Retomando nuestras vidas

“Retomando Nuestras Vidas” fueron una serie de charlas con Jean Weir en Hamburgo y Berlín, Alemania. Asistieron entre 50 y 100 personas. En Hamburgo se realizó en la “Rote Flora” un espacio anticapitalista que lleva mucho tiempo, y en Berlín se hizo en “Stadthaus Bocklerpark” un popular espacio deportivo. Lo que sigue es un fragmento de algunas de esas charlas.

Sabes qué… de cierto modo, creo que tenemos que examinar nuestras expectativas – porque estamos aquí – porque vivimos en un mundo de repeticiones y las cosas se suelen repetir, también con nosotros dentro del movimiento. Posiblemente esperamos, en cuanto aparece una compañera de cierta edad, que esta persona nos explique su forma de organizarse, y así reproducirla luego de describirla. No es el caso esta noche. Sólo intentaré comunicar un par de ideas dentro del contexto del ideal anarkista- bueno, hablaré del punto de vista de una anarkista- no tomaré por descontado que todo el mundo aquí es anarkista, pero obviamente estamos de acuerdo en que tenemos un enemigo común.

…El hecho de exteriorizar la violencia no significa que vamos hacia la revolución. Podría ser que el capital, en su necesidad de participación y control, nos ofrece momentos para expresar la violencia contenida y la frustración, así protege su esencia estructural y nos da un enemigo simbólico. Porque al fin y al cabo el policía es un símbolo del capital, no es el capitalismo, es una herramienta del capital. El banco es un símbolo de capital, el dinero es un símbolo del capital. Si atacamos el capital de manera destructiva el dinero se hace relativo. Si nos acercamos directamente al comunismo; no al comunismo del Estado, sino al comunismo sin jerarquía ni lideres, el dinero desaparece inmediatamente. Si llegamos a un momento en que la lucha insurrecta se hace realmente destructiva, tanto que destruya el funcionamiento del capital, el Estado pierde su consenso porque la gente empieza a organizar sus vidas directamente, los policías dejan de ser una cosa garantizada por el Estado y muchos de ellos saldrán corriendo. Porque, como ya sabemos, son cobardes. Son violentos, peligrosos y asesinos pero también son cobardes.

Así que, los problemas que tenemos pendientes son bastante urgentes, hay una urgencia en este asunto. Hay la necesidad de poder analizar la realidad de alguna manera- ¡mejor de lo que lo estoy haciendo esta noche!- hacer un análisis básico mínimo de la realidad que vivimos ahora en este momento, antes que se reduzca nuestro lenguaje, porque nuestro lenguaje se está reduciendo en todos los sitios. Se esta reduciendo en las escuelas, en el terreno social y en muchas de las áreas de las humanidades. No sé en Alemania, pero en Inglaterra se está eliminando de los estudios. Las ciencias ya se han vendido al capital por completo, y de aquí a nada no tendremos ni la capacidad de razonar y únicamente seremos reactivos.

…. Estamos perdiendo la capacidad de mirar a nuestro alrededor, evaluar algunos peligros y tomar la iniciativa y la responsabilidad, hasta una acción tan simple y sencilla (pero cada día mas peligrosa) como cruzar la calle. Cruzamos cuando nos dan permiso, cuando es legal, cuando tenemos (los peatones) el derecho legal para cruzar. De cualquier manera, solo es un apartado. La cuestión es que tenemos dos elementos opuestos delante. El viejo elemento de la cantidad, eso de que debemos ser muchos para poder movernos, para poder atacar. Afrontamos la elección entre cantidad y calidad. Tenemos fechas para la manifestación grande o la cumbre, o nos identificamos con una campaña- tipo ecología o anti-nuclear- y dentro de esa realidad nos encontramos otra vez con la elección de si queremos estar con mucha gente, lo cual requiere la formación de alianzas con diferentes tipos de grupos, si queremos encontrar calidad en nuestra lucha. Deseamos involucrarnos en una lucha con la calidad que decidamos, inventemos y experimentemos. Reconocemos que también necesitamos ser muchos si queremos luchar, atacar y destruir el capital. Eso, otra vez, es lo que tenemos que decidir, porque no todas las anarkistas quieren destruir el capital. En el pasado, no sé del presente, muchas anarkistas pensaban que el proyecto era crecer en cantidad como movimiento. Los obreros tomarían los medios de producción y se autogestionarían sin jefes ni esclavos: todo el mundo como iguales. Un tipo de anarko-sindicalismo digamos. Hay otra parte del movimiento que cree que nuestra falta de fuerzas es porque no estamos lo suficientemente “organizados”, y como no tenemos una organización fuerte, los esfuerzos de estos compañeros están dedicados a la consolidación de esa organización para hacerla crecer antes que podamos llegar al momento de atacar. Porque necesitamos a “la clase trabajadora” en nuestras organizaciones antes que podamos atacar. Pero si, como hemos visto, “la clase trabajadora” como clase consciente ha desaparecido entonces esta proyectualidad esta destinada a quedar tal como está.

Cuando decimos que la clase obrera ha desaparecido no estamos diciendo que ha desaparecido la explotación o que la gente ya no trabaja, sino que se ha cambiado la clase de productores en las cuales se basaron las antiguas teorías revolucionarias. El principal sector productivo de Europa es ahora el terciario, ha dejado de ser la producción primaria al convertirse en producción dirigida, una manera de organizar lo que viene de otros sitios; información, servicios e industria.

Está claro que también somos explotados, y por eso estamos aquí. Pero tenemos más, a parte de sentirnos explotados. Tenemos ideas, tenemos una visión de otro mundo, tenemos cierta claridad para ver las cosas como son, desde la cuestión social, tenemos capacidad de análisis y mucho más.

Si estamos de acuerdo en que no queremos éste mundo, que debemos destruir el trabajo, porque el trabajo no sólo nos esta destruyendo, sino que también está destruyendo el planeta entonces, en algún momento necesitaremos ser más en este proyecto. Así que pienso que el problema que debemos afrontar hoy, es como podemos funcionar de una manera eficaz, sin mediaciones, para atacar lo que sabemos que debe ser destrozado y a la vez ser muchos más. ¿Quienes son nuestros compañeros? ¿Buscamos compañeros dentro de los movimientos, en las enormes masas de gente que aparecen en las cumbres, o durante las fechas de la algunas manifestaciones de ecologistas, etc?, por supuesto que estarán algunos compañeros allí, ¿pero cómo encontrarlos? Si no nos interesa formar una organización visible con un nombre y una manera fija de funcionar, les encontramos actuando en grupos pequeños, actuando directamente en contra del capital, haciendo de algún modo que estos ataques se desarrollen y multipliquen. Acciones que son fáciles de identificar y reproducir. El ataque tiene que ser visible no sólo a los potenciales compañeros que estén ahí, sino a las demás compañeras potenciales que no vemos. Es posible que en este mismo edificio, en este momento, haya personas que sean nuestras compañeras. Esa es la clave, hay compas a nuestro alrededor, en esta ciudad, en cualquier ciudad y en este país. Nuestras compañeras están en todas partes.

….. Cuando una situación empieza a ser aplastante hay una muchedumbre, no una demostración política en la cual sabemos “quienes somos” (posiblemente no estamos todos juntos en una marcha pero sabemos quienes somos, nos reconocemos); aquí estamos en la muchedumbre, no conocemos a nadie. Esta es la situación que buscamos si estamos intentando destrozar al capitalismo. No tenemos el control, ni buscamos un proyecto de control. Ya vivimos en una situación de control: autocontrol en un nivel muy grande, y del movimiento.

Entonces, ¿cuál es la función de las anarkistas dentro de movimientos de masas insurrectos? pues, algunas anarkistas terminan implicándose en la lucha de masas; miles de egos actuando como uno. Ese es el momento de autogestión, no hay nadie organizándo desde fuera. Puede definirse, si quieren hacerlo así, como una insurrección. Pero si no actuamos, después de unos días, los problemas aparecerán dentro del movimiento de masas. Es posible que sea reprimido por las fuerzas represivas o cuando no se sabe hacia dónde se dirige el movimiento, ahí es cuando aparecen los líderes.

Pero si decimos que es momento de atacar y destruir lo que nos está destruyendo, que además acaba con nuestro futuro y toda perspectiva de futuro para nuestras hijas y sus hijos, entonces hay que desarrollar modelos que nos hagan posible extender la insurrección de una manera horizontal. Necesitamos experimentar con métodos que no sólo se basen en golpear objetivos, sino que además contengan a la organización mínima autogestionada.

Ese es el nudo en cuestión. ¿Qué podemos obtener de la realidad? como ya hemos dicho, nuestra teoría viene de la acción. Acción que se ha venido desarrollando desde los setentas, hasta hoy, por grupos pequeños. Podemos usarla como modelo organizativo a aplicar y atacar directamente al capital. Porque si estamos de acuerdo que hay una necesidad urgente de atacarlo, no hace falta esperar a nadie, no hace falta esperar consensos generales antes del ataque, aunque seamos pocos, no nos apetece atacar en la dimensión de una vanguardia minoritaria sino usando formas mínimas de organización que se puedan multiplicar. Es lo que suele llamarse grupo de afinidad, a falta de otra palabra mejor. No nos referimos a un grupo de afinidad en el contexto activista, donde miles o incluso millones de personas aparecen en un momento dado para una situación especifica, posiblemente una manifestación, digamos dentro de la esfera del ataque simbólico. Es simbólico porque no va mas allá que los días de acción. Así que se necesita eficiencia, hay que poder actuar inmediatamente y ser capaz de dividirse en grupos y en varios sectores. Y la gente, de una manera u otra, debería ser invitada a formar grupos de afinidad.

Cuando hablamos de grupos de afinidad no es, precisamente, amistad lo que deseamos referir. Queremos decir grupos de uno, dos, tres compañeros que deciden buscar conocimientos recíprocos el uno del otro. Deseamos superar el respeto a los derechos, diferencias, y a “las cosas de cada uno”, por eso es que dialogamos. Hablamos claramente de lo que nos pasa por la mente, de lo que queremos, empezamos a conocer las ideas de cada una, y quizás decidamos actuar juntos. La acción no necesita cincuenta páginas de explicación. No hace falta que lo firme un acrónimo. No hace falta que haya sido hecho en nombre del proletariado. No sintetiza la lucha entera, ni intenta continuarla. Toma un artefacto casero hoy, pequeñas armas mañana, y al día siguiente una metralleta, porque el objetivo es acercarse al enemigo; que casi siempre es la policía. El grupo de afinidad se concreta en pequeñas acciones; en este punto estas compañeras ya han transformado algo dentro de sí mismas, al nivel de conocimientos recíprocos y al conocer lo que están atacando. Básicamente, es sólo a través de la acción que nos conocemos a nosotros y a la realidad. Los compañeros que no conocemos, los desconocidos, pueden ver también una indicación para su lucha, porque el propósito no es acercar gente al movimiento anarkista, sino sobrepasar al movimiento con métodos anarkistas. Cuando digo anarkista me refiero a un antiautoritario, enemigo de jerarquías, que contiene el elemento de transformación, implicado en la lucha constante; sin esperar “plazos” para actuar, que posee elementos de permanente conflictividad, capaz de autogestionar la lucha y el ataque (no autogestionar la miseria de nuestra vida cotidiana).

Entonces, el siguiente punto es, y después voy a parar de hablar, el puente entre las acciones individuales de los grupos de afinidad y el llegar a los explotados en el contexto de una lucha especifica. Esto es lo que podemos llamar una lucha intermedia, no es la revolución sino un determinado objetivo, que en un momento dado una persona especifica está afrontando. Podría ser una base militar a punto de ser construida, una prisión rechazada por la gente, o cualquier cosa. Probablemente habrán muchas fuerzas refractarias, no solo anarkistas, sino comunistas, socialistas, sindicalistas, ecologistas…lo que sea. A todo eso, rechazamos el tipo de organización de “frente popular” y basándonos en un análisis de cuál es el objetivo especifico dentro del contexto de un sentido global -porque eso es lo que hace que el objetivo sea revolucionario- la cuestión gira entorno a los medios. Para nosotros los medios que usamos es lo importante en la lucha, no el resultado final- eso es relativo.

Empezamos con los medios de siempre, panfletos, charlas al aire libre, presencia en la calle, hablando con la gente de como vemos las implicaciones (sociales, económicas etc..) de la situación que sea, y hacer una propuesta organizativa, una propuesta organizativa de masas. Cuando digo masas no me refiero al número de personas, sino hablo en un sentido “no-político,” es decir, sin ningún partido político o sindicato dentro de la propuesta organizativa. así que, proponemos un tipo de entidad organizativa básica. En este momento no estamos hablando a las masas, estamos hablando a los pocos que han eliminado los sindicados y partidos como punto de referencia de su lucha. Los que quieren luchar directamente. No escondemos el hecho de que somos anarkistas: somos anarkistas pero no estamos intentando convertir a esa gente y hacerles formar parte del movimiento anarkista, sino queremos darles y usar, junto a ellas, métodos anarkistas, lo que quiere decir que tienen que ser autogestionados. Tienen que ser autogestivos, al mismo tiempo que se relacionan con otras estructuras autogestionadas de la misma lucha, sin pasar por la mediación de una entidad organizativa formal, aunque sea anarkista.

Debemos tener claro el objetivo del cual partimos, eso define toda la lucha intermedia, porque nuestro objetivo no es intentar solucionar todos los problemas que tiene la gente. Sabemos que en cualquier sitio donde hay una campaña para construir una prisión, un centro de internación para inmigrantes, o una base nuclear va a ser un lugar donde hay mucha gente sin trabajo, o posiblemente sin viviendas dignas…. los sitios donde construyen cosas así es donde existe más malestar social.

Pero necesitamos concentrarnos en el objetivo que queremos destruir, trabajando juntas con estas entidades básicas que podrían crecer de un día a otro -llegando, quizá, a ser miles de personas- y al final concretar el ataque. Es en el ataque en sí, en donde existe esperanza de que las cosas puedan extenderse mas allá del objetivo. Soy consciente que todo eso ha sido difícil de articular; el intentar dar una visión coherente a una propuesta de lucha que probablemente ya existe. Quiero decir, no conozco la situación acá, hay muchos más elementos importantes dentro de la lucha anticapitalista que no he mencionado porque es un tema demasiado grande. Un ejemplo podrían ser los “excluidos” e “incluidos”- los que están incluidos en el proyecto del capital, y las masas excluidas que lo están para siempre. Otro tema podría ser el crecimiento exponencial de la tecnología – cosas que antes tardarían años pueden pasar ahora mismo, porque la tecnología hace muchas de ellas mas rápido. O el control de la vida social que se está moviendo desde los enclaves de antes; como hemos dicho – las fábricas, las prisiones, los manicomios, etc… a todo el territorio, hasta alcanzar el idioma. Reduciendo nuestro lenguaje, y el hecho de que éstas tecnologías están literalmente penetrando nuestros cuerpos, no son sólo externas. Estamos yendo de la estructura cerrada de la prisión a una estructura de la sociedad como prisión. Pues las personas que no tiene comportamientos adecuados, para el proyecto capitalista, son demasiadas para contenerlas dentro de una estructura cerrada, y casi se ha llegado a un punto, en el cual, la tecnología está suficientemente desarrollada como para controlar grandes masas en un sitio específico y mantenerlas allí. Como dijimos antes, esta tecnología de control es objetiva, pero también es subjetiva, porque aquí ni siquiera tendemos del idioma para salir de ciertos guetos. Se definirá el gueto, entre otras cosas, por su falta de idioma.

Y para concluir, existe el hecho de que la disponibilidad de los recursos del capital es limitada. Por ejemplo, energía y recursos como el petroleo no van a durar para siempre. El capital va a tener que buscar nuevas formas de energía, la transmisión que afectará seguramente al lugar en donde vivimos, tendiendo a la militarización total del territorio.

También, como ya sabemos, la superficie del planeta está en retroceso, las áreas que producen aimentos están disminuyendo. Estados como el chino, con una población a la que no alcanza a alimentar, acceden a lugares en África para comprar grandes áreas de cultivo, exportando arroz para alimentar a su población. Así que vamos a un nivel en el que incluso el transporte y la alimentación estarán militarizados, porque cada vez más gente se están muriendo de hambre.

Por eso la urgencia de lo que afirmamos. En el actual momento histórico – por supuesto que hemos dicho que, como anarkistas, no tomamos la historia como punto de referencia- tenemos un desafío por delante. Como somos anarkistas estamos mas cercanos, somos los únicos sujetos, los únicos humanos que tienen en sus corazones el deseo de libertad y la idea de la totalidad que conlleva cada pequeña acción realizada. Llevamos dentro el sentido de esa totalidad.

Eso es lo que pienso, ahora les toca a ustedes opinar. Tan solo quiero señalar que este contexto me parece un poco forzado, al empezar con una única persona hablando. Obviamente esa no es la manera que una querría continuar, sino abriendo alguna posibilidad, algo que pueda continuar en el tiempo, examinando y a lo mejor experimentando ciertas ideas.

Jean Weir

Propuesta para una manera diferente de entender la organización

Entre quienes consideramos necesario organizarnos para luchar existen muchas opiniones diferentes. Cual es el modelo más útil y más acorde con lo que se pretende conseguir; coordinadoras, plataformas, colectivos, federaciones… eso es lo que se suele discutir.

Sin embargo mas allá de los distintos modelos, es la cultura de la organización que existe detrás de los mismos lo que en la mayoría de los casos los define y lo que hace que en muchas ocasiones no sólo no sean capaces de intervenir en el entorno que los rodea como a algunas nos gustaría sino que lo que consiguen es engullir a gente válida y transformarla en militantes estresados, quemados, y con grandes dosis de frustración.

Todo producto de una dinámica basada en una cultura de la organización concreta, que pretendemos empezar a diseccionar a continuación para contribuir a que quien se reconozca en ella pueda más fácilmente destruirla.

1. El efecto mariposa.

Existe una forma de ver las cosas según la cual entre nuestra situación actual y la “sociedad ideal del mañana” hay un camino que recorrer. Este trayecto temporal lo debemos andar creando una organización que en su interior reproduzca el modelo de sociedad que queremos. En el andar diario iremos recogiendo a todas aquellas que se quieran unir a nosotras.

También se participará en los distintos conflictos que cíclicamente surgen en los márgenes de nuestro camino. Dicha participación se desarrollará con la vista puesta en que, a raíz del conflicto, la gente tome mayor conciencia de la necesidad de organizarse y, si se da el caso, se nos una para continuar juntos el camino.

Así se irá avanzando, acumulando fuerzas (siendo cada vez más) hasta que en un momento dado en que seamos muchísimas planteemos la gran batalla final (revolución) y fruto de ella nazca una nueva sociedad.
A lo que lleva esta forma de ver las cosas, en la mayor parte de los casos, es a identificar la organización con la revolución: cuanto más fuerte sea la organización mas cerca está la gran insurrección general. Con lo cual en el centro de nuestra atención debe estar la organización, su mantenimiento y crecimiento.
Se entiende (según esta lógica mecanicista) que hay unas etapas que hay que ir recorriendo. Una casilla lleva a otra y, cuando hayamos recorrido todas, llegaremos al ansiado final.

CREACIÓN ORGANIZACIÓN>> PROPAGANDA >>PARTICIPACIÓN EN CONFLICTOS>>
CRECIMIENTO DE LA ORGANIZACIÓN>> REVOLUCIÓN>> NUEVA SOCIEDAD

Pero parece que la realidad no quiere adaptarse a este modelo. Las revueltas, insurrecciones y motines surgen a raíz de conflictos pequeños; pequeñas gotas que hacen que los diques de contención se desborden. Chispas impredecibles que hacen que la rabia acumulada y reprimida por el miedo durante mucho tiempo, estalle y haga temblar los cimientos del sistema asentados sobre cada una de nosotras.
La dinámica de la sociedad no es una línea recta ni se adapta a los estudios de expertos ni revolucionarios. Es, como la mayoría de los procesos naturales, de carácter no lineal.

“En los sistemas no lineales, entradas (variaciones) pequeñas pueden tener consecuencias espectacularmente grandes. A menudo, se ha hecho referencia a esto con el nombre de efecto mariposa: una mariposa bate las alas en la selva tropical y pone en marcha sucesos que producirán una tormenta en Chicago. Sin embargo la siguiente vez que la mariposa bate las alas, no hay ninguna consecuencia meteorológica. Esta es la base de la impredicibilidad (…) complejidad superficial que surge de una simplicidad profunda (…)este comportamiento emergente, vuelve a influir en el comportamiento de los individuos que aquí abajo la produjeron.”
J. Glecik

La subida del precio del pan, la implantación de una nueva ley o impuesto, el apaleamiento de alguien por la policía, etc. Son capaces de desatar más rabia y abrir los ojos a más gente que la labor de una organización durante años. Pequeñas situaciones que desencadenan acontecimientos mucho más grandes a raíz de los cuales se comprueba la capacidad propia de la población, la vulnerabilidad del enemigo y el papel que cumplen instituciones “aparentemente neutrales” como la prensa, la televisión, la familia, etc.

Por esta razón pierde interés para nosotros el tener como centro de nuestra actividad la organización. El objeto principal pasa a ser el conflicto: potenciarlo donde se mantenga latente y tratar de contribuir a su radicalización donde ya haya aflorado a la superficie, todo ello sin importarnos demasiado si como consecuencia de ello vamos a ganar simpatizantes nuevos o no.

Con este cambio de planteamientos provocamos rápidamente el interés de las instituciones represivas, pues empezamos a salirnos de sus esquemas. Y es que el sistema necesita que todo funcione según su lógica de visibilidad y concentración estructurada de la disidencia.

2. Los ojos de Medusa.

“La ventaja táctica de la clandestinidad, de lo no visible (el lenguaje del corazón) de por sí devuelve a la estética su centralidad revolucionaria. El arte de lo no visible escapa la absorción del “discurso de la totalidad” basado en la imagen y así, libre de toda forma posible, todavía mantiene la promesa milenaria de arte, la transformación del mundo”.
H. Bey

El sistema necesita etiquetar, clasificar, catalogar para a partir de ahí aplicar tratamientos concretos y diferenciados a cada forma de disidencia.

Sociólogos, psicólogos, psiquiatras, pedagogos, antropólogos, asistentes sociales, periodistas… todos son fuentes de información que las instituciones usan para alimentar sus archivos.
Crear una organización va, a menudo, acompañado de la producción de una iconografía propia, una estética concreta y cierta homogeneización de las personas que la componen: se crea consciente o inconscientemente un producto. Y es por esto qué es mucho más fácil para las instituciones absorber, deformar y manipular este producto. En definitiva todo esto acaba siendo un obstáculo más al que tendrán que enfrentarse los miembros de la organización si no quieren convertirse en un objeto estético de usar y tirar por el sistema.

Probemos pues a ser como el gas sarín; invisibles, inodoros e insípidos para el sistema, pero letalmente dañinos para sus estructuras. Evitemos facilitar la labor etiquetadora de los burócratas. Obstaculicemos la creación de estereotipos vendibles y productos estéticos.

3. La creación de la masa.

La actividad revolucionaria no consiste (no debería) en preparase para una guerra convencional. Aquí el aparato institucional, aquí los revolucionarios ¡ ¡Adelante y que gane el mejor! No, no sería útil ni coherente tener este planteamiento.

Para el poder son más peligrosas diez personas impredecibles e incontrolables dispersas que cien formando una masa concentrada predecible y manipulable.

“La física nazi se establece sobre estos postulados: es preciso captar esos electrones, hacerlos compactos, concentrarlos. Es preciso atrapar esa “energía” de la dispersión, de la explosión, condensarla haciéndola entrar en un proceso involutivo y, finalmente mediante la destrucción concentradora sistemática de cada electrón, invertir la energía explosiva de la diáspora en una forma inerte, implosiva, dominables, convertible, reversible, la de la masa”.
L. Scheer.

El sistema está interesado en homogeneizar, uniformar, agrupar, concentrar a la disidencia para hacer más facil la labor de los perros pastores. Los derivados actuales del frentepopulismo y sus tácticas no hacen mas que facilitar la labor del enemigo. Su única razón para existir es el miedo que hay a las posibilidades experimentadoras que hay mas allá del rebaño y su forma de funcionar.

4. Adrenalina.

¿Cómo entonces intervenir eficaz y coherentemente en nuestro alrededor? ¿cómo impedir que las dosis de tranquilizantes y anti-depresivos emitidas por los medios de “comunicación” reconduzcan la revuelta hacia cauces inofensivos? Eso será algo que averiguaremos a medida que vayamos experimentando.
Poder actuar como la adrenalina no sería un mal ejemplo. Una hormona que segrega el propio cuerpo y que acelera el ritmo del corazón, aumenta la tensión arterial y estimula el sistema nervioso haciendo que los sentidos estén mas alerta.

Que nuestra actividad consiga romper el anonadamiento democrático, haciendo que se resquebraje la hipnosis del consenso; ese podría ser un buen avance. Para ello parece que la manera más natural de organizarse puede ser el grupo de afinidad.

5. El grupo de afinidad.

El término requiere explicación. Afinidad se confunde a menudo con sentimiento. A pesar de no estar del todo separada, los dos términos no deberían considerarse sinónimos. Puede haber compañeras con quienes podemos considerar que hay afinidad pero con los que no nos une amistad y viceversa.

Básicamente, tener afinidad con un/a compañero/a quiere decir conocerle, haber profundizado en el conocimiento acerca de el/la. Al crecer ese conocimiento la afinidad puede aumentar hasta el punto de hacer posible una acción conjunta; o disminuir hasta el punto de hacerla imposible.

El conocimiento de alguien es un proceso infinito que puede parar en cualquier nivel dependiendo de las circunstancias y objetivos que se quieran conseguir juntas. Uno puede tener por tanto afinidad para hacer unas cosas y no otras. Se hace evidente que cuando hablamos de afinidad no nos referimos necesariamente a hablar de los problemas personales de cada una, aunque esto pueda ser importante si interfiere en el proceso de conocimiento mutuo.

En este sentido conocer al/a otr@ no significa necesariamente tener una relación íntima. Lo que es necesario conocer es como piensa el/a compañer@ con relación a los problemas sociales con los que la lucha de clases se enfrenta, como cree que hay que intervenir, que métodos usaría en determinadas circunstancias.

El primer paso en la profundización del conocimiento entre compañeros empieza con la discusión. Es preferible tener una base clara, como algo escrito, para que los variados problemas se puedan abordar bien.

Una vez está claro lo básico el o los grupos de afinidad están prácticamente formados. El conocimiento entre compañeros sigue en relación con su actividad como grupo y al consiguiente encuentro en la realidad como tal. Mientras dura este proceso el conocimiento mutuo suele aumentar y pueden surgir lazos fuertes entre compañeras. Esto en cualquier caso es una consecuencia de la afinidad, no su objetivo fundamental.

Suele pasar que compañeras lo hagan al revés. Empezando cualquier tipo de actividad y procediendo a las clarificaciones necesarias luego, sin haber comprobado el nivel de afinidad necesario para hacer cosas juntos. Las cosas se dejan al azar, como si algún tipo de claridad pudiera surgir del grupo solo por su creación. Por supuesto, esto no pasa: el grupo o se estanca porque no tiene claro el camino a seguir o sigue la trayectoria del/a o l@s compañer@s que tengan las cosas más claras sobre lo que quieren hacer mientras los otros se dejan llevar, normalmente con poco entusiasmo o compromiso real.
Por otro lado el grupo de afinidad encuentra su potencial máximo y está creado con la acción como objetivo, basándose no en la cantidad de miembros, sino en la fuerza cualitativa del número de individuos que trabajan juntos en un proyecto que han desarrollado mientras avanzan. De ser una estructura específica del movimiento anarquista y el conjunto de actividades que presenta: propaganda, acción directa, producir un periódico, trabajar en una organización informal, etc. (…)

6. Conexión.

Teniendo como objetivo la conflictividad permanente no merece la pena ya hablar de modelos “correctos” de organización ni de organizaciones permanentes. Más bien parece que la mejor manera de conectar dependerá por un lado de las necesidades que haya en ése momento y lugar concretos; y por otro de la confluencia de proyectos, estrategias o prácticas.

Lo mismo vale para el nivel en que se desarrolle la relación; desde el simple intercambio de información hasta el desarrollo de proyectos conjuntos hay posibilidades ilimitadas.

Lo que si parece claro es que si no existe ningún tipo de comunicación, debate o intercambio de experiencias se hará muy difícil desarrollar una dinámica propia sin ahogarnos en un vaso de agua. Para no depender de la trayectoria que sigan otros debemos establecer criterios propios sobre la base de lo que nos rodea, y para ello se hace necesario algo más que traducir textos escritos en otro momento y/o en otro lugar.

7. Papelería.

El sistema intenta anularnos inculcándonos desde pequeños que somos capaces de mucho menos de lo que somos en realidad capaces de hacer. Convendría pues dejar de lado todo catastrofismo y las lamentaciones pseudocristianas sobre lo mal que va todo y centrarnos mas en intercambiar experiencias, aportar información útil y mostrar ampliamente las ocasiones en las que se ha hecho daño al poder, sean estas pequeños o grandes acontecimientos.

Se editan muchas cosas, casi todas pretenden lo mismo; unas por medio del humor; otras del llanto pero la gran mayoría de ellas se hacen casi por compromiso o para ocupar el tiempo en algo, el resultado es que leída una, por lo general se las ha leído todas.

Para que se nos entienda deberíamos hablar claro y dejar los lenguajes codificados para las intelectuales, los científicos y los jugadores de mus.

El poder trata de mantener a la población bajo control por medio del miedo que inspira. Para ello el sistema trata de imitar la imagen tradicional que se tiene de los dioses; invisibles pero presentes en todos lados. Contrarrestando esta idea mostraremos su vulnerabilidad. Esto podría hacerse desmitificando y señalando a los enemigos reales y tangibles, explicando que es a lo que se dedican y que es lo que más daño les hace; sean estos instituciones, empresas o “profesionales”.

En cada conflicto concreto parece necesario también señalar a los recuperadores y sus intenciones, para evitar en lo posible que las luchas sirvan al sistema para, una vez engullidas, fortalecerse todavía más.
Por último insistir en el necesario debate para el que tiene que servir estas publicaciones. De nada sirve que creamos tener las cosas claras en nuestro círculo más próximo si no podemos intercambiar opiniones con otras gentes, para darnos cuenta de que las cosas se pueden enfocar de otras maneras.

Este texto fue editado en el Estado español en forma de libelo anónimo. El apartado 5 (El grupo de afinidad) es una traducción del número 5 de la revista inglesa Insurrection.

 

 

El autismo de los insurrectos

En los últimos tiempos, las anarquistas de acción han puesto en el centro de sus acciones al individuo y su grupo, abandonando las asambleas y comunicándose directamente a través de reivindicaciones. El propio concepto de “reivindicación” ha sufrido una transformación radical, ha pasado de ser un instrumento “abierto al exterior” a ser un instrumento “encerrado en sí mismo”, dirigido principalmente a los propios afines, a la propia comunidad en guerra. Aunque pueda parecer una paradoja, en esta “introspección” está la muerte de la política, cesa la búsqueda del poder, del consenso. No se buscan continuadores, no se quiere contraponer un “contrapoder” al Estado. En esta óptica, la contraposición que algunas compañeras hacen entre “acción anónima” y “reivindicación” se vuelve instrumental, un problema falso. La acción anónima y la reivindicación con o sin acrónimos, si se entienden como prácticas contrapuestas, por mucho que parezcan distantes, devienen síntomas de una especie de “autismo” anárquico. Aunque se vivan de forma exclusiva y dogmática no son otra cosa que dos caras de la misma moneda, la de la política y la de la ideología, en las que no encuentras comunidades en guerra sino adoctrinamiento y proselitismo. No deberíamos tener ninguna idea preconcebida respecto a las diferentes prácticas de la anarquía (sobre todo cuando se habla de acciones armadas): quien reivindica con un acrónimo en un contexto puede evitar hacerlo en otro, a veces las acciones hablan por sí solas, no veo ninguna contradicción en ello.

Algo ha cambiado, son muchísimos los ejemplos concretos de una visión menos dogmática, más dinámica, con cualidades más evidentes que el insurreccionalismo. No un “subproducto” suyo sino una especie de “evolución” que parece no detenerse frente a condenas, aislamientos, incomunicaciones. Un insurreccionalismo seguramente más desordenado pero con la gran virtud de no tener fórmulas preconcebidas, porque es absolutamente caótico. Produce pocas publicaciones, poca academia, quien habla lo hace en total anonimato a través de las reivindicaciones, desde fuera del anonimato sólo hablan los presos que, con orgullo, reivindican su propio recorrido. Estamos hablando de una visión de la práctica anárquica más peligrosa porque está en continua experimentación, el poder lo intuye y golpea ahí donde más duele. Y así es como se explican tantas represalias que están un poco en todas partes del mundo, Italia, Grecia, Chile, Argentina, Brasil, España… Es innegable que en los últimos años la represión contra el movimiento anarquista se ha intensificado. Los Estados hablan de conspiraciones anarquistas internacionales, en Italia los anarquistas de la FAI-FRI siguen siendo señalados por los propios servicios secretos como el primer peligro subversivo de base interna del país. Llegados a este punto creo que es el momento de hacerse una pregunta. ¿Esta “nueva” anarquía molesta realmente al poder? Y si es que sí, ¿cuál es el aspecto que molesta hasta el punto de que haya tantas represalias que, en mi opinión, sobrepasan la habitual gestión represiva de estos países? En resumen, ¿a qué debemos toda esta atención? Entre todas las prácticas anárquicas, la de la acción destructiva es la que en lo inmediato preocupa más a los gobiernos. Si luego esta práctica se difunde a través de un “lenguaje común” (la comunicación a través de reivindicaciones), y tiende a concentrar sus propias fuerzas en objetivos comunes, concretos, inmediatos, la atención por parte del poder aumenta claramente. Si además este hablarse a través de las reivindicaciones se difunde fuera de los confines nacionales, en consecuencia la alarma crece y el poder se desata a través de represalias en cadena. Este “lenguaje común” ha sido utilizado por la FAI informal en Italia y por las CCF en Grecia, y luego con la FAI-FRI arrancó definitivamente el vuelo por medio mundo evolucionando hacia algo más “esencial”, más dinámico, que ya no gira exclusivamente entorno a un acrónimo. Nunca ha sido un acrónimo (fuese el que fuese) el que ha construido este “lenguaje en común”, sino la eficaz arma de las “campañas internacionales” convocadas no por comités, organizaciones, asambleas, sino por acciones, por los anarquistas de praxis sin ningún intermediario. Lo hemos visto también en los últimos tiempos con las miles de acciones que han habido después del G20 en Alemania, Francia, Grecia… en las acciones en venganza por el homicidio de Santiago Maldonado en Chile, Argentina, Brasil, Italia, Grecia, Francia, Alemania, en solidaridad con el preso anarquista Konstantinos Giagstoglou en Grecia, en solidaridad con la compañera anarquista Lisa acusada de una expropiación en Francia, Alemania… en los ataques contra Turquía en solidaridad con el pueblo kurdo que lucha por su supervivencia y en el persistir de las acciones de la FAI-FRI en Italia, Grecia, España, Chile, Alemania…

Esta es, en mi opinión, la práctica de los anarquistas que hoy más molesta al poder. ¿Cuanto le molesta? No podemos decirlo, pero seguramente algún problema causan estas campañas internacionales, aunque sólo sea en perspectiva. Lo hermoso de una praxis que funciona es que es contagiosa, poco o nada puede hacernos la represión cuando el anonimato envuelve esta tela impalpable de acciones tejidas por manos anónimas. Como siempre ocurre cuando se vislumbra algo nuevo, quien se molesta no es sólo el enemigo sino también los que se remiten a la “tradición”, a la “pureza” ideológica de los textos “sagrados”. Puede darse el caso de que también nosotras, anarquistas, gritemos a la herejía. Compañeras y compañeros que en el pasado han actuado codo a codo tratan a los “herejes” de estúpidos y tontos que no han entendido nada del “proyecto inicial”, del “auténtico” proyecto insurreccional. ¿Pero tiene sentido esta contraposición? Y si reconocemos en ambas “tendencias” informales una unidad estratégica y metodológica, ¿cuáles son las diferencias entre lo “viejo” y lo “nuevo”? Aparentemente estas diferencias parecerían existir, al menos desde el punto de vista del poder. Por nombrar un ejemplo, en el proceso de “Scripta Manent” los escritos de los insurreccionalistas “históricos” son tomados como ejemplo de un “anarquismo bueno” que se contrapone al de los imputados definido como “malo”. El habitual juego de los buenos y los malos. Ha llovido mucho desde el proceso “Marini”, cuando la parte de los buenos, necesaria para el poder, era adjudicada a los anarquistas de la FAI italiana. No me malinterpreten, sigo opinando que, por mucho que puedan decir los jueces, fiscales y otras asquerosidades, los anarquistas son todos indigestos para el poder, cualquier poder. Soy el primero en decir que son sólo instrumentalizaciones, pero indican lo que la represión busca hacer, revelan no solo la verdadera esencia del poder, sino también y sobre todo de lo que en un determinado momento este teme, una brújula que nos indica la práctica más eficaz, porque es la más temida. Y observen bien que la represión no sólo se limita a reprimir a quien golpea materialmente sino también a quien propone una estrategia de ataque diferente con las palabras y el pensamiento, más simple, más dinámica e impalpable. Bastaría con escuchar alguna audiencia de la “trágica” payasada que se está realizando en Torino para darse cuenta de ello. Es estúpido redactar evaluaciones, lo sabio es hacerse alguna pregunta.

Dejemos a un lado el punto de vista de la represión y busquemos responder a la pregunta sobre las diferencias entre lo “viejo” y lo “nuevo”. Es la “coordinación” la primera diferencia que salta a los ojos entre el insurreccionalismo “inclusivo”, “social” y quienes como la FAI-FRI se relacionan únicamente a través de la acción, dando vida a las llamadas de ataque. En la estrategia insurreccionalista ligada a luchas intermedias sobre un territorio delimitado (por ejemplo en Val Susa), la coordinación es indispensable para garantizar esa constancia en el tiempo que permite adaptarse a los continuos cambios de la lucha “popular”. Además, esta “coordinación” debe operar sin dejar rastro, porque tiene que “direccionarse” sin revelar sus propios objetivos insurreccionales, porque el “movimiento real” (la gente) no entendería una perspectiva de enfrentamiento radical sin mediaciones y la interpretaría como suicida. Las “piezas” de esta estrategia pueden tener muchos nombres: “organizaciones autogestionadas”, “comités de base”, “asambleas populares”… Y deben moverse con sabiduría y prudencia como en una partida de damas. Un “juego” de estrategia que corre el riesgo de caer en la “política” y en la “mediación”, pero que, si lo lograra, llevaría a una insurrección, aunque sólo fuera en pequeños territorios. La coordinación implica un riesgo en común con la organización específica, el de generar una élite de profesionales de la insurrección que gracias a su capacidad y voluntad deciden y lo controlan todo o casi todo. No existe este riesgo entre grupos, individualidades, organizaciones informales que son parte de la llamada “nueva anarquía”. En esta “internacional anárquica” no existe ninguna “coordinación” entre los grupos que la componen… estos se limitan a concentrar sus propias fuerzas en objetivos similares a través de las campañas internacionales, promovidas por las reivindicaciones. No se da ninguna caducidad o estructura en común, ni siquiera mínima, fuera del propio grupo… El archipiélago de la FAI-FRI es una de las componentes de esta “internacional” que a su vez está igualmente “desestructurada”.

Otra diferencia que salta a vista es la “reivindicación”. Los insurreccionalistas (viejo estilo) la aborrecen, como aborrecen siglas y acrónimos, para ellos las reivindicaciones sirven sólo para afirmar la propia existencia arrastrándose en un mecanismo estéril de auto-representación y reduciendo al “oprimido”, al “excluido”… al rol de simple espectador. Este discurso tendría su lógica, si no fuese porque la “reivindicación” en nuestro caso es un medio para comunicarnos entre nosotros. En mi opinión, una crítica de este tipo está fuera de lugar ya que hablamos de una comunicación interna del “movimiento”, dirigida por lo tanto a las fuerzas que ya existen, a anarquistas y rebeldes conscientes que ya practican la acción destructiva. Esta especie de “internacional anárquica” no puede tener como objetivo hacer “proselitismo” ni mucho menos guiar a los/as oprimidos/as hacia la anarquía como si fuesen ovejitas en busca de un pastor. Nosotros mismos somos oprimidos y utilizamos las reivindicaciones para simplificarnos la vida y evitar estructuras complejas y coordinaciones farragosas que ahogarían nuestra acción relentizándonos. Esta forma de comunicación nos permite una mayor operatividad, si luego hay alguien que se limita a aplaudir, en el fondo no nos concierne, problema suyo. En cuanto a los acrónimos y las siglas, no son indispensables, pero cuando están (por ejemplo la FAI, la CCF…) sirven “sólo” para dar continuidad a un discurso, un modo de “unir” permaneciendo separados. Los siguientes fragmentos de dos reivindicaciones, una en italiano y otra en alemán, son el ejemplo concreto de este diálogo continuo a través de las acciones que superan las fronteras de los Estados Nación “uniéndonos” sin estar organizados. En mi opinión, son un ejemplo real, vivo, latente, de una de las tantas formas que la “organización informal” puede darse ahora e inmediatamente:

– Roma, Célula Santiago Maldonado/ FAI-FRI reivindica el ataque explosivo contra Cuartel de Carabinieri (07/12/2017):

“Cada individuo y grupo de afinidad desarrolla y aumenta sus propias experiencias en la vinculación fraternal… La organización jerárquica estructurada además de matar la libertad de los individuos, expone más a la reacción de la opresión. La organización anarquista informal es el instrumento que hemos considerado más apropiado en este momento, para esta específica acción, porque nos permite tener junta nuestra irreductible individualidad, el diálogo a través de la reivindicación con las otras rebeldes y finalmente la propaganda vehiculada por el eco de la explosión. No es y no quiere ser un instrumento absoluto y definitivo. Un grupo de acción nace y se desarrolla sobre el conocimiento, sobre la confianza. Pero otros grupos e individuos pueden compartir, incluso solo temporalmente, una proyectualidad, un debate, sin conocerse personalmente. Se comunica directamente a través de la acción… Con esta acción lanzamos una campaña internacional de ataque contra hombres, estructuras y medios de represión. Cada una con el instrumento que considere más oportuno y si lo desea contribuyendo al debate…”

– Berlín, Célula “Minoría Violenta” / FAI reivindica incendio contra un vehículo de una empresa de seguridad (06/03/2018):

“El incendio de vehículos de las empresas de seguridad en Berlín como útil medio de comunicación. Citando otras reivindicaciones seguimos la propuesta de relacionarnos para desarrollar tanto una movilización más amplia de grupos militantes en Europa, como para desarrollar nuestra base teórica. Reconocemos las palabras y la solidaridad y las compartimos, cuando Rouvi Konas escribe sobre el ataque contra la embajada de Arabia Saudita en Atenas, el 19-12-2017… Algunas personas en Roma expresan nuestros mismos pensamientos cuando reivindican como Célula Santiago Maldonado FAI/ FRI el ataque explosivo contra el cuartel de los carabinieri en San Giovanni… A veces es necesario definir el contexto en el que actuamos, como han hecho los anarquistas en BarLe-Duc, cuando han volcado mucha rabia y alguna llama en el estacionamiento de Enedis… Aunque seamos pocos podemos organizarnos en vez de esperar la aprobación de los llamados “organizadores del movimiento” y reaccionar frente al ataque de las autoridades. Podemos actuar y elegir solos nuestros tiempos por nuestra cuenta…”

Para terminar con las citaciones, una aportación del otro lado: un texto “insurreccionalista” sacado de “Avis des Tempetes boletín anarquista por la guerra social” n. 1 (15/01/2018); el título del artículo “Ricominciare”:

“…La organización informal o, más bien dicho, una autoorganización sin nombre, sin delegaciones, sin representaciones… Para ser claros: las organizaciones informales son múltiples, en función de sus objetivos. El método informal no aspira a juntar a todos los anarquistas en una misma constelación, sino que permite multiplicar las coordinaciones, las organizaciones informales, los grupos de afinidad. Su encuentro puede ocurrir en el contexto de una propuesta concreta, de una hipótesis o de una proyectualidad precisa. Esta es la diferencia entre una organización informal, del entorno de los irremediablemente “vagos y maleantes” [NdT: “vaghi e sotteranei”, literalmente “vagos y subterráneos”] (que no buscan seguidores) y otros tipos de organizaciones de lucha, para las que lo importante es casi siempre afirmar su propia existencia con la esperanza de tener un peso sobre los hechos, dar indicaciones respecto a los recorridos a seguir, ser una fuerza más en la balanza de los equilibrios del poder. La organización informal se proyecta en otra parte esquivando la atención de los perros del dominio, existe sólo en los hechos que realiza. En definitiva, no tiene un nombre al que defender o afirmar, sólo tiene un proyecto que realizar. Un proyecto insurreccional…”

Los/as compañeros/as que en los años 80-90 en Italia han vivido en su propia piel el llamado “proyecto insurreccional” deberían haber entendido que no bastan las palabras bonitas y las espléndidas teorías para evitar “…la atención de los perros del dominio…”. El proceso “Marini” hace escuela con sus decenios de años repartidos y de vidas rotas. No bastan la falta de reivindicaciones y de acrónimos para ser “…vagos y maleantes…” cuando “…irremediablemente…” nos vemos forzados, para no permanecer aislados del contexto “social”, a participar en asambleas donde todos saben antes o después todo y donde gregarismo, autoridad y poder hacen puntual e inexorablemente su aparición. Nada, en mi opinión, está más lejos del anonimato que el “proyecto insurreccional” entendido de manera inclusiva, “social”. No basta con la voluntad de “…no buscar seguidores…” cuando las luchas sociales en las que participamos nos hacen actores y figurantes de fenómenos mediáticos como la Val Susa, o aún más atrás Comiso, “laboratorio” donde esta proyectualidad ha sido experimentada en la práctica, al menos aquí en Italia. La perspectiva insurreccional conlleva estos riesgos, podemos afrontarlos o no, se trata de una cuestión de carácter y perspectivas y quizás también de resultados… No puedo olvidarme de los silencios en las asambleas en las que siempre hablaban los mismos, “de hecho” decidían. Culpa de la inmensa mayoría de silenciosos, yo también me encontraba entre ellos. Demasiado condicionado por la autoridad (seguramente no buscada) de compañeros/as con más experiencia, con más conocimiento, más buenos para hablar, explicarse, más buenos para hacer, quizás…

Hoy, fuera de esta celda, no sé qué ha quedado de esta proyectualidad. Después de la desilusión de Val Susa muchos/as compañeros/as deberían, quizás, reflexionar sobre la necesidad de calcular mejor la propia acción y no rebajarla, sino apuntar más alto y darse cuenta de que seguir a la “gente” a todo precio se vuelve contraproducente. La lucha “intermedia” corre el riesgo de empujarnos hacia atrás más que hacia adelante, haciéndonos perder el sentido de lo que somos, un poco como pasaba en el siglo pasado con el anarco-sindicalismo. A quien en aquellos años no estaba se le pueden contar un montón de cuentos, pero más a menudo terminamos por contárnoslos a nosotros mismos para mantener en vida ilusiones consoladoras o nuestro propio jardín dentro del movimiento. Y justamente para no contarme cuentos tengo que ser claro (sobre todo conmigo mismo): no existe una práctica “pura” que no implique algún compromiso o riesgo. La “pureza” no existe, y mucho menos cuando hay que arrojarse en una lucha desesperada en la que el “enemigo” nos rodea por todas partes. Como tampoco existe una afinidad “indestructible”, “absoluta” (la desilusión puede estar siempre a la vuelta de la esquina), no es seguro que sobreviva a todos los obstáculos que el poder nos pone delante. Cuando no nos organizamos a través de una organización formal todo se basa en la amistad, en la lealtad, en el respeto de la palabra, en el afecto, en el amor y en el coraje, cosas que nos equivocamos al darlas por “eternas”. Aún más que una organización clásica, en la informalidad hay que estar siempre preparados para permanecer solos. Nuestro destino está totalmente en nuestras manos, no existen delegaciones de ningún tipo. El grado de independencia, de autonomía, debe ser siempre el máximo. Creo que es sano, en el fondo “lo que no nos mata nos hace fuertes”, esperemos… Para concluir, creo poder afirmar que nos encontramos ante dos estrategias diferentes basadas en la informalidad que actúan en dos planos totalmente diferentes: la primera tiene como referente lo social, el “movimiento real” y tiene el ambicioso objetivo de desencadenar a largo plazo una insurrección generalizada partiendo de conflictividades restringidas a un territorio concreto. La otra tiene el objetivo más “modesto” de hacer el máximo daño posible, sin poner tiempo de por medio, con las fuerzas reales (por “escasas” que sean) que los/las anarquistas tienen hoy a disposición. Entre las dos estrategias no tienen que haber contraposiciones, pueden coexistir tranquilamente, bien separadas, en un mismo tiempo, lugar y lucha específica. Otra cosa que creo poder afirmar con certeza es que cualquier práctica conlleva riesgos: en la organización informal “abierta” que busca una relación con lo “social”, está el riesgo de que nos diluyamos y tendamos la mano a la mediación de la política. En la organización informal, “instrumento para hacer la guerra” (ejemplo la FAI/FRI), está el riesgo de terminar en un “sectarismo”, en una clausura total con el resto del mundo. Con el tiempo podemos olvidarnos de que es sólo un instrumento entre tantos y no un fin en sí mismo, corriendo el riesgo de transformarnos en “fans” de un acrónimo y no simplemente partícipes momentáneamente de un “instrumento” en común. Para evitar caer en esta especie de “autismo” y repetir infinitamente los mismos errores, bastaría no contentarnos nunca con los resultados obtenidos, afilar continuamente las armas y sobre todo no olvidar la utilidad de la autocrítica, porque nadie tiene la “verdad” en el bolsillo, si es que existe una “verdad”.

En los últimos años, con esta “internacional” de la acción, muchos hermanos y hermanas han empezado un recorrido nuevo abriéndonos perspectivas que ayer eran impensables. No nos dejemos arrastrar también nosotros por el “autismo de los insurrectos”, sería imperdonable…

¡Larga vida a las campañas internacionales!

¡Larga vida a la CCF! ¡Viva la FAI/FRI!

¡¡Viva la Anarquía!!

Paola* y Anna* que la tierra les sea leve…

Alfredo Cospito

 

*Paola, compañera activa en las luchas animalistas, en el ecologismo radical y contra todas las cárceles “… incluso en la afirmación de una ética que se está perdiendo por las calles.” Lamento no haberme cruzado nunca contigo…

*Anna Campbell, compañera de Bristol del Anarchist Black Cross asesinada en Afrin mientras estaba combatiendo con la YPG.

 

El engaño del “sindicalismo revolucionario”

De cómo todos los sindicatos persiguen mantener el orden existente maquillándolo.

El sentido histórico del sindicalismo El origen de los sindicatos se remonta a la época en la que el capitalismo iniciaba su expansión. Se hicieron necesarios para hacer soportables las condiciones de trabajo y de supervivencia dentro del sistema. Aunque es cierto que no fue la clase capitalista quien creó los sindicatos (ni siquiera quien los patrocinó directamente en un principio), la misma burguesía acabó reconociendo y respetando su papel puesto que canalizaban la violencia proletaria y la disipaban en multitud de luchas aisladas entre sí, evitando así el riesgo de explosiones incontrolables. Con la alta tecnologización y burocratización de las sociedades capitalistas cualquier sindicato se convierte, pese a su demagogia, en instrumento específico de integración de los explotados en el sistema capitalista. Nunca va a ser un instrumento de ruptura, puesto que espera el reconocimiento del poder estatal y la negociación con la patronal como finalización de cualquier conflicto. Más adelante, cuando demos casos concretos de luchas sindicales, explicaremos mejor por qué –en la teoría y en la práctica- el sindicalismo sólo puede aceptar y legitimar el orden económico y social que nos gobierna. También hay que señalar que, concretamente en Europa, el sindicalismo jugó un papel importantísimo después de la Segunda Guerra Mundial. Y es que a partir de los 50, los capitalistas europeos entendieron mejor que nunca que un aumento regular del nivel de vida de los obreros, constituiría una necesidad fundamental para el funcionamiento mismo del sistema, ya que sin una ampliación continua del mercado de bienes de consumo no podría haber expansión capitalista tal y como la conocemos. Está claro además que el aumento del poder adquisitivo de las masas hizo que el mercado interior aumentase, se consiguiese la tan soñada “paz social” y los beneficios del capital aumentasen. Allá por 1895, alguien dijo lo siguiente: “¿Qué es un sindicato? Un agrupamiento en el cual los embrutecidos se clasifican por oficios para tratar de hacer menos intolerables las relaciones entre patronos y obreros. Una de dos: o no lo consiguen, y entonces la tarea sindicalista es inútil, o lo consiguen, y entonces la tarea sindicalista es perjudicial, ya que un grupo de hombres habrá hecho menos intolerable su situación actual y, por consiguiente, habrá hecho durar la sociedad actual”. Nosotros, en pleno año 2005, podemos decir claramente que el sentido histórico del sindicalismo ha sido el de asegurar el control de una posible revuelta proletaria al margen de estructuras oficiales, es decir, de manera autónoma (en griego, darse nombre propio). El sindicalismo ha estrangulado históricamente el empuje de los explotados por construir una sociedad sin clases (sin explotados ni explotadores, sin jefes ni siervos). Por tanto, se puede decir que éste ha sido un arma fundamental de las clases potentadas para mantener el sistema social y económico imperante.

Desenmascaremos todo tipo de sindicalismo

La mafia sindical En primer lugar, vamos a analizar brevemente la lógica sindical en su vertiente más mafiosa y reaccionaria. Sin detenernos demasiado en el espectáculo más que grotesco de CCOO o UGT (y otros subproductos localistas como ELA de Euskadi, el CIG de Galicia o el SOC de Andalucía), la realidad demuestra que estos dos “sindicatos mayoritarios” (hay que decir que el nivel de filiación entre la clase explotada en España no llega ni al 10%) son los máximos responsables –junto con el capital- de las lamentables condiciones de vida que soportamos los que tenemos que vendernos para poder sobrevivir. Ellos son quienes firman pactos vergonzosos con la mafia patronal. Ellos son quienes dirigen las luchas de los trabajadores y las reprimen cuando se les descontrolan (recordemos las luchas de los trabajadores de Sintel, cuando Fidalgo –el líder de CCOO- recibió una bella reprimenda en forma de palazo en la cabeza por parte de un trabajador desesperado, o el conflicto que se vivió en Puerto Llano, cuando el descontento proletario con la empresa y los sindicatos hizo que Méndez tuviera que salir escoltado de la ciudad). También son ellos quienes nos engañan con cursos de formación que luego no se llevan a la práctica (recordemos el caso de los cursos de FORCEM) o quienes roban directamente (acordémonos de las estafas en la empresa Citibank, en las que, según una sentencia judicial, CCOO y UGT cobraron 650.000 euros a cambio de aprobar un maravilloso recorte de plantilla). Podríamos continuar, pero la lista sería interminable. A esto tenemos que decir, lógicamente, que no estamos en contra de los explotados que, estando engañados, se dejan dirigir por la burocracia sindical. Sí decimos bien alto a estos trabajadores que no se dejen reprimir y controlar y, por qué no, que rompan sus carnets sindicales y se autoorganicen sin que ningún policía sindical le diga cuándo tiene que convocar una asamblea o una huelga. Y nosotros no decimos esto para seguir forrándonos el riñón o para dar salida a una podrida ideología. Lo hacemos porque somos explotados y oprimidos también, y porque sabemos que la agitación, el ataque y la propaganda son fundamentales para que otros explotados se enfrenten también a la explotación capitalista, pero de manera organizada, consciente y autónoma. Lo que sí nos parece un engaño es el intento de algunos de reformar esos sindicatos mafiosos. Y esto se lo decimos en voz alta a los dirigentes “alternativos” del sector crítico (?) de CCOO, a la dirección mesiánica del Sindicato de Obreros del Campo (sindicato andaluz que, aunque mantenga una apariencia de combatividad que no mantienen CCOO o UGT en el medio rural, plantea la lucha siempre en términos legales, reformistas y con el sacrosanto permiso de sus líderes Cañamero y Sánchez Gordillo, redentores del oprimido pueblo andaluz y vinculados al aparato de IU) y a otros sindicatos aún más minoritarios, que también andan por ahí vendiéndonos la moto de “otro sindicalismo”, como Solidaridad Obrera (escisión de la Confederación General del Trabajo), el Colectivo Autónomo de Trabajadores (siglas atractivas que esconden a otro sindicato, como tal, obediente con el capital) o el más que insultante Sindicato de Estudiantes, que goza de jugosas subvenciones estatales, pide con sus hermanos de El Militante un Gobierno “de izquierdas PSOE-IU” (?) y, por supuesto, no olvida algún versículo del santo Trotsky en alguno de sus comunicados.

La CGT La CGT (Confederación General del Trabajo) es un sindicato separado de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) que se creó en los 80, como resultado de distintas luchas internas sobre modos de concebir su “sindicalismo revolucionario”. Es una organización que, teniendo la desfachatez de llamarse anarquista (o libertaria o vete a saber qué), acepta subvenciones del Estado capitalista, liberados que participan en comités de empresa, además de hacer gala de un afán dirigista en multitud de luchas de las que se apodera, o de las que pretende sacar partido para salir en la foto, darle la mano a la patronal al final del conflicto, y controlar a los que pretenden ir más allá de su podrido sindicalismo. Como ejemplos de esto, observad cómo se apoderan tristemente de las luchas de muchos inmigrantes, a los que “asesoran” y “ayudan” para que salgan en el periódico con una pegatina de la CGT (tenemos constancia, gracias a un compañero guineano, de que este sindicato ha estado chantajeando a algunos inmigrantes, advirtiéndoles de que, si no se afiliaban a su sindicato y formaban una asociación independiente, se verían solos en su lucha); también es ilustrativo ver cómo consiguen convocar con proclamas infames (mejor convenio, mayor estabilidad laboral… como si todo esto, hecho mediante la negociación, significase un salto cualitativo en la destrucción del capitalismo) una huelga en el sector del telemarketing, que no llega a ningún puerto y que muchos trabajadores ven como extraña. Resulta lamentable, aunque lógico, ver cómo en muchas personas engañadas de distintos grupúsculos (es decir, grupos falsamente revolucionarios que siguen los planteamientos del circo reformista, sin ir a la raíz de los problemas, sumándose a la moda de los antiglobis que luchan por una “tasa eficaz contra las transacciones financieras especulativas” (?) y demás estupideces) coquetean con la CGT, hasta tal punto que piensan que es un colectivo revolucionario porque dona dinero al EZLN como buenos defensores de la “sociedad civil”, ayuda al pobre pueblo saharaui y, eso sí, condena a los revolucionarios explotados que se atreven (también aquí en el Estado español) a llevarles la contraria y a realizar el enfrentamiento contra el Estado y el capital aquí y ahora. De todas formas mucha gente también percibe, dentro de ciertos ambientes más o menos politizados, que este sindicato –como todos- es una verdadera farsa, una patraña reformista que sólo busca embellecer con “mejores” condiciones de trabajo -de explotación, por tanto- el orden capitalista. Lamentablemente, no ocurre lo mismo con un compañero de viaje de la CGT que, aunque se vista de seda, mona se queda: la CNT.

La CNT La Confederación Nacional del Trabajo fue creada en 1910 en la agitada ciudad de Barcelona. Navegando desde el principio entre el anarquismo y el “sindicalismo revolucionario”, la CNT se convirtió en la década de los 30 en una poderosa organización proletaria que, sin embargo, demostró mejor que ningún sindicato que todos, absolutamente todos los sindicatos, están hecho para asegurar por último el dominio capitalista. Y esto ocurrió en 1936, cuando el proceso popular de toma de sectores importantes de la economía y de la sociedad dio paso a un momentáneo autocontrol de la vida y de la política, hasta que en septiembre de ese año la élite de la CNT y de la FAI (Federación Anarquista Ibérica, organización hermana de la CNT) pasaron a formar parte del Gobierno, presidido por Largo Caballero, y el de la Generalitat, entrando en el Estado, participando en el Comité de Milicias Antifascistas (fundado por la burguesía progresista) y desmontando paulatinamente el proceso socializador de la economía, para degollar definitivamente, junto al PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña, rama del PCE en ese lugar del Estado) y otros mercenarios, el intento de revolución social. Esta historia, que hemos resumido brevemente, sigue siendo ocultada, deformada o manipulada por muchos cenetistas de pro, que no dudan en bañar a su organización con un mantel dorado para que nadie la toque ni la cuestione. Pero dejemos el 36 y la historia lejana, y centrémonos en qué hace hoy a nuestro entender la CNT entender y para qué sirve. En pleno siglo XXI, la CNT es una especie de semi-dios en el entorno “alternativo”. Cualquier crítica que se le haga de manera radical (es decir, que se plantee su destrucción como sindicato legal y perfectamente reconocido por el Estado), implica que te tachen de “insurreccionalista” (invento anarcosindicalista que se profiere contra todo aquél que, dentro del antiautoritarismo, promueva formas de lucha alejadas de sus medias tintas permitidas; olvidan los cenetistas, además, que este término es sólo una etiqueta, que no define absolutamente nada y que, sobre todo, si el anarquismo o cualquier movimiento revolucionario no es insurreccional… ¿qué es?), “niño de papá” (si no fuera porque hay algún imbécil suelto por ahí no habría que comentar esto, pero es realmente delirante comprobar cómo, según algún que otro fiel de las tres siglas sagradas que hacen temblar a la burguesía, los que criticamos a la CNT no trabajamos, no estamos explotados o dirigidos y, por tanto, somos algo así como pequeñoburgueses intelectualoides), “infiltrado” (como si alguien que optase por los sabotajes y la lucha armada tuviese que ser automáticamente un policía), etc. De todas formas, no estamos diciendo que esto sea así en toda la militancia anarcosindical; no decimos que todos sean acríticos. Lo que estamos diciendo y sosteniendo es que la CNT, como organización, como estructura, es hoy un problema para el conjunto de los explotados del Estado español. El problema no son los militantes, sino lo que es la organización en definitiva. Entendemos que con los ejemplos de su actuación cotidiana quedará demostrado lo que sostenemos. En primer lugar, “sorprende” no ver ni por asomo proclamas revolucionarias en las luchas sindicales que lleva a cabo esta organización. Ni siquiera en los comunicados hay visos de ese abstracto “comunismo libertario” del que hacía gala antes. Es sintomático ver cómo en determinados conflictos con empresas (por ejemplo, en la huelga de azafatos del AVE de Sevilla) aparecen proclamas tan reformistas como “POR UN CONVENIO DIGNO” (como si la dignidad cupiese dentro de la sociedad capitalista) o el tan conocido “POR UN REPARTO DEL TRABAJO” (no se sabe bien a qué tipo de trabajo se refiere, ni en qué modelo de sociedad se va a dar éste; en este sentido, ¿alguien se acuerda de las famosas 30 horas semanales, que bien podría significar algo así como “queremos que nos exploten sólo 30 horas a la semana”?), etc. En referencia a esto, también hay que decir que el cnt (periódico que la organización edita mensualmente) cada día tiene un discurso más socialdemócrata (o sea, en última instancia defensor del capital), prueba de ello es que incluso tiene la desfachatez de hablar de ciudadanía en algunas de sus editoriales, cuando el concepto de ciudadanía implica que las clases sociales se den la mano, se meta a explotadores y explotados en el mismo saco y, así, reine la tan cacareada “paz social”. Además, hay prácticas sindicales que ya rozan el esperpento. Por ejemplo, en la campaña de luchas de trabajadores afiliados a la CNT contra MERCADONA, la organización (o al menos alguna de sus secciones locales) ha llegado a demandar a la empresa ante la Audiencia Nacional. Para los que no lo sepan, la Audiencia Nacional se creó como órgano judicial que sustituyó al franquista Tribunal de Orden Público. Es decir, es un tribunal de excepción que juzga delitos políticos; persigue la disidencia política, promoviendo la tortura y el aislamiento. Pues bien, después de explicar esto alguien puede preguntarse qué sentido tiene llevar a una empresa a este tribunal, cuando es un pilar fundamental del capital en España. Nosotros decimos que no tiene ningún sentido, pero que no nos sorprende: si la CNT hace esto –o simplemente lo propone- es porque forma parte de un movimiento que no sabe situarse en la historia, que busca reformar para seguir precisamente pidiendo, pidiendo y pidiendo hasta la eternidad, sin proyecto revolucionario ni a medio ni a largo plazo, con una ceguera política que ya no debería sorprendernos. Dicho esto, a continuación vamos a reproducir un par de textos de unos compañeros asturianos que, creemos, confirmará todavía más lo que os estamos contando. El primero de ellos habla de la implicación de la CNT en las luchas de los trabajadores de los astilleros; el segundo analiza concretamente la situación de este sindicato en Asturias, conectando esto con un cuestionamiento radical de esta organización reformista. Creo que merece la pena detenerse un instante en analizar la actuación de “otro sindicalismo”, del “sindicalismo de base”. Más allá del folclorismo y de una fraseología más o menos “radical”, el sindicalismo tiene su razón de ser en ser, o aspirar a ser, el negociador del precio de la mercancía de la fuerza de trabajo. Si no es capaz de cumplir esa función, si es inservible tanto para el capital (inservible como interlocutor directo; como colchón y freno, flotando en tierra de “nadie” es muy, muy útil), como para la resolución de conflictos laborales, acaba siendo (gracias a sus fondos de inversiones y a sus reuniones con el Ministerio de Trabajo que les “devuelve” locales, porque si no habría desaparecido ya) una caricatura de sindicato, triste mezcla de colectivo estudiantil, club de jubilados y de burócratas proselitistas. El problema de la CNT (para ella, para el proletariado el problema es su existencia) es que reniega ideológicamente de lo que es o aspira a ser, interlocutor del capital, así que si lo consigue, las supuestas “diferencias” con otros sindicatos se habrán esfumado, y si no lo consigue, será un “sindicato inútil”, bailando en el limbo de la socialdemocracia “alternativa” y de la falsificación histórica. Esto vale, está claro, para cualquier otro sindicato “alternativo”, se llame como se llame. La CNT, allá donde ha tenido una sección sindical (Puerto Real y Sevilla) ha intentado erigirse como alternativa sindical, criticando al “sindicalismo débil”, al “sindicalismo dependiente de subvenciones”, al “sindicalismo burocrático”… y abogando por “la lucha contra la precariedad y la defensa del astillero y el empleo” y “la defensa de la libertad sindical”, tal y como hizo en su reunión con el comité de empresa de Izar-Sevilla, y, por supuesto, “ante la bestial represión y abusos policiales que estamos sufriendo, hemos solicitado la dimisión del Delegado y el Subdelegado del Gobierno en Andalucía, petición que hacemos extensiva a los ministros de Interior y de Trabajo del gobierno central, por no ofrecer ninguna vía de solución del conflicto, sino únicamente la represión más brutal y desproporcionada, que vulnera los derechos constitucionales que los trabajadores del astillero tenemos como ciudadanos y personas que somos”(extraído del periódico cnt, nº 299). No hacen falta muchos comentarios, sino constatar que para participar y ser parte del espectáculo democrático tienes que hacer estas cosas, aunque vaya contra “la Idea” y tengas cuadros de Durruti en tus locales. A grandes rasgos, el sindicalismo “alternativo” no puede hacer otra cosa que reivindicar ideológicamente la realización de asambleas y criticar al sindicalismo “oficial” por ser burocrático y subvencionado (¡!). Porque obviamente no puede hablar de antagonismo de clases, de intereses y necesidades irreconciliables entre la empresa y “los trabajadores”, de los despidos masivos o intensificación del trabajo como necesidades reales de la competitividad nacional y de la dictadura del valor en sí… Porque claro, si se mantiene este posicionamiento clasista sucede que se pone sobre la mesa el papel mismo de la negociación (y de los negociadores) entre las necesidades humanas y las necesidades del capital. La lucha de clases para los anarcosindicalistas es una especie de ideología, de principio. Son interesantes estas declaraciones de un miembro de la sección sindical del astillero de Sevilla en el periódico anarcosincalista “València llibertària”: “La crisis no se produce por falta de competitividad, por elevados costes, o por la falta de competencia de otros astilleros. La crisis proviene de la incompetencia de la burocracia del astillero, que son individuos puestos a dedo, cargos políticos, negligentes chupatintas que en lugar de buscar mercados, pedidos, ofertar sus productos, llegar a acuerdos con REPSOL… dejan que se los coman las moscas. Nosotros hemos demostrado que terminamos los barcos antes del plazo previsto. No es problema de falta de competitividad, pues estamos perfectamente cualificados. Lo que exigimos a los directivos del Astillero es que hagan su trabajo, que consigan pedidos y no esperen que les lluevan del cielo”. Ideología obrerista y autogestionista de la peor estofa, y como buenos izquierdistas, critica a los que gestionan el sistema y no al sistema mismo, este es el papel del “sindicalismo de base”. Creemos que es muy buen análisis, pero ahora os copiamos otro texto que también es bastante interesante.

ANARCOPEDERASTAS En el momento de su legalización y reconocimiento por parte de los poderes existentes en la llamada “transición”, la CNT asturiana llegó a contar con varios cientos de trabajadores afiliados en sus filas, principalmente en la construcción de Oviedo y los astilleros de Gijón. Trabajadores que no tardaron en abandonar un sindicato que se revelaba inoperante, esclerotizado y dominado por minorías organizadas aún en mayor medida que las demás opciones sindicales. Asturias es la región del Estado con la mayor tasa de afiliación sindical, debido a varios motivos: presencia del sector público, grandes empresas, tradición histórica … La estupidez proverbial en los cuadros confederales desde al menos marzo de 1937, unida al más rígido dogmatismo ideológico consiguió en un breve plazo de tiempo reducir la afiliación de los trabajadores a un nivel ridículo (1) con la ventaja, eso sí, de preservar las esencias histéricas -no es una errata- de la CNT: los tristemente célebres “principios, tácticas y finalidades”, en cuyo nombre no pestañearon en liquidar la revolución de 1936; como tampoco pestañearon al traicionar y abandonar a su suerte a los miembros de los grupos de acción (2) que durante el franquismo mantuvieron viva la llama de la resistencia libertaria. Pero por su nombre y su historia anterior a 1937 la CNT sigue constituyendo un polo de atracción para las nuevas generaciones. Así, recientemente un periódico regional dedicaba una página a la atractiva novedad de la ocupación de un inmueble en Moreda (Aller) por parte de un grupo de jóvenes optimistas con la ingenua intención de establecer un pintoresco “Sindicato de Oficio Varios” de la CNT que, según nos informa “La Voz de Asturias”, apoya fervientemente dicha acción (3). Los viejos burócratas confederales asturianos siguen sin aprender de sus errores, como imbéciles aplicados que son. No hace tantos años de los hechos acontecidos en Gijón en torno al C.S.A. (Centro Social Anarquista)(4), que tanto escándalo creara en ciertos medios allá por 1994. No temiendo volver a hacer el ridículo los ceneteros apuestan por el intento de manipulación de un grupo de jóvenes, con la trivial esperanza de encontrarse con unos jóvenes menos inquietos o en su defecto una nueva generación más encuadrable. La triste degeneración de la CNT la aproxima a pasos agigantados al neofascismo de organizaciones como el Sindicato de Estudiantes o la secta Moon. Con una deriva de esencia patriotera, siendo la CNT en este caso la patria, que la aleja cada día más del mundo laboral al que supuestamente se dirige, la CNT se ha acabado por convertir en una caricatura de sí misma, capaz tan sólo de captar jóvenes inmaduros en un ámbito territorial virgen, que no ha conocido sus contradicciones, sus renuncias y sus miserias. Pero la hora del “sindicalismo revolucionario” pasó hace tiempo porque, bajo el capitalismo modernizado, todo sindicato tiene reconocido su sitio, grande o pequeño, en el espectáculo de la discusión democrática sobre los acicalamientos del estatuto del trabajador asalariado, es decir, en tanto que interlocutor y cómplice en la dictadura del trabajo asalariado. A partir del momento en que el sindicalismo y la organización del trabajo alienado se reconocen recíprocamente, como poderes que establecen entre sí relaciones diplomáticas, toda clase de sindicato para poder llevar a cabo su actividad reformista, desarrolla dentro de sí un nuevo tipo de división del trabajo, más y más ridículo a medida que pasa el tiempo. Aunque un sindicato se declare ideológicamente hostil a todos los partidos políticos, no logrará, de ninguna manera, impedir su caída en manos de su propia burocracia de especialistas de la dirección -tanto más mediocres cuanto su tarea se reduce a la repetición de las mismas verdades históricas inmutables-, igual que un partido político cualquiera. Cada instante de su práctica real lo demuestra. [Comunicado aparecido en 1937 en Barcelona] “Nos vemos sorprendidos con una octavilla que circula por la ciudad, avalada por los “Amigos de Durruti”. Su contenido, absolutamente intolerable y en pugna con las determinaciones del movimiento libertario, nos obligan a desautorizar plenamente su contenido (…) y ya ayer nos vimos obligados a desautorizar otro [manifiesto]. El Comité Regional de la CNT y de la FAI no está dispuesto (….) ni puede nadie hacer el juego a posiciones dudosas o tal vez a maniobras de auténticos agentes provocadores. (…) Ya constituido el Consejo de la Generalidad, debe cada cual aceptar sus decisiones puesto que en él estamos representados. Fuera las armas de la calle. Comité Regional de la CNT y Comité Regional de la FAI. Barcelona, 5 de mayo de 1937.

¿Y si salimos de la trampa? Nosotros pensamos que el principal problema de la sociedad de clases (lo que quiere decir: sociedad dividida en una élite que controla la economía y la política, y la inmensa mayoría de nosotros, explotados y oprimidos, que estamos dominados por las clases potentadas) sigue teniendo como núcleo central la explotación capitalista y sus diversos aparatos represivos que la protegen. Por tanto, creemos que la salida revolucionaria sigue estando en una insurrección popular que se reapropie de los medios fundamentales de producción (y la destrucción de aquéllos perversos en sí mismos, como la industria armamentística al servicio del capital, la estúpida y engañosa publicidad, el aparato policial y un sinfín de trabajos que podrían desaparecer de la faz de la tierra). Pero no somos obreristas, es decir, no vemos al sujeto revolucionario en los obreros europeos con mono azul saliendo de una fábrica cantando gloriosamente la Internacional. No. Para nosotros todo el conjunto de los explotados y oprimidos forman el sujeto revolucionario. También sabemos que en algunas zonas del planeta (en Nepal, por ejemplo), siguen subsistiendo formas de dominación a medio camino entre el feudalismo y el capitalismo. Y estas clases oprimidas son igualmente nuestros hermanos de lucha, al margen de que estén proletarizadas directamente o no. Dicho esto, somos conscientes de que, aunque se den esencialmente las mismas condiciones de opresión en todos los Estados del mundo, nuestro ámbito de acción es el Estado español. La lucha revolucionaria es internacionalista, pero obviamente tiene que desarrollarse en un determinado contexto espacial de un Estado que puede tener algunos aspectos particulares (mayor magnitud represiva, por ejemplo). Sin ánimo de enrollarnos más, os daremos nuestras aportaciones para lo que consideramos que tiene que ser una lucha revolucionaria integral.

Propuestas de reflexión y acción Creemos que es necesario llevar a cabo campañas importantes de agitación en todas las empresas. Pero bajo nuestro punto de vista, la lucha no tiene que enmarcarse exclusivamente “dentro de la empresa”, sino justamente dentro de toda la sociedad explotada. Si vamos a repartir un panfleto que habla de cómo nos explotan en Leroy Merlin, por ejemplo, podemos hacerlo dentro de la empresa, a nuestros propios compañeros (sabiendo el riesgo que esto tiene); o bien repartirlo en nuestro barrio o en cualquier otro lugar. El caso es que la lucha no quede aislada en una isla, para que se pueda forjar así una solidaridad entre todos los explotados poco a poco, con un esfuerzo de base y cotidiano de agitación y propaganda. Hay otro asunto importante que queremos destacar. Es fundamental recuperar la práctica de la autonomía proletaria (que no significa otra cosa que la realización de las luchas de los explotados al margen de partidos y sindicatos, órganos que consideramos extraños y ajenos a las clases populares). Tenemos que promover el cuestionamiento en las empresas (y –repetimos- fuera de ellas), la creación de asambleas y piquetes al margen de los sindicatos, la extensión y la unificación de las luchas. ¿Y las reivindicaciones? Nosotros pensamos que son legítimas si apuntan a que no desciendan aún más las penosas condiciones de vida que tenemos que soportar. Pero claro, si un grupo de trabajadores se declara en huelga salvaje (sin mediación sindical, sin aprobación legal/judicial) y pide un aumento salarial sin exigir la expropiación de los capitalistas y su destrucción, la lucha es puramente reformista y sólo perpetuará la misma dominación. Sería distinto que en esa exigencia legítima, demostrásemos con las palabras y con los hechos la denuncia de la explotación: con la propaganda, con los sabotajes, con las huelgas salvajes, con la parálisis de la producción y la distribución de mercancías, con la destrucción de los partidos y los sindicatos, con el rechazo global de lo que supone el trabajo asalariado. Esto sí sería enfrentarse al orden establecido, porque pondría en cuestionamiento toda su estructura (no el aspecto laboral de manera aislada y parcial, es decir, sindicalista). En relación con esto, creemos que lo que tenemos que hacer los dominados es exigir (no pedir o reivindicar, puesto que en la naturaleza de la reivindicación está la derrota: en cuanto pides algo te sientas a dialogar, y con el poder capitalista no se dialoga; o te enfrentas a él o consigue atenazarte). Para esto es necesario extender el tejido social que apoye a los explotados en lucha, que nos demos una cobertura social (que hagamos cajas de resistencia, que activemos procesos de autoorganización populares en barrios y pueblos, etc.), y que, al mismo tiempo, aumente el apoyo popular armado imprescindible si se quiere derrocar a la clase capitalista. Esto último, que a alguna gente puede parecer vanguardista o militarista, es fundamental si se es consciente de que las clases explotadoras nunca renunciarán a sus privilegios de manera pacífica: habrá que arrancárselos o nunca sucederá.

¿Qué nos queda por delante en el Estado español? La situación en España no es ni mucho menos alentadora. El nivel de conciencia de la miseria por parte de la mayoría de los explotados apenas existe. En todo caso, existen pequeñas chispas esporádicas que dejan traslucir la rabia que muchos tenemos de manera inconsciente. Pero es necesario que esa rabia pasional se convierta en odio visceral, pero organizado contra las estructuras que nos gobiernan. Como decían unos compañeros… organicemos la espontaneidad. Pero ¿por qué luchamos? Luchamos por conseguir, una vez paralizada la economía capitalista y destruido el Estado y las relaciones que éste engendra, una sociedad humana que se autoorganice colectivamente respetando la individualidad, que destruya el trabajo asalariado y lo sustituya por un conjunto de actividades que se hagan por el bien social, y no por una clase parasitaria; que se desarrollen unas relaciones equilibradas con este planeta devastado por el capital, etc. En fin, el mundo que pretendemos crear sólo puede ser un boceto de nuestras luchas, pues no es posible ni deseable andamiar una sociedad futura, ya que sólo el esfuerzo diario irá creando esa sociedad, que nunca terminará de construirse, de mejorarse y de criticarse, pero que no estará basada en la explotación, el pillaje y la violencia institucional.  

Notas:

(1) Así, de respetar sus propios estatutos, la mayoría -por no decir la totalidad- de los sindicatos ceneteros asturianos no existirían simplemente por carecer del número mínimo de afiliados exigido.

(2) La lista de renuncias, traiciones y recuperaciones anarcosindicalistas exigiría ya un libro, que podría empezar por el desarme del proletariado catalán en marzo de 1937 frente a la contrarrevolución estalinista; seguir por la vergonzante traición a los grupos de acción libertarios (Sabaté, Facerías, etc.), al grupo internacionalista 1º de Mayo (Granados y Delgado, etc.), a los grupos autónomos de los años 70 (MIL-GAC y Puig Antich, ERAT, A. Rueda, etc.), a los que no dudaron convertir en “mártires libertarios” una vez muertos; o las actuales periódicas denuncias con nombres propios de aquellos compañeros considerados “incontrolables” y “peligrosos” por la burocracia confederal. En definitiva la traición a todo libertario consecuente.

(3) No sólo la CNT apoya a “los okupas”. También las llamadas Juventudes Comunistas de Asturies (JCA) se apresuran a ofrecer su apoyo, olvidando que su organización, Izquierda Unida, no sólo votó a favor del actual código penal que, a diferencia del anterior, penaliza con penas de cárcel la ocupación (usurpación), atendiendo de este modo a las necesidades del capital y el estado en su actualización de las luchas de clases, sino que un diputado de ésta formación -López Garrido, actualmente en el PSOE (como tantos otros ex jóvenes “comunistas”)- está considerado como el autor intelectual de dicha reforma.

(4) El C.S.A. estaba situado en el antiguo bar de la casa sindical de Gijón, cuya propiedad histórica la CNT reivindica. En este edificio además de CNT tienen sus locales los sindicatos CGT, CCOO y la CSI, que no parecen molestar tanto a CNT como el camino autogestionado emprendido por los jóvenes de la asamblea del CSA, con su progresiva desvinculación de la parálisis solipsista anarcosindicalera y su opción autónoma y revolucionaria, lo que motivó el desalojo violento del local en base a argumentos sobre la propiedad legal del mismo, sin sonrojarse siquiera por la edición simultánea de pegatinas en las que con un desparpajo circense afirman que “la propiedad es un robo. CNT”  

Por Comunista anárquico

¡Es tiempo de desorganizarse!

Si hay algo en lo que ha fracasado la izquierda, particularmente los sindicatos ( desde la UAW, AFL-CIO, hasta la IWW), es que cualquier teoría “revolucionaria” que no cuestione los principales elementos de la civilización no va a hacer nada más que cambiar el orden social por una versión ligeramente “modificada”. Esto si es que funciona. 
No podemos por más tiempo recurrir a ningún tipo de reforma para poner fin a la máquina de muerte que es la civilización. Por mucho tiempo ha sido una idea arraigada en las mentes “revolucionarias” que el éxito requiere organización. El llamado de los viejos tiempos de los Wobblies, “¡Es tiempo de organizarse!”, está sonando hueco mientras la escena izquierdista es aplastada entre las páginas de los movimientos sociales muertos en la historia radical. 
¿Qué nos ha traído nuestro pasado de “organización”? Podemos decir que ha habido algunos éxitos, porque aquellos en la cima de las recién creadas jerarquías sociales así nos lo han dicho. La organización nos empuja hacia atrás dentro de las mismas jerarquías que intentamos desafiar y eliminar. ¿Qué traerá eso? Adiós viejo jefe, hola al nuevo, ¿alguna diferencia? Tal vez haya un ligero reverdecimiento (más bien enrojecimiento), pero este seguirá siendo el mismo orden social, en el cual no se cuestiona lo destructivo de las formas de la vida civilizada. Pero incluso en el corto plazo sólo ofrecen impulsar nuevos líderes que nos dirán cómo y cuándo actuar, o cómo y cuándo no actuar. Esto no nos lleva a ningún lugar. Los juegos reformistas de izquierda consisten en mucho hablar y poco actuar. Las reuniones de “consenso” mantienen a delegados, electos o impuestos, que diseñan a puerta cerrada las líneas trazadas para la reforma, y que han de soportar las masas. Nosotros no participamos en asuntos electorales, pues comprendemos la doble cara de quienes se refugian en esa retórica vacía. Esto no nos lleva, ni llevará, a ninguna parte.  
Si realmente deseamos terminar con el orden social civilizado, sólo podremos hacerlo propagando la insurgencia y la revuelta, de modo que no se mantenga ningún aspecto del orden social vigente, o empujar hacia un sistema en el que se refleje esto. La única esperanza es que los actos espontáneos de revuelta nazcan de las pasiones y la rabia de los individuos. Ni las órdenes de arriba o de abajo, ni los “planes de acción” pueden despertar la insurgencia, tampoco ahogarán la totalidad del pensamiento civilizado.  
La verdadera revolución no se producirá por juegos predeterminados de “dar y prestar”, marchas silenciosas con pancartas, o con nuevas jerarquías. Ésta vendrá desde los corazones de quienes quieren reventar la civilización (que somos muchos, incluidos los no-humanos). Aquellos con sueños de destrucción, quienes nunca han vivido la autonomía total desenfrenada desde las civilizadas celdas de concreto donde han nacido. Quienes desde el nacimiento fueron despojados de su derecho a florecer como individuos en comunidad con la Naturaleza, que le hubiese ofrecido más amor del que podemos concebir en nuestra condición actual. 
Las consecuencias de toda esta jerarquía se vuelven más claras día a día. El constante colapso del orden social bajo una despótica opresión ocasionará revueltas. La insurgencia está creciendo, y la civilización por caer. Dale el último empujón con tus propias palabras y tus acciones. Romper el hechizo del orden civilizado es la única manera de acabar con el Leviatán, y cada día esto se acerca más. 
 

Kevin Tucker