consumo de recursos es partir de la base que el sistema satisface las necesidades de todos los sujetos que pueblan la tierra sin ver la acaparación y acumulación, elementos fundamentales de nuestra realidad. Por otra parte imprescindible es situar a la industrialización, su consumo desenfrenado e infinito que ve necesario devastar la tierra para mantener el frenético y absurdo ritmo de vida actual.

(5) Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria

(6) Bakunin, Mijaíl. 1997. Dios y el Estado. España: El Viejo Topo, p. 68.

(7) Kaczynski, Theodore. La sociedad industrial y su futuro., tesis #1.