Ningún acto de revuelta es inútil

La lucha de clases existe en todos los actos de revuelta individuales y colectivos en los se recuperan pequeñas porciones de vida, o pequeñas porciones de los aparatos de dominación y explotación son obstruidas, dañadas o destruidas. En un sentido significativo, no hay actos aislados de revuelta. Tales actos son todos respuestas a la situación social, y muchos conllevan algún nivel de complicidad implícita, indicando un nivel de lucha colectiva.

Consideremos, por ejemplo, la organización espontánea, y mayormente silenciosa, del sabotaje del proceso de trabajo y la reapropiación de bienes que ocurre en muchos lugares de trabajo; esta coordinación informal de la actividad subversiva llevada a cabo en el interés de cada individuo implicado es la mejor concepción anarquista de la actividad colectiva, porque este tipo de colectividad existe para servir a los intereses y deseos de cada una de las individualidades implicadas en la reapropiación de sus vidas, y lleva en su interior una idea de formas diferentes de relacionarse libres de explotación y dominación.

Pero incluso actos de revuelta aparentemente solitarios tienen aspectos sociales y son parte de la lucha general de las explotadas. Tanto por esta razón, como por el sentido personal de gozo y satisfacción que el/la individuo/a encuentra en tales actos, es necesario reconocer que ningún acto de revuelta es inútil.

El Capital, el Estado y sus aparatos tecnológicos constituyen un orden social mundial de dominación. Es por tanto necesario para las luchas rebeldes de los individuos confluir para crear la revolución social. Dado que, incluso, los actos individuales de revuelta tienen un aspecto social, y son a menudo más colectivos en su naturaleza de lo que aparentan, debido a la complicidad implícita, un desarrollo así no es tan inverosímil al presentarse las circunstancias apropiadas. Pero para ser más claro, no estoy hablando de esperar hasta que tengan lugar las circunstancias apropiadas para actuar (una excusa demasiado frecuente para la pasividad), sino aprovechar la oportunidad en la práctica continua de revuelta para llevarla más lejos, en cuanto se pueda.

La revolución social es una ruptura con nuestro actual modo de existencia, una convulsión de las relaciones y condiciones sociales en la que se viene abajo el funcionamiento de las instituciones políticas y económicas. Tal como lo veo, el objetivo de las anarquistas en esta situación es luchar por la completa destrucción de estas instituciones -el Estado, la propiedad, el trabajo, el intercambio de mercancías, la tecnología de control social, toda institución de dominación- con el fin de abrir el campo de posibilidades para la autoorganización.

Por tanto, el proyecto revolucionario es esencialmente negativo y destructivo. Nuestro objetivo no es crear contra-instituciones para reemplazar al Estado y al Capital, sino poner fin a la actual situación global en la que unos pocos determinan las condiciones bajo las que viven todas, de forma que todo individuo sea libre para crear la vida a su antojo en asociación con quien elija. Por tanto, esta no es una lucha política, un intento de poner en vigor un programa político, sino una lucha social. Un movimiento que se opone a toda jerarquía y liderazgo no debería ofrecer modelos para una sociedad post-revolucionaria. De hecho, idealmente, no habría un “después de la revolución”, sino una tensión continua de posibilidades en expansión, una fluidez de relaciones sociales y asociales que rechazan cuajar en instituciones y que en su lugar se concentran en la creación de deseos, intereses, proyectos y pasiones siempre basados en el rechazo consciente a ser dominadas.

Por ello, me refiero a una transformación total en todos los niveles de existencia, que nunca acaba, un salto hacia la libertad desconocida que no ofrece garantías, excepto aquellas que puedan encontrarse en la resuelta determinación de cada individuo a no ser nunca más gobernado.

Revista Willful Disobedience. Volumen 3. Número 2

Ilegalismo anarquista: ¡Valga la redundancia!

El título de nuestra charla podría parecer, ante la lectura neófita, un pleonasmo. Curiosamente, muchos de los que nos asumimos partidarios de la Anarquía, también consideramos que es una reiteración hablar de “ilegalismo anarquista”; sin embargo, esta particular etiqueta toma sentido si, y sólo sí, se registra la existencia de dos posicionamientos antagónicos en torno a la concreción de la acción directa –es decir, al momento en que llevamos a la práctica toda nuestra teoría–. Este antagonismo, tan lamentable como innegable al interior de nuestras tiendas, será la causa de tan peculiares “distinciones”. Por eso, para adentrarnos en el tema que deseamos emprender, tendremos que abordar la falsa dicotomía: “anarquismo legalista” vs. “anarquismo ilegalista”. Y, lo planteamos como “falsa dicotomía”, precisamente, porque el denominado “legalismo anarquista” es una contradicción insólita. Desde el momento en que apelamos a la legalidad estamos negando el anarquismo. El anarquismo es ilegal o no es anarquismo. Esa es su esencia y su sentido. Su naturaleza. Por lo mismo, a veces nos parece algo tan obvio que olvidamos insistir puntillosamente en el carácter antiautoritario del anarquismo y, por lo tanto, consecuentemente antisistémico ¡Rabiosamente antisistémico! Estamos contra toda Autoridad. Esa es nuestra máxima. Por esa misma razón, los anarquistas, en el instante en que nos asumimos como tal, ahí mismo, estamos ubicándonos fuera de la ley. Cuando afirmamos –como anarquistas consecuentes– que estamos contra el sistema de dominación, que luchamos contra el ordenamiento social en su conjunto, estamos objetando su orden y las leyes que le socorren. Todas las leyes se han hecho y se harán para darle soporte jurídico a la opresión y a la dominación. Si estamos contra el Estado tenemos que estar forzosamente contra las leyes que lo amparan y justifican su existencia. Entonces, los anarquistas, somos ilegales porque somos anarquistas, es decir, por naturaleza. Eso, por mucha confusión que exista –producto de la intoxicación liberal que asecha nuevamente en estos tiempos–, debemos tenerlo muy claro. Y de ahí, debe quedarnos también muy en claro que, cada vez que utilizan ese eufemismo, siempre que recurren a ese terminajo de “anarquismo ilegalista”, están haciendo alusión al anarquismo insurreccional, a sus tácticas y a sus métodos y lógicamente, lo hacen de manera despectiva –con toda la mala leche–, señalándolo con el índice, desde el púlpito, desde el pretendido “anarquismo legalista”. O lo que es lo mismo, desde la negación del anarquismo. Aquí es muy oportuna esa máxima que se le atribuye a Camilo Berneri y que Bob Black popularizó en los ochenta del siglo pasado con otras palabras pero que, sin duda, evocaba la esencia de la frase original: “son esos anarquistas enemigos de la Anarquía”

Antes de profundizar en la historia del denominado “anarquismo ilegalista”, habría que comenzar por hacer algo de recuento sobre esa postura incongruente –conceptual y prácticamente hablando– que aboga por un “anarquismo legalista” y, paralelamente, menosprecia, proscribe y excluye, el accionar consecuente de los partidarios y las partidaria de la Anarquía. Para poder entender el por qué y el cómo cobró vida en nuestras filas un término tan ambiguo y explicarnos el peculiar interés que existe y persiste en la utilización de semejante rótulo, tenemos que recurrir –una vez más– a la pregunta ineludible: ¿qué es el anarquismo? Como bien señala Bonanno: siempre es necesario retomar el discurso con esta interrogante, aunque estemos entre anarquistas. –muchas veces, justamente por estar entre anarquistas es que resulta inevitable este cuestionamiento– . Alfredo (Bonanno), nos expone que el empleo reiterado de esta interrogante se debe a que el anarquismo no es una definición que, una vez alcanzada, pueda guardarse celosamente en una caja fuerte y conservarse como un patrimonio del cual tomamos argumentos a manera de insumos cada vez que los necesitamos. Y tiene razón. Paradójicamente, hay quienes se reivindican “anarquistas” y sostienen lo contrario; es decir, conciben al anarquismo como una ideología y lo guardan a buen recaudo –en esa caja de caudales que nos mencionaba Bonanno– para “protegerlo”, como si se tratara de un credo. Esos dogmáticos del anarquismo entienden el ideal como una Biblia inamovible que les otorga un abundante arsenal de argumentos a los que pueden apelar en cada circunstancia que se les presente y así, eluden la realidad repitiendo sus sagradas oraciones hasta el infinito. Lo inaudito, es que esta visión distorsionada del anarquismo –ideologizada, para ser exactos– es compartida por ambos bandos de las denominadas corrientes primigenias pese a sus divergencias irreconciliables. Es decir, tanto para la corriente “esencialista”, emparentada con el liberalismo, como para la “historicista”, descendiente directa del marxismo, el anarquismo va asimilarse como una ideología. Esto, de cierta forma, nos explica porque cada vez que el anarquismo se aleja de la realidad de las luchas concretas –ya sea a consecuencia de los períodos de repliegue o por los momentos de reflujo del movimiento real de los oprimidos– reaparecen estos viejos fantasmas y se degenera en ideología. En otras ocasiones, hemos insistido en esto y no nos cansaremos de repetirlo: el anarquismo obtiene su propia especificidad teórico-práctica en el momento en que rompe drásticamente con sus raíces; ahí es que se gesta como tal, revelando su carácter parricida.

Lamentablemente, salvo escasas y honrosas excepciones, la inmensa mayoría de la historiografía libertaria ha sido escrita por personas ajenas al anarquismo y en su defecto, se ha elaborado un producto edulcorado y atinadamente “acomodado” por connotados personajes académicos, por lo general, adscritos a esas corrientes primigenias que, lógicamente, han continuado su marcha de manera paralela. Así, encontraremos un amplio y voluminoso listado de historiografía libertaria, oportunamente confeccionada desde las buenas conciencias del humanismo liberal o desde la perspectiva historicista y pretendidamente científica de claro sello marxiano. En el caso particular de la historiografía libertaria disponible en lengua castellana, nos toparemos con un repertorio de historietas “libertarias” realmente nauseabundo, fabricado a la medida de las concepciones moralinas de personajes de la calaña de Carlos Díaz –conocido cagatintas al servicio del Vaticano–, Víctor García y, hasta de Fidel Miró; quienes manosearon y acondicionaron a su antojo, otras historietas previas, inventadas por los Abad de Santillán y compañía. No menos “acomodados” están los textos de Buenacasa y Gómez Casa, empeñados en mostrar las cosas según su conveniencia. Ya ni hablar de la historiografía “oficial” donde abundan ratas de la catadura de Ángel Herrerín López –escribano a sueldo del gobierno que esté de turno en el Estado español– o Juan Avilés. Desde luego, de este lado del charco, también se cuecen habas, aquí mismo tenemos joyitas del tamaño de Roger Bartra y Arnaldo Córdova, sólo por mencionar algunos y bueno, me viene a la mente otro personaje vomitivo, a quien el Estado cubano encomendó la “noble” tarea de borrar al anarquismo de la historia insular, Abraham Grobart (Fabio Grobart). Por eso hoy, tenemos que dedicarnos a hurgar. Hay que escarbar… Hay que nadar y zambullirse en medio de toda esa historiografía libertaria y tomar con pinzas la información y confrontarla con otras fuentes, aunque lo que encontremos provenga del enemigo, de la prensa burguesa de la época. Increíblemente, la mayoría de las veces, encontramos mucho más información en esas fuentes antagonistas –en la prensa, particularmente–, sobre todo, nombres y hechos, olvidados o, convenientemente, silenciados e ignorados. Pasa lo mismo con la historia “oficial”, con los textos de Herrerín y cía, allí a veces se encuentran datos extraídos de los archivos policiacos. En esos textos, con pretendido rigor académico y regularmente etiquetados como “Historia Social”, también podemos hallar información valiosa. Estos cagatintas se han encargado de recuperar algunos nombres y de exponer determinados hechos, con la clara intención de descalificarnos de presentarnos como bandidos y terroristas. Pero, a falta de estudios objetivos, de ahí hay que sacar nuestras conclusiones.

Y bueno, un poco adentrándonos en el tema de nuestra plática, definitivamente, tenemos que decir que, cuando se hace mención del denominado “anarquismo ilegalista”, es decir, del anarquismo insurreccional, por regla general, se están refiriendo a un conjunto de estrategias anarquistas implementadas, principalmente, en Francia, Italia, Bélgica, Suiza y Estados Unidos, en las últimas dos décadas del siglo XIX y las primeras tres del siglo pasado. Este período particular de nuestra historia –que, en realidad, abarca un poco más, porque ya desde 1874, en el Congreso de Madrid, se recogen los pronunciamientos insurreccionales y se recomiendan las llamadas “represalias”– sin duda, ese período fungió como parte aguas, dando lugar a esa falsa dicotomía de la que hablábamos con anterioridad, aquella de “anarquismo legalista” vs. “anarquismo ilegalista”. Este “parte aguas”cobró mayor fuerza a raíz de las polémicas furibundas ocasionadas en Francia a finales del siglo XIX en torno al caso Duval. La expropiación de un hotel de la calle Montceauc de Paris, realizadael 5 de octubre de 1886, por los anarquistas Duval y Turquais, integrantes del grupo “La Panthére des Batignoles”, trajo consigo, un debate irreconciliable poco después de que Clément Duval fuera detenido, no sin defenderse, hiriendo al inspector a cargo de su captura. Esta polémica pronto llegaría a las páginas del periódico La Révolte, dirigido por Kropotkin, convirtiéndose en tema de discusión obligada al interior del movimiento anarquista. Rápidamente aflorarían los juicios de valor. Así, aparecieron en escena los “legalistas” que abogaban por un anarquismo evolutivo y pedagógico que conseguiría sus aspiraciones de justicia y libertad a través de la propaganda escrita u oral y la organización de las masas, acusando de “criminales ajenos a las ideas” a quienes actuaban “fuera de la ley”. Sin embargo, Duval, dejaba en claro su postura en la carta que enviaría al juez instructor –permítanme hacer lectura de un fragmento de la misma– : “En mi hoja de prisión en Mazas, he visto escrito: Tentativa de homicidio; yo creo, muy al contrario que he obrado en legítima defensa. Verdad es que usted y yo no consideramos esto de la misma manera, teniendo en cuenta que yo soy anarquista, o mejor dicho, partidario de la anarquía, pues no se puede ser anarquista en la sociedad actual; sentado esto, yo no reconozco la ley, sabiendo por experiencia que la ley es una prostituta a quien se maneja como conviene, en ventaja o detrimento de éste o del otro, de tal o cual clase. Si yo he herido al agente Rossignol, es porque él se ha arrojado sobre mí en nombre de la ley. En nombre de la libertad yo le he herido. Soy, pues, lógico con mis principios: no hay, pues, tal tentativa de asesinato. Ya es tiempo también de que los agentes cambien de papel: antes que perseguir a los ladrones, que prendan a los robados.” Con esta carta, no caben dos opiniones al respecto: Duval, dejaba en claro que era anarquista y que, como tal, obraba consecuente fuera de la ley. Con sus palabras recalcaba lo que comentábamos al comienzo de esta charla: “los anarquistas, somos ilegales porque somos anarquistas, es decir, somos ilegales por naturaleza”.

Clément Duval, comparecería frente al juez el 11 de enero de 1887, alegando en su defensa que la propiedad, asentada en sus leyes y otorgada como derecho burgués, era el robo y que quienes acumulaban fortunas apropiándose de las riquezas producidas colectivamente eran los verdaderos ladrones, no quienes, necesitados de sustento, tomaban en su provecho, por derecho a la existencia, lo que se les había arrebatado antes. Los alegatos de Duval, reafirmaban nuevamente los principios anarquistas frente a aquellos que intentaban desprestigiarle con su moralina burguesa. Al ser condenado a muerte, quedaba, a todas luces, sentenciado por anarquista. Por eso, no faltaron las voces valientes que le defendieran en nombre de la anarquía, como Luisa Michel, quién al grito de ¡Viva la anarquía! exigiera la unidad de todos los revolucionarios conscientes en la lucha contra su condena. Finalmente, ante las fuertes presiones ejercidas, le conmutarían la pena de muerte, sentenciándolo a cadena perpetua en la Guyana. De allí, lograría fugarse y trasladarse a Estados Unidos, donde se asentaría en la ciudad de Nueva York, gracias al apoyo y la solidaridad de los anarquistas italo-americanos, con quienes trabajaría en la edición de “L’ Adunata del Refrattari”. Esta publicación “refractaria” –como bien resalta su título–, sería uno de los medios anarquistas más aguerridos de su época en territorio estadounidense y serviría de asidero para la expansión de la consciencia refractaria y la conformación de un movimiento anarquista de clara tendencia insurreccional a lo largo y ancho de la geografía norteamericana. En esa misma tesitura refractaria del anarquismo insurreccional, se editarían infinidad de periódicos a finales del siglo XIX, en varios puntos de Europa, principalmente en Italia, Francia y España. Destacarían las publicaciones impresas en Barcelona, Valencia y Zaragoza, muchas veces editadas por anarquistas italianos refugiados en España.Títulos como “El Eco del Rebelde”, “La Cuestión Social”, “Penseiero e Dinamita”–redactado por el grupo de Paolo Schichi–, “La Revancha” –editado por Paul Bernard –, “La Revancha de Ravachol”, entre otros, ilustrarían la actividad del denominado “anarquismo ilegalista” a finales del siglo XIX.

Otro de los grupos anarquistas qué destacaría, por la puesta en práctica de la expropiación, a finales de la década del ochenta del siglo XIX, en la ciudad de París, sería el núcleo conocido como “Los Intransigentes”. Fundado por dos anarquistas italianos residentes en Francia: Pini y Parmeggiani. Vittorio Pini, reivindicaría la expropiación revolucionaria –contribuyendo al debate en torno a esta práctica–, poco después de su detención “accidental” como consecuencia de una solicitud de extradición interpuesta por el gobierno italiano. Cuando las autoridades francesas registraron su casa, encontraron un arsenal y la cuantiosa suma de 500 mil francos, lo que para 1889 resultaba ser una suma elevadísima. El hallazgo policial llevaría a los tribunales a Pini y algunos de sus compañeros de grupo.

La condena de Vittorio Pini a 20 años de trabajos forzados, resucitó la polémica, llegando nuevamente a ventilarse el debate en “La Révolte”. En sus páginas quedaría registrada la opinión de sus editores al respecto –permítanme nuevamente leer unos apuntes– “Pini, jamás actuó como un ladrón profesional. Es un hombre de muy pocas necesidades, que vivía sencillamente, pobremente incluso y con austeridad. Pini robaba para destinarlo a la propaganda, eso nadie lo ha negado. En el juicio, Pini se hizo responsable único de los hechos y defendió el principio anarquista del derecho al robo o mejor a la expropiación”. Fin de la cita.

Los casos de Duval y Pini, ponían sobre el tapete el tema de la expropiación revolucionaria, situándolo en el marco de la acción directa y las tácticas insurreccionales, por lo que se retomaría el debate en la Conferencia Internacional de París de 1889, sin que se alcanzaran acuerdos a manera de conclusión al respecto. Sin embargo, existían antecedentes que mostraban lineamientos claros en relación a la acción directa que –si bien no abordaban la expropiación de manera explícita–no dejaban lugar a dudas en cuanto al empleo de una amplia gama de tácticas que iban desde las represalias a la propaganda por el hecho, justificadas desde la óptica de la insurrección permanente. El Congreso Anarquista de Londres de 1881, da buena cuenta de ello. Por cierto –quiero hacer un paréntesis como nota anecdótica–, está ampliamente documentada la participación de un anarquista mexicano en el congreso de Londres del 81. Según los registros, dejó constancia del “necesario aprendizaje de la química para la elaboración eficaz de explosivos”. También quedaría documentada la infiltración de agentes policíacos en dicho congreso y su insistente interés en desprestigiar el mismo, presentándolo como una reunión de peligrosos “terroristas” internacionales.

La polémica entre quienes, reclamándose anarquistas, justificaban la expropiación y la propaganda por los hechos y las inscribían en la amplia lista de acciones directas válidas –mismas que identificaban como medios consecuentes con el fin– y, aquellos, que, igualmente reclamándose anarquistas, las condenaban, por “amorales” y “violentas”, trajo consigo el rótulo de “anarquismo ilegalista” que hoy nos ocupa y con éste, la profundización de las diferencias en torno a la acción directa o, a la manera de como ésta se concebía según el lente con que se mirase. Dicha polémica, lamentablemente, nos ha acompañado a lo largo de la historia y ha sido aceptada o, por lo menos, asimilada, como una “ambigüedad” de base, originada en las formulaciones primigenias del anarquismo y que, por tanto, deberíamos de arrastrar por los siglos de los siglos. Sin embargo, esta pretendida “ambigüedad” es falsa y se ubica –una vez más– en el manejo acrítico, en el acomodo amañado y oportuno de los términos y en el reforzamiento de esos parentescos de los que hablábamos al comienzo, de esas familiaridades apócrifas con las que el anarquismo no puede sino reafirmar la más determinante y violenta de las rupturas. Es el reflejo de las contradicciones arrastradas a partir de esa otra falsa “ambigüedad” que pretende perpetuarse en el anarquismo justificando su origen en las corrientes de pensamiento progenitoras –que mencionábamos– y que da lugar a la tesis de “los dos anarquismos”. Esto, ya lo hemos abordado en incontables ocasiones y hemos sido rotundamente determinantes, recalcando que, para nosotros, el anarquismo es un cuerpo viviente de teoría y práctica que se gesta a partir de una configuración abierta de pensamiento y acción, encarnada en un movimiento refractario, que cobra su especificidad en el instante que concreta ese divorcio, irreconciliable, con el idealismo liberal y trasciende las limitaciones de la visión economicista del marxismo mediante la reflexión –original e intransferible– en torno al sistema de dominación y la conformación de las clases sociales.

Durante las primeras tres décadas del siglo pasado, las tácticas y los métodos del anarquismo insurreccional volvieron a tomar fuerza. En los años previos a la Revolución rusa, va a extenderse y generalizarse su práctica, cobrando nuevos bríos la expropiación y la propaganda por el hecho. Por esas fechas, alcanzaría notoriedad en Francia el grupo de “Los trabajadores de la noche”, también conocido como “La banda de Abbeville”, por el enfrentamiento armado que se suscitara en esa ciudad entre integrantes de este grupo con la policía, tras una acción fallida, resultando muerto el oficial Pruvost. Alexandre Jacob, mejor conocido como Marius Jacob, sería el eje articulador de este pequeño núcleo expropiador, en el que también participaba su madre y su esposa. Había sido detenido en posesión de explosivos tras una serie de expropiaciones menores que habrían conducido a las autoridades hasta él, siendo condenado a 6 meses de cárcel. Poco después sería detenido nuevamente pero, fingiría demencia evitando una sentencia de cinco años de prisión y le enviarían a un manicomio de donde se fugaría, refugiándose en la ciudad de Sète. Allí, comenzó a organizar su grupo con personas afines que, aunque no se reclamaran partidarios de la Anarquía, en los hechos compartirían sus principios mediante un acuerdo mínimo –otra vez, permítanme leer estas anotaciones–: “Sólo se usarán las armas para proteger nuestra vida y nuestra libertad de la policía; se robará sólo a los considerados parásitos sociales -empresarios, banqueros, jueces, militares, nobles y al clero, pero jamás a aquellos que realizan profesiones nobles y útiles –maestros, médicos, artistas, artesanos, trabajadores, etc. Y se destinará un por ciento del dinero recuperado a la propaganda de la causa anarquista”.

Acusado de más de un ciento cincuenta expropiaciones y del asesinato del oficial Pruvost, Jacob sería llevado a juicio en marzo de 1905 en la ciudad de Amiens, enfrentando la posible condena a muerte en la guillotina. Durante el proceso, dejará bien claro en los tribunales los ideales que le inspiran –aquí lo tengo–: “He preferido conservar mi libertad, mi independencia, mi dignidad de hombre, antes que hacerme artífice de la fortuna de un amo. En términos más crudos, sin eufemismos, he preferido robar antes que ser robado”. Logró escapar de la guillotina pero lo sentenciarían, con 26 años de edad, a trabajos forzados de por vida en Cayenne. Tras 17 intentos de fuga de la Isla del Diablo y con poco más de 20 años de condena cumplida, regresaría a Francia. En 1936, atraído por la irradiación de la Revolución española, Jacob viaja a Barcelona con el propósito de luchar junto al movimiento libertario, presentando una estrategia de acopio de armamento para las milicias anarquistas. Sin embargo, ya no estarían Ascaso ni Durruti y, se toparía de bruces con el “anarquismo legalista” en el poder. Decepcionado con la realidad española sentenciaría de manera lapidaria: “¿Dónde están los anarquistas? En las fosas comunes. Traicionados en las retaguardias, se sacrifican en el frente”. Desde luego, esto no lo registraría Gómez Casa ni Víctor García.

También habría que mencionar entre los muchos grupos anarquistas insurreccionales que alcanzarían notoriedad en Europa a comienzos del siglo XX a otro núcleo francés conocido como “La banda Bonnot”, ya que iniciaría sus actividades por iniciativa de Jules Bonnot y un grupo de anarquistas insurreccionales nucleados en torno al periódico “ilegalista” L’Anarchie. En esos primeros años del siglo XX, se teorizaría sobre la expropiación revolucionaria y la propaganda por el hecho en un montón de publicaciones anarquistas insurreccionales que le otorgaban particular validez a estos métodos dentro de la amplia gama de tácticas insurreccionales.

Y bueno, de este lado del charco, también hay tela de dónde cortar aunque mucha de la historiografía esté igualmente acomodada, manoseada y edulcorada, en el mejor de los casos porque, cuando nos ponemos a rastrear este tipo de información nos encontramos que, evidentemente, muchas cosas se han silenciado y condenado al olvido. Pero bueno, hay que ir hilvanando la historia con lo que hay.

Cuando nos ponemos a rastrear por acá, encontramos los antecedentes del anarquismo insurreccional en Julio López Chávez, quien mantendría una intensa actividad expropiadora y beligerante entre 1867 y 1868, siendo fusilado en julio del 68, por órdenes del gobierno liberal de Benito Juárez. López Chávez o Chávez López –ya que algunos historiadores invierten sus apellidos por lo que no se sabe con certeza cuál era su nombre correcto, incluso hay documentos de la época, periódicos principalmente, donde le llaman Julián López Chávez, en lugar de Julio– Pero, bueno… quedémonos con Julio López Chávez, había sido discípulo de la escuela moderna, la Escuela del Rayo y el Socialismo, que fundara en Chalco, Estado de México, Plotino Rhodakanaty, inspirado en las ideas de Fourier y de Proudhon, pero López Chávez, abandonaría rápidamente las ideas mutualistas y se convertiría en Bakuninista. Reafirmando su pensamiento diría: –permítanme leer esta pequeña cita– “Soy anarquista porque soy enemigo de todos los gobiernos y comunista, porque mis hermanos quieren trabajar la tierra en común” (fin de la cita). Rhodakanaty, se distanciaría de su discípulo por estar en desacuerdo con el anarquismo insurreccional, ya que, desde su visión idílica y evolutiva, no reconocía la acción armada consecuente con el ideal libertario. Julio López se convertiría en una verdadera pesadilla para los hacendados, flagelando incansablemente a toda la clase acaudalada del área de Chalco y Texcoco, extendiendo sus acciones a Morelos por el sur, al este hasta San Martín Texmelucan y al oeste hasta Tlalpan. Expropiaba las haciendas de la zona pero en el sentido más extenso del término, es decir, no sólo saqueaba las casas de los hacendados llevándose el dinero, los objetos de valor, las armas y todos los caballos sino que, además, repartía la tierra expropiada entre los campesinos de la región. También realizó infinidad de asaltos a diligencias en la zona, ganándose la reputación de “bandido comunista”, que era como le llamaban los periódicos de la época. Su grupo llegó a contar con más de medio centenar de integrantes, extendiendo la consciencia refractaria entre los campesinos e indígenas de la zona. Después de su fusilamiento, la actividad expropiadora e insurreccional, continúo hasta 1870, no sólo en la zona original de operaciones sino, además, se extendió a Yucatán, al ser deportados a ese estado sureño varios de sus compañeros de acción. Quince de ellos serían fusilados en la ciudad de Mérida, el 24 de febrero de 1869.

También se extendería el anarquismo insurreccional a otros estados, quedando registrada la actividad insurreccional de tres compañeros de López-Chávez, en el Estado de Chiapas, que estarían involucrados en las rebeliones indígenas de 1869 y en el asalto armado a las haciendas de la región. Ignacio Fernández Galindo, su esposa, Luisa Quevedo y, Benigno Trejo, excompañeros de Julio Chávez en la escuela de Chalco, participarían activamente en las labores de organización de la lucha y en la difusión de las ideas anarquistas y la propaganda por los hechos, entre los indígenas tzotziles. Fernández Galindo, se encargaría de brindarles entrenamiento en el uso de las armas y dotaría de tácticas combativas a la revuelta. Las autoridades estatales harían frente violentamente a la insurrección, exigiendo que los “transgresores de la Ley” que “se rindan incondicionalmente y entreguen las armas y a los cabecillas de afuera que les han engañado y manipulado”. Por esas fechas, se publicó un cartel dirigido a los Indígenas rebeldes, que apareció pegado en todos los muros de las calles de San Cristóbal de las Casas, en el que se ilustra perfectamente los sucesos –Otra vez tengo que leer aquí en mis apuntes.. a ver–: “El presidente de la República ya sabe lo que ustedes están haciendo y por eso está muy enojado y aunque aquí tenemos mucha tropa y bastantes armas, dice que va a mandar bastante gente y entonces es seguro que ustedes acaban; porque esa gente que viene no los conoce a ustedes, y por eso no los quiere como nosotros los queremos […] pidan perdón al gobierno y presenten todas las armas que tienen para que crea que es verdad lo que ustedes dicen”.

Durante la denominada “revolución mexicana”, también se registrará la acción del anarquismo insurreccional, protagonizado por los miembros radicalizados del Partido Liberal Mexicano. Las figuras de Ricardo Flores Magón y Práxedis Guerreo, serán destacadísimas en ese período revolucionario; sin embargo, muchos anarquistas insurreccionales internacionalistas, no coincidirán con esa particular apreciación que le otorga rango de “revolución” a las contiendas de la época. Específicamente, esa sería la postura de los anarquistas insurreccionales italianos que, motivados por las crónicas apasionadas que publicara el periódico Regeneración y por las fervientes arengas de sus colaboradores en la ciudad de Los Ángeles, se trasladarían en 1917 al norte de México, con la intención de unirse a la lucha insurreccional libertaria. Entre esos anarquistas insurreccionales italianos estarían Sacco y Vanzetti, quienes viajarían a la ciudad de Monterrey –donde radicaba un grupo de anarquistas italianos que habían huido del reclutamiento militar en Estados Unidos, al estallar la Primera Guerra– interesados en sumarse a la “revolución anarquista”. Pronto se decepcionarían, identificando a la “Revolución” mexicana como una lucha por el Poder entre bandos opuestos. Ese grupo particular de anarquistas italianos haría historia con sus expropiaciones y sus acciones de propaganda por los hechos, a lo largo y ancho de Estados Unidos. Era el grupo nucleado en torno al periódico anarquista insurreccional “Cronaca Sovversiva”, donde también colaboraban Sacco y Vanzetti. Esta publicación, redactada en italiano, se convertiría en el arma de difusión por excelencia del anarquismo insurreccional, entre los anarquistas italianos residentes en Estados Unidos. El grupo de los insurreccionales se ampliaría rápidamente, siendo denominado por la prensa burguesa de la época como “Los Galleanistas”, en alusión al editor del periódico, Luigi Galleani. En este grupo –que en poco tiempo se convertiría en una verdadera red con presencia en las principales ciudades estadounidenses–, destacarían por su notoriedad los conocidísimos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, Mario Buda alias Mike Boda, Nestor Dondoglio alias Jean Crones, Gabriella Segata Antolini, Lugi Bachetti, entre otros que no puedo recordar. Aquí tengo otros nombres de compañeros de este grupo anotados por aquí: Frank Abarno, Pietro Angelo, Carmine Carbone, Andrea Ciofalo, Ferrucio Coacci, Emilio Coda, Alfredo Conti, Roberto Elia, Luigi Falsini, Frank Mandese, Ricardo Orciani, Nicola Recchi,Giuseppe Sberna, Andrea Salsedo, Raffaele Schiavina y Carlo Valdinoci.

Las contundentes acciones de estos anarquistas los llevaría a convertirse en el grupo revolucionario más perseguido por las autoridades federales en los Estados Unidos. Sin embargo, otra vez el “acomodo” de la historia y no sólo de la historia “oficial” sino de la historiografía de factura libertaria, los condenaría a ser unos perfectos desconocidos, encargándose de silenciar todas sus acciones y de “desaparecer” sus textos, reflexiones y demás aportaciones teóricas. Con la excepción de Sacco y Vanzetti, a quienes el “anarquismo legalista” se ocuparía de dotar de una historia falsa que los convirtió en “mártires” del anarquismo. Como habrían hecho antes con los anarquistas de Chicago: “Los Mártires de Chicago”. Una vez más, las conocidas artimañas para ocultar la historia. En el caso de Sacco y Vanzetti sucedió igual. El argumento que se inscribía en una lógica estrategia de la defensa para que se les declarara “inocentes”, terminó convirtiéndose en la “historia oficial” de los hechos. Con la excepción del historiador libertario Paul Avirich que se ocuparía de profundizar en la actividad anarquista de esa época y un trabajo de Bonanno sobre el tema, el resto de la literatura publicada en torno al caso Sacco y Vanzetti, niega rotundamente su participación en la expropiación por la que terminarían siendo condenados. Realmente las expropiaciones eran realizadas constantemente por el grupo en el que participaban activamente Sacco y Vanzetti y los fondos recaudados mediante estas expropiaciones se usaban para continuar imprimiendo propaganda anarquista para financiar atentados, las llamadas represalias y para auxiliar a compañeros presos y desempleados o en algunos casos a sus familias. Los atentados estarán siempre enfocados contra el Estado, el Capital y el clero, siendo objeto de sus ataques banqueros, industriales, políticos, jueces, fiscales, policías y curas.

Este grupo tiene incontables anécdotas –podríamos estar aquí el resto del día contándolas– pero hay varias acciones que merecen por lo menos una breve mención, como el atentado ejecutado el 24 de noviembre de 1917 contra el Cuartel de Policía de la Ciudad de Milwaukee, donde estalló una bomba de retardo poderosísima, con varios kilos de pólvora negra. El artefacto había sido construido por Mario Buda quien era el experto en explosivos del grupo –por cierto, también haciendo uso de sus habilidades, ayudaría a Luigi Galleani, a confeccionar un manual de explosivos que circularía exitosamente entre los anarquistas insurreccionalistas y que aparentemente tradujera al inglés Emma Goldman– Y bueno, se supo que el plan fue ingeniosísimo ya que debido a la gran actividad anarquista de la época, las estaciones de policía estaban muy bien protegidas y además tenían grandes controles al momento de acceder a estos recintos; por lo que el grupo para poder introducir la bomba en el cuartel, la colocó primeramente en los cimientos de una iglesia de la ciudad y le pasaron la información a un personaje que sospechaban era informante de la policía. Rápidamente el escuadrón de explosivos se movilizó y retiró la bomba de la iglesia, trasladándola a la estación de policía, pensando que había fallado el mecanismo de activación. Minutos después de comprobar que el artefacto se encontraba en las instalaciones, lo hicieron detonar matando a nueve policías y una víctima civil. Y bueno, con el atentado lograron matar dos pájaros de un tiro porque no sólo cumplió su objetivo, sino que además, les permitió desenmascarar al soplón. Otro atentado que merece ser mencionado, es el realizado por Nestor Dondoglio en la ciudad de Chicago en 1916. Dondoglio era un cocinero de origen italiano que se hacía llamar Jean Crones, al enterarse que se planeaba realizar un gran banquete en honor del arzobispo de esa ciudad, el arzobispo Mundelein, con la asistencia de un nutrido grupo de la jerarquía católica, se presentó como voluntario diciendo que quería donar sus habilidades y obsequiar sus exquisitos platillos a los comensales, envenenando alrededor de doscientos invitados al agregarle arsénico a la sopa. Ninguna de las víctimas murió porque en su afán por eliminarlos, Dondoglio utilizó demasiado veneno lo que provocó inmediatamente vómitos en las víctimas, logrando expulsar el veneno. Sólo moriría, dos días después del envenenamiento, el cura O´Hara, párroco de la iglesia de St. Matthew en Brooklyn, Nueva York, quien había sido capellán en el patíbulo de la prisión de Raymond St. Dondoglio, inmediatamente después del atentado, se trasladó a la Costa Este, donde fue escondido por un compañero de grupo hasta su muerte en 1932.

Por esas fechas, sobran ejemplos del accionar anarquista insurreccional, con infinidad de expropiaciones y acciones de propaganda por el hecho. La condena a muerte de Sacco y Vanzetti, serviría de detonante para incrementar las acciones. En La Habana, Montevideo y Buenos Aires, también explotarían incontables bombas en protesta por el crimen de Estado. En Argentina y Uruguay, también dejarían su huella los anarquistas insurreccionales practicando la expropiación y la propaganda por el hecho. Destacarían por su notoriedad Severino Di Giovanni y sus compañeros de grupo. También el núcleo de Roscigna, Uriondo, Malvicini y Vázquez Paredes. Tanto en Argentina como en Uruguay se continuó realizando expropiaciones y acciones de propaganda por los hechos hasta nuestros días. En el pasado reciente, destacan también entre los compañeros expropiadores el negro Fiorito, Amanecer Fiorito, y nuestro Urubú, que muriera a manos de la policía en una expropiación fallida. En Chile también tienen una larga historia los anarquistas insurreccionales, con acciones de expropiación y propaganda por el hecho, que igualmente llega a nuestros días, con pérdidas lamentables como la de Mauri y este compañero que recién le estalló el artefacto en las manos –Luciano–, sí, exactamente Luciano.

Aquí en México, la expropiación ha sido y es una práctica recurrente aunque, por regla general, no se reivindique. Bueno, con la excepción de Acción Anarquista Anónima de Tijuana que sí ha reivindicado expropiaciones en sus comunicados. Tampoco podemos olvidar, a manera de homenaje y reivindicación, al compañero Mariano Sánchez Añón, de origen aragonés, exiliado primero en Francia –cuando tuvo que huir de Mas de las Matas, su pueblo natal–, tras la insurrección anarquista de diciembre de 1933 y, después, se refugiaría por acá en México, tras el triunfo del fascismo franquista. Llegaría a estas tierras a bordo del Ipanema, junto a su compañera Armonía de Vivir Pensando, entrando por el puerto de Veracruz. Inmediatamente sería reubicado en una finca en Santa Sabina, Chihuahua, donde lo enviarían a trabajar como jornalero por sus orígenes campesinos y su experiencia agropecuaria. Pero, Sánchez Añón, no renunciaría al ideal anarquista y continuaría en México con su actividad revolucionaria. Rápidamente, comienza a organizar a los peones en donde laboraba contra la explotación a la que estaban sometidos y le dispara al encargado de la finca, dándole muerte. Buscado por la policía, tendrá que trasladarse a la Ciudad de México junto al compañero Francisco de Diego Salas. Por acá, fundarán un grupo de acción, integrado por cinco compañeros españoles que se negaban a renunciar a las ideas anarquistas y a la acción revolucionaria, como les exigía el gobierno de México, como requisito para otorgarles asilo. Participarían en varias expropiaciones hasta la fallida operación de la Cervecería Modelo.

Mariano Sánchez Añón, sería cobardemente vilipendiado por la Federación Anarquista del Centro y las pretendidas “Juventudes Libertarias” de San Luis Potosí, quienes publicarían un comunicado condenando la expropiación a la Cervecería Modelo y, acusando de “gánsteres” a los compañeros españoles exiliados que participaron en dicha acción.–Aquí tengo el comunicado pero, igual si desean, pueden leerlo en línea, este comunicado se encuentra alojado en el sitio de la Biblioteca Virtual Antorcha– Desde luego, la expropiación de la Modelo, así como el propio Mariano Sánchez Añón y sus compañeros de ideas, recibirán también la condena de algunos de los libertarios españoles refugiados por acá, los denominados “bomberos” –lógicamente porque apagaban el fuego cada vez que era necesario– los connotados “santones” del exilio inmovilista, entre los que se contaba uno que otro “cincopuntista”, como Fidel Miró.

Curiosamente, cuando los compañeros nos pidieron que presentáramos este tema, que preparáramos esta plática, encontramos un archivo valiosísimo que está sin ordenar pero que tiene mucha información que bien valdría la pena sacar a la luz para que se conozcan las actitudes antagónicas de esos “dos anarquismos”. Les hablo del archivo del Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México(CTAE). Este “comité” tiene la peculiaridad de haber sido creado por Juan Negrín, el jefe del gobierno republicano, a modo de continuación del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, fundado en Francia, con el financiamiento del Gobierno de la República. Presidido por José Puche, el grupo se mantuvo en contacto con varias Secretarías de Estado y con el propio Lázaro Cárdenas, para coordinar la llegada de los refugiados, el arribo de los vapores Sinaia e Ipanema. Después continuaría con su particular labor, digamos… de “enlace”, con el gobierno mexicano; también se encargó de suministrar subsidios individuales, alojamiento y alimentos, préstamos para emprender negocios. El Comité fundaría, con capital del Gobierno de la República, la Financiera Industrial Agrícola, con ese financiamiento, abrirían la Empresa Vulcano, la Editorial Séneca, el Instituto Luis Vives, la Academia Hispano-Mexicana, el Colegio España y otros colegios en los estados. Se puede encontrar algo de esto en Internet a raíz de las memorias publicadas del exilio español pero el archivo existe y tiene muchísima información. Lo más sorprendente es la participación de varios anarquistas en este comité, encargados de rendir “informes” frecuentes de la actividad anarquista por estas tierras. Ahí encontrarán varios reportes de Ricardo Mestre, Fidel Miró y Adolfo Hernández, precisamente sobre Mariano y otros compañeros, en los que se les tilda de “violentos”, “tarados de la guerra”, “atracadores” y “bandoleros”. En fin…

Pues, definitivamente en nuestros días, las expropiaciones revolucionarias siguen siendo un vehículo imprescindible de financiamiento para las actividades anarquistas, tanto para la realización de acciones como para la edición de propaganda anarquista, libros, publicaciones, etc. En regiones como Grecia e Italia, donde el anarquismo insurreccional tiene gran actividad, destacan muchísimos compañeros y compañeras que, constantemente, van a parar a prisión por expropiaciones fallidas. Alfredo Bonanno, Pipo Staicy, Christos Stratigopoulos y Yiannis Dimitraki, estos últimos aún continúan en prisión, víctimas, además, del silencio y la condena del “anarquismo legalista”. También siguen tras las rejas por expropiación los compañeros Claudio Lavazza, Giovanni Barcia y Gilbert Ghislain, anarquistas insurreccionales italianos, presos en el Estado español. Además, están encarcelados por expropiación los compañeros españoles Giorgio Rodríguez, Juan José Garfia, este último está en la cárcel desde 1987. Y un montón de compañeros y compañeras que ahora no recuerdo sus nombres. También en Chile y Argentina.

Por eso, cuando abordamos el denominado “ilegalismo ácrata”, lo hacemos señalando el tamaño gigantesco de esta incongruencia pero, además, reconociendo que con ese eufemismo se están refiriendo al anarquismo insurreccional y entonces, tenemos que reafirmar la vigencia y la objetividad de la propaganda por el hecho y la expropiación, tácticas éstas que reconocemos como prácticas consecuentes con nuestros principios, apropiadas para los momentos de repliegue y retroceso del movimiento real de los oprimidos y para los períodos de reflujo, rearticulación y acumulación de fuerzas. Pero, precisamente por eso, no debe reducirse nuestro actuar a la acción por la acción misma, sin ideales ni principios que la reafirmen, sino como consecuencia directa de esos principios y esos ideales llevados a la práctica. Por ese motivo, no coincidimos con los compañeros que, como Miguel Amorós, a pesar de ser contundentemente críticos con el falso anarquismo “legalista” y la farsa de la organización ficticia sostenida exclusivamente con la propaganda oral y escrita, caen en el lugar común de aseverar que el anarquismo en general –en su totalidad– sufrió una metamorfosis en la que abandona la táctica insurreccional y se transforma en una ideología ajena a las luchas reales.

Si bien es cierto que en el período que denominamos “anarquismo en transición”, acto seguido a la derrota del anarco-sindicalismo español, se produjo una ideologización en amplios sectores del anarquismo, una degeneración ideológica –al abandonar todo contacto con la realidad y refugiarse en las ideas abstractas de las corrientes primigenias–. También es cierto, que todo el liberalismo “libertario”, inmediatamente después de la Revolución francesa, pujó incansablemente por el abandono de las prácticas insurreccionales y por la degeneración ideológica en la que hoy se encuentran sumidos, sentando las bases de ese liberalismo humanista y filantrópico que aún predican desde los sagrados templos del anarquismo “oficial”. En ese mismo costal, no se puede echar a quienes, consecuentemente y acorde con las circunstancias impuestas por un contexto de retroceso de las luchas, continuaron en pié de guerra contra la dominación, con las tácticas y los métodos correspondientes a ese período de decadencia del movimiento real y de dispersión y retroceso de las luchas. El propio Amorós, ha reconocido en sus múltiples críticas al anarquismo insurreccional, que en condiciones de repliegue y retroceso de las luchas, la organización mínima es la única posible y también, ha subrayado la imposibilidad de la ofensiva contra el sistema de dominación en pleno retroceso de las luchas. Entonces nos preguntamos ¿cómo no pueden reconocer que ha sido precisamente en esos períodos de decadencia y retroceso que, limitados por las circunstancias, se han puesto en práctica otras formas de lucha refractarias con el objetivo de no darle la menor tregua al enemigo?

Al no aceptar el reformismo ni los procesos evolutivos ni la actitud contemplativa del “anarquismo” legalista, nos situamos frente a la disyuntiva de quedarnos cruzados de brazos a espera de que estén dadas las condiciones “objetivas y subjetivas” o, articular e impulsar otras acciones refractarias que nos mantengan vivos, en pié de guerra y no den tregua al enemigo, no de un solo segundo de paz al sistema de dominación.

Consideramos que reconocer las tácticas y los métodos que corresponden a cada período de lucha es imprescindible para elaborar una crítica unitaria. Estamos convencidos que mientras no se propague la consciencia refractaria, no se logrará la recomposición del movimiento real de los oprimidos y mientras no se concrete esto, no podremos extender las luchas y alcanzar la insurrección generalizada. Esos, son los ingredientes indispensables para hacer reventar en pedazos este viejo mundo que habitamos y concretar la destrucción total del actual sistema de dominación pero no nos detendremos a esperar por la maduración del proceso revolucionario, no esperaremos ni por la Revolución y tampoco nos preocupa mucho si ésta se concreta o si jamás se verifica, porque las revoluciones conocidas –desde la francesa hasta nuestros días–, han degenerado, todas, en procesos reformistas, autoritarios y dictaduras que únicamente han ayudado al fortalecimiento del Estado. Nuestra lucha es y será por la liberación total, por la Anarquía. No nos conformamos con menos ¡Gracias!

Charla de Gustavo Rodríguez, en el Centro Social Okupado “Casa Naranja”, Tlalnepantla, Estado de México. Domingo 3 de julio de 2011.

Putas sobre ruedas

Teníamos conexiones con la mafia. Lo deben recordar, todo el mundo vendía drogas bajo su supervisión. Toda la gente enviaba las drogas, y hasta dios las compraba y revendía en otros bares, como yo misma. Yo no era ningún angelito. Podía recoger mis drogas en el Stonewall y llevarlas al Washington Square Bar, en la tercera calle de Broadway, que era el bar de drag queens tercermundistas[1]. Por aquella época nuestros pequeños clubes aún estaban separados racialmente. Había bares para gays blancos y, entonces había muy pocos bares tercermundistas y bares para drag queens.
En la noche del Stonewall, ocurrió que esa semana Judy Garland se había suicidado. Algunas personas dicen que los disturbios comenzaron por su muerte. Eso es un mito. Todas estábamos envueltas en diferentes luchas, incluyéndome a mí misma y a muchas otras trans. Pero en esas luchas, en el Movimiento por los Derechos Civiles, en el Movimiento Contra la Guerra, en la Lucha de las Mujeres, todavía estábamos marginadas. La única razón por la que se toleraba a la comunidad trans en alguno de esos movimientos era por nuestra implicación, por estar siempre en la línea del frente. No comenzamos nada desde cero. No teníamos nada que perder. Ustedes tenían derechos. Nosotras no teníamos nada que perder. Sería el primer paso dado por algún tipo de organización, ningún cable fue echado por ningún político para conseguir derechos para nuestra comunidad.
Vuelvo a la historia: estábamos todas en el bar, había buen ambiente. Luces nos alumbraron, sabíamos lo que estaba pasando: era una redada. Era la segunda vez en una semana que el bar sufría una redada. Se decía que era práctica habitual de la policía del Sexto Distrito ir a cada bar gay a recibir su dinero. La rutina era “Maricones aquí, lesbianas aquí, bichos raros allá” refiriéndose a mi bando dentro de la comunidad. Si no tenías tres piezas de ropa masculina, ibas al calabozo. Una lesbiana butch debía tener tres piezas de ropa femenina, o de lo contrario iba al calabozo. La noche continuaba, sabías que revisarían tu identificación, después de esto podías marcharte sin más. Las identificaciones falsas aumentaron después de esto; yo entonces aún no tenía 18 años, los estaba rondando. Nos sacaron del bar. La rutina era que los policías tomaban su dinero, confiscaban el licor, si eras mesero escondías tu dinero tan pronto como vieras las luces aparecer, de lo contrario no volverías a verlo nunca más. Un candado en la puerta servía para mantener el local acordonado. Al ocurrir esto, nosotras desaparecíamos hacia la cafetería en una plaza durante quince minutos. Cuando regresábamos, la mafia estaba reabriendo, reponía el licor, y el negocio volvía a la normalidad.
Bien, lo que ocurrió esa noche fue escandaloso; todo mundo comenzó a ponerse, me parece, loco; muchas de nosotras nos enredamos en riñas, por lo que advertían que nos retiráramos, entonces nos fuimos por las calles. Se olvida la parte de la historia en la que, como los policías estaban dentro del bar, la confrontación empezó fuera cuando se lanzaron objetos contra ellos. Comenzamos con las monedas de un centavo, cinco centavos, diez, un cuarto de dólar. “¡Aquí está su dinero, puercos! ¡Cerdos de mierda! ¡Fuera de nuestros espacios!”. Esto lo comenzaron las drag queens callejeras de aquella época, de las que formábamos parte yo, Marsha P. Johnson y muchísimas otras que ya no están aquí. Debíamos ser unas 50 por entonces, de las cuales yo sigo aquí.
Una cosa más. La disputa se puso tan tensa, que el Comandante Pine, quien estaba al mando de la redada, tuvo que atrincherarse junto a sus hombres dentro del bar, porque no podían salir. Tuvieron que meter a la gente arrestada dentro del bar junto a ellos, usándola como escudos humanos. Hablando en serio, como lo cuenta la historia, hasta el día de hoy, ¡no sabemos quién cortó las líneas telefónicas! Así que no pudieron llamar al Departamento de Policía. Lo que pasaba es que el Comandante Pine no era bienvenido en el Sexto Distrito porque hacía poco tiempo se le asignó para detener la corrupción y, como saben, cuando intentaba usar el teléfono, del otro lado de la línea había una tropa de desviadas y pervertidas. Así que él estaba ahí para tal propósito, y quién sabe si no fue uno de sus propios hombres quien tomó el dinero para él solito.
La policía junto a la gente detenida se atrincheraron dentro del bar, con un reportero del The Village Voice, quien más tardé contó su historia en el periódico, en la que dijo que llevaban un arma en la mano. Los policías estaban tan asustados de nosotras, esa noche, que si hubiéramos tirado la puerta del bar, hubieran abierto fuego. Tenían orden de disparar si la puerta era destrozada. Alguien arrancó un parquímetro del suelo. Estaba suelto, yo no entiendo cómo pudo estar suelto. Y comenzó a estrellarlo contra la puerta.
Había gente que me preguntaba “¿Cuál es el plan para los disturbios?” porque de la nada habían aparecido bombas molotov. Me ha sido dada la autoría del lanzamiento del primer cóctel molotov por muchos historiadores, pero yo siempre he querido corregirlo; ¡Yo lancé el segundo, no el primero! Y no sabía qué era un cóctel molotov, a mí me hicieron sostener esa cosa que estaba encendida y pregunté “¿Qué demonios se supone que tengo que hacer con esto?” “¡Lánzalo en frente, carajo!” “¡De acuerdo!
Los disturbios se nos fueron de las manos, porque allí estaba el ‘Cookie’s’ al final de la calle, estaba ‘The Haven’, estaba el ‘Christopher’s End’. Una vez que corrió la voz de que en el Stonewall había sucedido una redada y que aún seguía, la gente vino desde los clubes. Pero también tenemos que recordar una cosa: no fueron solamente la comunidad gay y las drag queens callejeras quienes intensificaron estos disturbios; fue la ayuda de muchos hombres y mujeres heterosexuales radicales que vivían en el barrio entonces, que conocían los problemas de las comunidades gay y trans.
La muchedumbre aumentó de tamaño. Como saben, fue una larga noche de disturbios. Ahora mismo me causa una gran excitación el recuerdo del aullido que se extendía por todas las calles, “¡La revolución está aquí!”. Se volcaron autos, se rompieron ventanas, se prendió fuego por toda la zona. Se derramó sangre. Cuando finalmente los policías abandonaron el lugar, cuarenta y cinco minutos más tarde llegaron los refuerzos, nos montamos una línea de baile de drag queens levantando sus tacones mientras cantaban su himno, que hoy todavía escuchamos: “Somos las chicas del Stonewall / llevamos nuestro pelo rizado / llevamos nuestros vestidos / por encima de las rodillas / mostramos nuestro vello púbico” y así sucesivamente.
Tras esto, comenzó la batalla. La policía se lanzó contra nosotras. No sé cómo lo recuerda la mayoría de la gente, o lo que leyeron sobre el enfrentamiento a lo largo del país. La violenta táctica policial consistió en dar de garrotazos, a dos manos, en la cabeza. Pero lo impresionante esa noche fue que la mayoría de quienes fueron golpeadas, regresaban. Habíamos determinado que esa noche íbamos a conseguir la liberación, que nosotras liberaríamos a nuestra comunidad. Actualmente, yo cambiaría el “nosotras”: Tú has adquirido tu liberación, tu libertad, desde esa noche. Yo misma: yo no he conseguido una mierda, simplemente es lo que he tenido desde entonces. Pero yo sigo luchando, sigo continuando la lucha. Lucharé hasta el día en que muera y mi principal lucha actual es que mi comunidad consiga los derechos que por justicia son nuestros.
Estoy cansada de ver a mis hijas – llamo así a todo el mundo, incluyendo a quienes están en esta sala –, estoy cansada de ver a mis hijas transgénero sin hogar. Estoy cansada de ver la falta de interés de el sector adinerado de la comunidad. Ésta es una comunidad muy acaudalada. Cómo puede inaugurarse, para este aniversario, un edificio que necesita millones y millones de dólares y comprar otro edificio en esta misma calle, y todavía no preocuparse de las hijas sin hogar de su comunidad, y lo sé por un simple hecho, porque la razón de llevar acreditación todo el tiempo, para moverme por este edificio, es porque antes de llegar a este rehabilitado edificio he visto a muchas de esas niñas en la calle, muchas de nuestras hijas durmiendo en los escalones de esa iglesia. Vine aquí con una actitud. He subido desde el infierno. Sí, quizás intente destruir la recepción de ahí enfrente, pero no atacaría a nadie. ¿Qué hizo este centro comunitario por mí? ¿Me han dado las gracias por todo lo que he hecho por esta comunidad rarita? ¡Me han arrestado y dejado en Bellevue![2] ¿Así que supongo tengo que besarle las nalgas? No, yo por ninguna causa le beso el culo a nadie. No he llegado tan lejos para besarle el culo a nadie.
Esa noche, recuerdo haber cantado el “Venceremos” muchas veces, en diferentes manifestaciones, sobre la tribuna de Albany, cuando hicimos nuestra primera marcha, cuando hablé a la muchedumbre en Albany. Recuerdo cantarlo, pero no hemos ganado ninguna maldita cosa. No estoy al mismo nivel, estoy en la parte de atrás del autobús[3]. Mi comunidad está siendo arrastrada por una cuerda alrededor de nuestro cuello atada a la defensa del maldito autobús que tenemos enfrente. Liberación Gay, ¡pero nunca transgénero! Sí, guardo un montón de rabia. Pero tengo el derecho. Tengo el derecho de estar encolerizada. He luchado demasiado duro como para tolerar esta falta de respeto que he recibido y que mi comunidad ha recibido en los últimos treinta y dos años.
Puntualizando la historia, todas sabemos de la Ordenanza de Derechos Gay de hace diecisiete años [Aprobada en 1986]. Pero vayamos de nuevo al comienzo. Mientras hacíamos peticiones para la Ordenanza, sólo hubo una persona que fue arrestada. Ésa fui yo. Porque tuve el valor de entrar al recinto del Times Square en la Calle 42 y pedir a la gente que firmara esta petición. Y la única razón por la que lo hice fue porque este proyecto de ley incluía a la comunidad transgénero. Dos o tres años dentro del movimiento y la ley está siendo presentada y yendo de aquí para allá en el ayuntamiento. Tenían un pequeño pacto secreto para no invitar a la señora Sylvia y a otras activistas trans a ese pequeño pacto junto a otros políticos. La letra pequeña decía: “Échalas fuera y aprobamos la Ordenanza”. Así que, ¿qué simpático gay blanco conservador lo hizo? Enviaron a la comunidad que les había liberado de bajo del río, ¡y esto todavía lo vemos diecisiete años después de conseguir la maldita aprobación de la Ordenanza! Y odio decirlo, pero fue muy divertido. Algunas de las infinitas veces en que la Ordenanza ha sido sometida a votación, he dicho: “Espero que no sea aprobada”, a causa de lo que ellos me hicieron. Tan pronto como supe que esta comunidad necesitaba de esa Ordenanza, no sentí que se justificara hacerla sobre mi sudor y lágrimas, ni sobre mis hombros.
Así que Stonewall es una gran, gran fundación. Fue el comienzo del moderno día de la liberación del movimiento, como dije antes de las Daughters of Bilitis y de la Mattachine Society[4]. Sí, hubo otros muchos pequeños grupos, pero tienen que saber que se llamaban a sí mismos “homosexuales normales”. Vestían trajes y corbatas. En las primeras manifestaciones que ellos hacían, lesbianas que nunca habían usado vestido llevaban vestido y medias altas para mostrar al mundo que ellas eran normales. ¿Normal? Estupendo.
Uno de mis actuales mejores amigos, quien me ha empleado en los últimos siete años antes de cambiar de trabajo, es Randy Wicker[5]. Él era un muy conocido activista gay masculino en 1963. Fue el primer gay masculino – antes de que ningún movimiento real lo hiciera – en llegar a hablar, mostrar y afirmar al mundo que él era un homosexual normal. Le reconocí el mérito por ello. Ha hecho muchas y diferentes cosas, pero también él, en 1969 y durante muchísimos años, mandó al bote de la basura a la comunidad transgénero. Tardó muchos años en levantarse y darse cuenta de que nosotras no somos diferentes a cualquier otra persona; que sangramos, lloramos, y que sufrimos.
Pero esto ha seguido ocurriendo durante muchísimo tiempo. Quiero decir que antes de la liberación gay, ocurría lo mismo: “drag queens allá, nosotros estamos aquí”. El mundo vino a caer en la cuenta en 1969 y en el cuarto aniversario del Movimiento de Stonewall, de los disturbios de Stonewall, que la comunidad trans fue silenciada a causa de una lesbiana radical llamada Jean O’Leary, que sintió que la comunidad trans era ofensiva para la mujer porque nos gusta llevar maquillaje y ponernos minifalda. ¡Perdóneme! ¡Es que convinaban con los acuerdos que hacíamos en ese momento! Lo que pasa es que la gente falla en darse cuenta – no intento alejarme de la historia – de que todo el mundo piensa que queremos estar en las esquinas de las calles lejos de la gente. No lo queremos. No queremos estar en las calles chupando vergas y poniendo el culo para que nos la metan. Pero es la única alternativa que tenemos para sobrevivir porque las leyes no nos dan el derecho a ir y conseguir un trabajo con el que nos sintamos más seguras. No quiero ir a trabajar pareciendo un hombre cuando yo sé que no soy un hombre. He estado de esta forma desde antes de que dejara el hogar y he vivido en el mío propio desde los diez años.
De todas formas, Jean O’Leary comenzó esa gran confusión en esta jornada [Día de la Liberación en Christopher Street, 1973]. Fue el año en que Bette Midler hizo un performance para nosotras. Me habían solicitado ser ponente en el discurso de ese día. Pero teniendo en cuenta que las mujeres sentían que éramos ofensivas, se les impidió hacer su performance a las drag queens Tiffany y Billy. Tuve que luchar por acceder al estrado y literalmente, gente a la que había considerado camaradas en el movimiento, literalmente me echaron a golpes como a una mierda. Ahí fue donde todo comenzó, donde se empezó realmente a silenciarnos. Ellas me pegaron, yo les pateé el culo. Llegué a hablar, conseguí mis propósitos atravesando su barrera.
Fue otra oradora de ese día, Lee Brewster[6] (ella pasó a mejor vida hace un año), muy conocedora de la comunidad trans y de la forma de vestir de la comunidad. Ella subió al estrado, lanzó su tiara a la multitud y dijo “Que se joda la liberación gay”[7]. Pero la gente no se enteró de que Lee Brewster puso la mayor parte del dinero necesario para organizar la Marcha del Orgullo Gay de 1970, que fue la primera. Había otra vez, cerca de dos o tres mil de nosotras, empezando desde el barrio, subiendo por la Sexta Avenida, subiendo los dos pequeños carriles vehiculares. Haciéndonos visibles de nuevo, como comunidad trans. Y al día de hoy, si se observa dónde nos colocan todos los años, estamos una y otra vez hasta el final. Todavía tengo el placer de marchar junto a mi comunidad, por el simple hecho de que yo comencé el grupo de Veteranas Vivas de Stonewall, y yo marcho al frente.
Pero hasta que a mi comunidad le sea permitido el respeto de marchar al frente, marcharé con mi comunidad porque aquí es donde soy necesaria y este es el lugar donde comencé. Y sí, vestiré mi gran faja que dice “Stonewall”. La gente me preguntará. Les diré por qué: porque aquí es donde la Herencia del Orgullo [el grupo que organiza la marcha] quiere que permanezcamos. Ya ven, yo no me ando con bromas. Yo no estoy de acuerdo con gritar los nombres. Se joden con la comunidad transgénero, van a encontrar a la organización Street Transgender Action Revolutionaries hasta en el escalón de su puerta. Al igual que desechamos la HRC[8] por no aprobar las acciones de Amanda Milan[9], y cuando nos ofrecieron unas migajas, nos negamos a aceptarlas. ¿Cómo se atreven a preguntar la validez de un grupo transgénero preguntando quién les apoyo, cuando esta mujer trans ha sido asesinada? No. La comunidad trans ha permitido, nosotras hemos permitido que las comunidades gay y lesbiana hablen por nosotras. Los tiempos están cambiando. Nuestros ejércitos se están levantando y nos encontramos más fuertes. Y cuando vengamos a atacar (ya sea aquí, en Albany, o en Washington) van a ser conscientes de que no se fastidia a la comunidad transgénero.
Lo corriente, la normalidad, ser normal. Entiendo por qué mucha gente prefiere estar dentro de las ordinarias comunidades gay y lesbiana. Ya saben, pertenecer a algo maravilloso para ser vanguardia, para ser diferente del resto del mundo. Nos veo volviendo dentro del así llamado armario liberado, porque nosotras, no nosotras, ustedes de la comunidad normal, desean contraer matrimonio, desean cierto status. Eso es todo. Pero están olvidando sus raíces, están olvidando su propia identidad individual. Nunca podrán ser como ellos. Sí, podemos adoptar hijos, qué bien, qué bonito, es excelente. Me encantaría tener hijos. Me encantaría casarme con mi amor e irme lejos [Julia Murray], pero por razones políticas no lo haré porque no siento que tenga que encerrarme dentro del armario de la normal y heterosexual sociedad hacia la que los gays normalizados están siempre intentando ir.
Esto ocurre porque no quieren que la gente transgénero tenga derechos. Porque siempre nos dicen “Oh, déjenos conseguir los nuestros primero y luego les ayudamos con los suyos”. Si vuelvo a escuchar eso una vez más, creo que me tiraré del Empire State Builiding. Estoy segura de que a mucha gente le gustaría eso, especialmente si lo hubiera hecho en los viejos tiempos, ahora me he ido ablandando con el paso de los años. Solía ser una puta sobre ruedas[10].
Pero esos fueron días sobre los que he reflexionado. Este es un mes muy importante. Es posible que esté muy furiosa, pero es porque esto significa algo para mí, porque después de ser el Orgullo Mundial el año pasado en Italia, el ver a 500 000 hermosas y liberadas gays, lesbianas y personas transgénero y que me llamaran la madre del movimiento transgénero mundial y del movimiento de liberación gay, me produce un gran orgullo ver a mis hijas de celebración. Es lo único que espero – y he escuchado muchas cosas positivas en esta sala esta noche, tan positivas como gente dándose cuenta de que la comunidad trans es su benefactora, o ver gente abriendo sus ojos. Tienen que recordarlo, no lo digan simplemente porque estamos aquí; muestra tu apoyo cuando llamemos a la acción para apoyar nuestras acciones, las cosas que hemos planeado hacer.
O sea, me duele recordar que el 4 de mayo de 2001 tuvimos una histórica violación de derechos civiles por parte del cuerpo municipal. Nuestra Ordenanza fue finalmente introducida. ¡Guau! ¡Lo esperamos desde hacía tanto tiempo! ¿Pero dónde estaban mis hermanas y hermanos? ¿Dónde estaban las hijas que liberé? Muy pocas aliadas aparecieron. Pero lo que me llenó de orgullo fue que la comunidad trans apareciera en buen número, que las chicas que trabajan en esas esquinas se hicieran con el valor suficiente como para estar entre el público y continuar algo que ellas nunca hubieran pensado que fuera posible, como fue marchar hacia el Ayuntamiento, porque ellas tenían miedo a la policía, pero estaban ahí. Así que eso vino a mostrar al resto de la comunidad que, en la práctica, cuando preguntamos por su apoyo, queremos su apoyo. Y si en nuestro largo camino no lo tenemos, lograremos el que necesitemos.
Pero no lo olvidemos: las acciones por Amanda Milan continúan. Espero ver a muchas de ustedes en ellas. Y recuerden una cosa: cuando sean arrestadas, incluyéndome a mí misma, por Matthew Shepard[11], y muchas de nosotras vayamos a la cárcel, yo sólo iré a verlos cinco minutos, porque por ser la persona que soy, una luchadora de primera línea, según me siente en el suelo de la calle, uno de los camisas blancas[12] que me conoce desde hace años dirá “Cuando llegue la orden, agarra a esa puta de ahí, sácala a la calle y métela en el auto”. Así que ésa será la forma en que nos veamos.
Parece como si todo el mundo y hasta sus respectivas madres salieran por Matthew Shepard. ¡Un gay blanco de clase media que era afeminado! Amanda Milan apareció asesinada el año pasado, cinco días antes del Orgullo Gay. Esperamos un mes a tener una vigilia por ella. Tres mil personas se manifestaron. ¿Qué tipo de comunidad carece de sentimientos? ¡Somos parte de la comunidad gay y lesbiana! Lo que realmente me dolió es ver que sólo tres mil personas se manifestaran. Y no fue como suele ser una larga vigilia, sino que fuimos desde la Calle 36 a la Calle 42. Así que, cuando llamamos a la gente, no era sólo para patrocinar nuestras acciones, sino que esperábamos verla involucrada en ellas. Como dije, somos capaces de hacerlo por nuestra propia cuenta porque lo que hemos ido aprendiendo hasta ahora, después de treinta y dos años, es que no podemos depender de nadie, excepto de nuestra propia comunidad trans, para continuar empujando hacia delante.
Pero recuerdo lo liberadas que se mostraban en las celebraciones de ese mismo mes. Y siento pena por aquellas que no son capaces de leer la historia de Stonewall a lo largo del mundo. Y tenemos que culpar una vez más a todos los editores y a los que no lo son. Intenté incitar a la editorial de Martin Duberman [Plume/Penguin] a tener el libro de Stonewall traducido al castellano. Pero ellos sospecharon que el libro no se vendería en países del Tercer Mundo, en países latinos. ¡Qué montón de mierda! Porque la única manera por la que van a aprender la historia, especialmente si están lejos o simplemente apartadas, es siendo capaces de comprar un libro y leer la historia de Stonewall y de cómo fueron liberadas. Sé que muchos países, en lo concerniente a los gays, no están tan liberados como en Estados Unidos, especialmente en países latinoamericanos, pero recuerden una vez más que si tenemos que jugar al rol de macho fuerte, ya saben, muchachos, ¡tenemos que hacer un montón de bebés! Pero es una vergüenza que la gente haya tardado treinta y dos años en darse cuenta finalmente de todo lo mucho que hemos dado, del papel trans en la historia de este movimiento. Y otra cosa, espero verles cuando envíe los correos, y espero que los tengan en cuenta. Espero verles a muchas de ustedes aquí para hacer acciones por Amanda Milan, y una vez más les deseo a todas un feliz día del Orgullo Gay, pero que también reflexionen en esto.

Sylvia Rivera

Junio de 2001

 

[1] Literalmente “the drag queens third world bar”. Lo remarco por lo controvertido que puede ser usar este término en castellano. (NdT).

[2] Ciudad cercana a Seattle, Washington. Es práctica habitual de la policía estadounidense arrestar y dejar a las arrestadas a kilómetros de sus casas. (NdT).

[3] Referencia a Rosa Parks, negra que en 1955 se sentó en la parte de un autobús reservada para blancos y fue inmediáticamente detenida por ello. (NdT).

[4] “Sociedad Mattachine”. Grupo gay creado en 1950 en Los Ángeles, disuelto en la década de los 70′ y 80′ tras su declive ante nuevas formas de organización gay. (NdT

[5] Nacido en 1938, “Randy” Wicker perteneció a la Mattachine Society y tras Stnewall se unió a la Gay Activists Alliance, grupo aparte del Gay Liberation Front, al que consideraban muy radical. Hasta la actualidad, ha seguido en un ámbito LGTB institucional.

[6] Lee Brewster (1943-2000) fue una activista radical transgénero. Estrecha colaboradora de Sylvia Rivera, en 1970 fundó Queens Liberation Front, separándose del Gay Liberation Front y de buena parte de las drag queens de entonces. Murió diagnosticada de cáncer.

[7] En el texto no queda del todo claro, así que lo explico mejor: Jean O’Leary acaba de dar su citado discurso transfóbico cuando éstas dos trans subieron al estrado. Sylvia Rivera también se encontraba en el estrado entonces, y junto a ellas dijo “¡Van a bares gracias a lo que las drag queens hicieron por ustedes y estas putas nos dicen que dejemos de ser nosotras mismas!” Lesbianas transfóbicas y drag queens abandonaron el espacio tras esto. (NdT).

[8] Human Rights Campaing (Campaña de Derechos Humanos). Lobby LGBT creado en 1980 en EEUU, con tácticas de presión política y discurso asimilacionista. Una visión de Liberación Trans acusa a la HRC de apagafuegos, recuperadora, recaudadora de subvenciones, colaboracionista con el Estado

[9] Trans asesinada en el año 2000, a sus 25 años, a la salida del tren neoyorquino en la periferia de la ciudad por dos hombres que la golpearon y le dispararon. Al ser pocos días antes del Orgullo Gay de 2001 (el día 20), el impacto y la respuesta militante fue mucho mayor, llevándose a cabo acciones de protesta, sabotajes… Sylvia Rivera aprovechó este hecho para refundar STAR. Sus asesinos fueron detenidos y condenados a prisión. (NdT).

[10] “Bitch on wheels” Expresión coloquial estadounidense que hace referencia positiva a alguien que no se calla ni deja de hacer algo nunca. En este caso Sylvia Rivera utiliza el “bitch” teniendo en cuenta que a ella se lo han dicho muchas veces. (NdT).

[11] Matthew Shepard fue asesinado a sus 22 años en Laramie, Wyoming, por dos hombres que se ofrecieron a llevarlo a su casa. Lo golpearon y torturaron antes de asesinarlo. Comenzó una campaña política inmensa, en buena parte incitada por la cómoda extracción social de Mathew y su raza blanca, que culminó con la aprobación en 1999, bajo presidencia de Bill Clinton, de la Ley de Prevención de Crímenes de Odio, que incrementaba la pena de cárcel en caso de móvil homófobo. Sus asesinos fueron encarcelados. En torno a este asesinato multitud de entidades, lobbies, políticos gays, fundaciones y organismos parecidos obtuvieron una mayor cantidad de subvenciones, y peso político (NdT).

[12] En alusión a la seguridad privada de Nueva York, Atlas Securty, en cuyo uniforme destaca la camisa blanca. (NdT).

Apología del ilegalismo

 

Si la furia del pueblo igualara a su paciencia, nadie se atrevería a convertirse en gobernante
R.F.R.

Abúlicos y decepcionados; cínicos y arrogantes; melancólicos e introvertidos, incluso confiados y, aparentemente, satisfechos; vivimos todos nosotros sumidos en el más profundo de los temores. Hay miedo al futuro, al porvenir, a lo que nos deparará un inexistente “destino”, al ensañamiento con que podría tratarnos la vida. También hay miedo al pasado, a lo pretérito, a los “esqueletos del armario”, a la descodificación de nuestros “demonios”… y en cada uno de esos casos se repite una constante: Miedo al Castigo.

La ingenuidad -que no perdemos ni en nuestra vejez- consiste, precisamente, en el supuesto desconocimiento de dicho fenómeno.

Tenemos miedo a que nos reprueben por lo que “podemos” llegar a hacer, y miedo a que nos fustiguen por lo que “hemos” hecho. No nos importa comprender “por qué” se nos castiga, ni descubrir “quién” lo hace, ni cuestionar la “superioridad” de quién se arroga el derecho de aplicarnos la férula. Si se nos castiga: “algo habremos hecho para merecerlo”, quién nos castiga: “es siempre un organismo que vela por el orden y la seguridad”, su “superioridad” reside: “en que los individuos que lo componen son un dechado de virtudes, con una solvente y elevada catadura moral”… sí, a estas mamarrachadas llega la dialéctica jerárquica.

No queremos cuestionar la dudosa belleza de estos eufemismos; nos atreveremos, sin embargo, a remover su fondo. Si se nos castiga: “es únicamente porque alguien obtiene un rédito de ello”, quién nos castiga: “es siempre un organismo represor que fomenta el abotargamiento y el miedo”, y su “superioridad” reside: “únicamente en la fuerza bruta”, es esta, y no otra, la “virtud augusta” sobre la que reposa su cetro.

Sin temor a caer en “dogmatismos” hacemos nuestras las palabras de Albert Libertad: “Todas las leyes son malvadas, todos los juicios son inicuos, todos los jueces son malos, todos los condenados son inocentes”.

Interroguémonos detenidamente ¿Acaso quienes nos castigan son mejores que nosotros? No; sencillamente sus intereses -por cierto, nada altruistas- son distintos que los nuestros: nuestra igualdad material mermaría radicalmente sus ganancias, nuestra expansión creativa aboliría su mecanicismo industrial, nuestra voluntad paralizaría la rueca que hace girar su sistema, nuestra felicidad consciente y autosuficiente invalidaría su tutela, y en definitiva, nuestra Libertad erradicaría su Poder.

Insalvablemente estas antinomias deberían de emplazarnos al conflicto, sin embargo, el hecho de que el Estado haya sabido ceñirse como una correa al cuello de la Sociedad, y que esta correa haya sido “sabiamente” manejada, tanto por los “prohombres” del capital “blanco”, como por los “próceres” de la política “roja”, es lo que ha determinado que sus intereses hayan prevalecido sobre los nuestros. Es esta dinámica la que establece, tal y como decía Stirner, “que nuestra violencia sea un crimen y la suya un derecho”, que nuestros atentados contra la propiedad sean un “robo” y que su habilidad para esquilar a los “rebaños humanos” sea considerada “iniciativa empresarial”.

Ya Sade les conminaba a “abrir las cárceles o a suministrar la prueba, imposible, de su virtud”, hace más de 200 años de aquello y aún no han pasado ninguna de las dos cosas… será menester entonces empezar a “tomar”; y tildar de imbéciles a todos aquellos que sigan esperando “recibir”.

No queremos encubrir nuestro llamamiento: convocamos a todo Individuo a violar todas y cada una de las leyes y preceptos que se le impongan y que no estén en plena concordancia con su propia sensibilidad. Nosotros no queremos teorizar, ni resignarnos, ni aguantar los latigazos con la esperanza futura de que nos cubra una “Gran Noche”. Nosotros queremos Vivir. No hace falta cultivarse, ni fortalecerse, ni “reflexionar fríamente”; llevamos siglos de “reflexión”, de “aprendizajes” y “gimnasias”, lo que queremos es, llanamente, Existir, con toda la fuerza de la palabra. Si esto incluye todas las demás cosas, hagámoslas sin más, pero que no sean estas un prerrequisito para la vida, lo que pretendemos es todo lo contrario: queremos que todas esas cosan sirvan como un medio para facilitar y hacer más gozosa la vida; y no que la vida sea un medio para lograr alcanzar todas esas cosas.

Queremos aullar allí donde nos apetezca, queremos pensar en todo aquello que deseemos, y queremos poder expresarlo de la forma que mas gustemos; queremos escribir, cantar, pintar, y danzar tal y como se nos antoje; queremos comer, beber, dormir y vivir tal y como decidamos, y queremos que todas estas cosas puedan estar al alcance de todos y cada uno de nosotros.

Tal y como decía Kropotkin: 

“Nuestra acción debe ser la rebelión permanente con la palabra, con la letra impresa, con el puñal, con el fusil, con la dinamita. Como rebeldes que somos, actuamos consecuentemente y nos servimos de todas las armas para golpear. Todo es bueno para nosotros, excepto la legalidad”.

Este planteamiento adquiere sus tintes más prácticos en estos días de hambres y censuras. Queremos que el nómada tome posesión de un techo, sin más prescripción que su Voluntad. Queremos que el famélico asalte los insultantes expositores de abundancia, y que el sediento satisfaga sus pulsiones biológicas allá donde le plazca. Queremos poder maldecir, una y mil veces, a quienes negocien con la cultura, queremos poder llamar ladrones a todos esos hijos de la gran S.G.A.E, ladrones y cien mil veces ladrones, que no contentos con vaciarnos el estómago pugnan por vaciar nuestras cabezas. Queremos poder condenar al tártaro a todos los abortos cortesanos que día tras día sigue vomitando la Monarquía, queremos poder recomendar la guillotina para una institución que ya nació bajo el signo de la caducidad y la decadencia, queremos poder gritar que Juan Carlos I debe también ser el último, y que su cabeza debería descansar dentro de una cesta; y no debajo de una corona.

¿Os suenan fuertes estas palabras? Pues he aquí, ante vuestros ojos, una prueba fehaciente de ese miedo “invisible” del que antes os hablaba.

¿Os da miedo el Ilegalismo? sí, a todos vosotros, esos que clamáis por la “Revolución y la Redención Humana”, entonces desterrad de vuestros labios esos términos, pues, parafraseando a Mauricius, “¿Qué es la Revolución más que un acto de Ilegalismo en masa?”.

El Hombre Guillotina

 

¡Despierta!

No es poco frecuente, en ciertos círculos anarquistas, escuchar llamados para actuar en base a los instintos. Por supuesto que muy pocas personas realmente piensan en lo que hacen, ¿no podría argumentarse que la mayoría de las personas están actuando ya instintivamente? Tal vez –asumiendo que usamos los instintos en todo lo que hacemos– nuestro mayor instinto sea hacer lo más fácil, aquello que implica el menor desafío, por tanto, en la sociedad actual sería adaptarse.

Sin embargo, lo que los defensores del instinto en realidad están pidiendo es que las personas descubran sus deseos y actúen en base a ellos. Pero esto también es demasiado pasivo. Cada sociedad crea en los individuos los deseos –y el modo de desear– apropiados para esa sociedad. Si uno solo descubre los deseos individuales, bien podrían ser únicamente aquellos creados internamente por la formación social, y no sus propios deseos.

Por lo tanto, algún anarquista expresa que conforme a su libertad cumple el deseo de beberse una coca-cola, como si tal deseo no fuera acorde con el consumo mercantilista.

Nosotros, los que deseamos la destrucción de esta sociedad y la creación de nuevas formas de relacionarnos, debemos tomar acciones conscientes y premeditadas, y no seguir pasivamente nada. Tenemos que llegar a ser los creadores de nuestros deseos, crearlos deliberadamente fuera de los moldes del consumo de mercancías. En este sentido, también los límites del automatismo como insurgencia de la vida se hacen evidentes. Sólo hay que observar a los autómatas en las autopistas, en las oficinas y fábricas, o en los centros comerciales, con sus expresiones de acristalamiento, para ver que el automatismo no es suficiente mientras exista esta sociedad. Se crea con demasiada facilidad la banalidad de la costumbre, la repetición de patrones. Lo anterior no implica rechazar el potencial del azar (ni el uso del automatismo como cualquier otra herramienta), sino reconocer la necesidad de apoderarse de ese azar con la conciencia plena que es capaz de captar la inteligencia espontánea del momento y el método, para así actuar en el instante. Hemos sido sonámbulos durante demasiado tiempo… vamos a despertar a la alegría de la aventura, la aventura de la vida insurgente.

Willful Disobedience