¿Por qué no soy comunista?

Son tiempos raros. Si algunos viejos anarquistas, obviamente seniles (si no lo estuvieran, nunca lo harían), se atrevieran a usar la palabra “libertario” de la misma manera como fue usada hace un siglo, y que aún se usa en algunas partes del mundo, la juventud anarquista actual los miraría horrorizada, debido a que hace cuarenta y dos años algunos idiotas patéticos que estaban a favor de las drogas, el sexo y el capitalismo decidieron dar ese nombre a un partido. Nombraron de esa manera al más aburrido de los partidos, a un partido político. Entiendo que la juventud no quiera usar esa palabra, si no fuera por una sola cosa. Que muchos de ellos no tienen problema en denominarse comunistas. Como si no existieran partidos comunistas desde mediados del siglo XIX. Como si Stalin, Mao, Pol Pot y toda esa banda de dictadores sangrientos, habidos por causa del comunismo, nunca hubieran existido[1] ¡Sé que palabra debo evitar, por principio!

Soy consciente de que el comunismo anarquista, o comunismo libertario, tiene una historia tan antigua como el primer partido comunista. Pero estos viejos anarco-comunistas[2] tenían cuidado en consolidarse como anarquistas. Su etiqueta de comunistas nunca se comprendió fuera del seductor adorno de la elegancia anti-autoritaria. Incluso, la mayoría reconocía a la autonomía individual como uno de los objetivos principales del anarquismo, aunque a menudo olvidaban que la autonomía individual es también la principal práctica.

Algunos anarquistas que hoy en día se refieren con afecto al comunismo parecen rechazar la posibilidad de la autonomía individual… o incluso al individuo. No importa si se trata de nihilistas ingenuos atormentados por las tonterías metafísicas de Tiqqun, o de ultra-teóricos ultra-excitados por la ultra-izquierda. La mayoría de los jóvenes comunistas “insurreccionales” creen que tú y yo realmente no accionamos, sino que somos marionetas del invisible e incorpóreo actor de la sociedad. Las relaciones sociales, los movimientos, un montón de fuerzas colectivas, aparentemente surgen de nada más que de ellos mismos, ya que si tratas de devolverles a su fuente original, debes regresar al accionar individual que sucede en su mundo y se relaciona entre ellos. Para acabar con esto, debemos reconocer que no es “la comuna”, ni “la comunidad humana”, ni tampoco esa absurda mistificación del “ser” y la “especie”, sino tú mismo aquí y ahora – un individuo único capaz de desear, decidir y accionar – el centro y objetivo de tu teoría y tu práctica. Una gran parte de la teorización del comunista parece estar enfocada en evitar esto.

Me burlo de los balbuceos comunistas mientras yo mismo vacilo. Supongo que es momento de llegar al punto (en mi indirecta manera vagabunda) ¿Por qué no soy comunista? ¿No podría yo mismo crear un comunismo que sea mío? Este absurdo dadaísta, levemente excéntrico, sería un experimento atractivo, pero tengo mejores juegos que practicar. Verás, el comunismo tiene una historia, y no es para nada hermosa. Si intento cambiar la interpretación del comunismo, lo haré a mi manera, no lo haré para “recuperarlo” –no quiero esa maldita cosa- sino usarlo como arma verbal. Es tiempo que la etiqueta de “comunista” se vuelva tan ofensiva como la palabra “capitalista” entre los anarquistas que reconocen que ninguna ley significa, ninguna ley sobre mí; que ninguna autoridad significa, ninguna autoridad sobre mí, que ningún gobierno significa, ningún gobierno sobre mí. Y la práctica inmediata de estas negaciones es la autonomía individual, voluntaria, y consciente de mi propia creación en mis propios términos.

Si he de crearme a mí mismo y mi vida en cada momento en mis términos, lo establecido, lo permanente, lo absoluto, es mi enemigo, así que no puedo favorecer ningún tipo de colectividad, comunidad o sociedad permanente. Cualquier permanencia que me impregne, me petrifica de modo que ya no soy capaz de crearme en mis propios términos. Solo puedo intentar adaptarme a la  permanencia que impregna. Así que, al insistir en crearme en mis propios términos, yo socavo toda la colectividad, toda la comunidad, toda la organización y toda la sociedad, incluso aquellas asociaciones temporales que elijo hacer para mis propósitos, ya que una vez que dejan de servir a mis propósitos, me retiro y permito que los eventos se desenvuelvan aceptando lo que pueda ocurrir. Esta es la razón de por qué mi elegancia egoísta prefiere dúos casuales sin planes, tríos transitorios y uniones efímeras en vez que asociaciones permanentes, fraternidades solidificadas y colectividades calcificadas.

El comunismo requiere una comunidad permanente. Si este no es su objetivo, entonces la palabra carece de sentido, sería nada más que el balbuceante murmullo de los fanfarrones luchando por su cuota de credibilidad revolucionaria[3]. Muchos de los comunistas actuales han perdido la fe en el Evangelio de Marx y su promesa de un comunismo predestinado (por supuesto, ningún anarco-comunista ha puesto su fe en esta promesa piadosa, ¿cierto?). Pero incluso aquellos que no se cansan de trillar la misma idea sentimental que concibió la “comunización” – la idea del comunismo como un movimiento continuo dirigido hacia la comunidad- no se escapan de esta meta, porque aun así supone que la comunización es un movimiento dirigido hacia esa comunidad humana universal (y por lo tanto, permanente). Y lo que es permanente y universal es anti-individual, anti-yo, mi enemigo.

El comunismo requiere esta permanencia que impregna todo, porque necesita un establecimiento, un Estado. En el Evangelio de Marx, podemos leer: “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”[4] Para Marx, ese piadoso profeta de la providencia ateísta, el modo comunista de intercambio era un resultado inevitable de la historia; para los anarco-comunistas que se tomaron esta santa escritura a pecho, se convirtió en una moral ideal a llevar a cabo. Mi corazón egoísta y arrogante no es útil ni para el despotismo de determinismos históricos, ni para gravámenes de los edictos éticos, de modo que no vacilo en preguntar qué conlleva esta regla: ¿Quién determina las habilidades y capacidades de cada uno? Solo reduciendo al individuo a lo que es más abstracto en él –su humilde e inofensiva humanidad–  puede existir una determinación “universal” de necesidades y habilidades, entonces esas necesidades y habilidades son también meras abstracciones. Sin estas determinaciones universales, yo podría afirmar que necesito un Rolls Royce o una mansión de 60 habitaciones y nadie podría contradecirme, porque no habría un estándar universal para la comparación. Por lo tanto, para establecer el estatus de las capacidades y necesidades un Estado es necesario, es decir, ciertos individuos tendrían que estar en una posición de decidir cuáles son las habilidades de cada uno y cuáles son sus necesidades.  Para ti y para mí como individuos, probablemente tenderíamos a dirigir nuestro día a día hacia una forma egoísta de intercambio que suele ser practicada entre amigos: “De cada cual, según su voluntad, a cada cual según sus deseos”. Una práctica que puede parecer exteriormente como el ideal comunista, pero éste tiene una diferencia: el ideal comunista implica que los capaces deben algo a los necesitados y por lo tanto involucra un deber; en la práctica egoísta, no existe el deber, porque no se espera que alguien haga algo o entregue algo si no es por su voluntad de hacer o entregar. Su amor por (en otras palabras, su interés en) el otro es la razón por la que entregaría. La mutualidad egoísta es el lubricante de este flujo.

En conclusión, tengo buenas y malas noticias para mis amigos comunistas. Las buenas noticias: el comunismo ya está aquí. El capitalismo es simplemente comunismo de mercado: “De cada cual [trabajador], según sus capacidades, a cada cual [capitalista] según sus necesidades.” Así, el capitalismo impone el servicio al bien común (en otras palabras, la élite dominante que representa a “todos”) a todos aquellos que están dispuestos a permanecer esclavos de un poder superior. La comunidad del capitalismo nos rodea como un sistema que impone relaciones, y como todas las comunidades permanentes, se alimenta de la sangre de vida de los individuos, siempre y cuando estos individuos sucumban. Y esto me lleva a las malas noticias para ustedes comunistas: Yo soy su enemigo… por la misma razón que soy enemigo del capitalismo. No te engañes si aparento ser impotente para ti. En mi mundo, yo soy la más importante y poderosa entidad, además de enemigo implacable del capitalismo y el comunismo.

Apio Ludd

 

Revista My Own: Self-Ownership and Self-Creation Against all Authority. Número 10. Octubre 2013

 


[1] Marx fue una figura muy desagradable, pero afortunadamente donde adquirió poder fue en la primera Internacional.

[2] Todavía existen en ciertas partes exóticas del mundo, como Europa y la zona Este de Estados Unidos.

[3] Por su puesto, muchísima teoría comunista suena justamente de esta manera.

[4] Crítica del Programa de Gotha, Parte I.

Una sugerencia

 

La palabrería vuelve ciego. Hace saltar los últimos puentes que aún quedan entre el pensamiento y la acción. A fuerza de ser sumergidos en ríos de palabras, a fuerza de dar vueltas, para finalmente no decir nada, a fuerza de participar con entusiasmo en el sinfín de palabras vacías, incluso las cosas más simples terminan volviéndose grandes enigmas como el origen del mundo o el sentido de la vida.

Tomemos como ejemplo una mina en Ariège, en el sur de Francia, que el Estado y un explotador quieren reabrir. No una mina cualquiera, sería demasiado simple: no, una mina de tungsteno, ese metal tan codiciado por la industria de armas y de aeronáutica. Un metal cuyos yacimientos son más bien raros y cuyo precio en el mercado no para de subir. Un metal mucho más duro que el plomo, y que por eso se encuentra en la cima de la lista de los componentes de municiones y de bombas perforantes. La explotación de una mina de tungsteno, como de cualquier otra mina, conlleva la devastación del territorio, una contaminación que favorece a terribles enfermedades e incluso a la degradación calculada de la salud de los menores, esto es obvio, a pesar de las fuertes dosis de neolengua a base de “tecnología verde”, “energía nuclear limpia”, “desarrollo sostenible” y otros “objetos inteligentes” que pueden vendernos todos sus promotores.

Después del anuncio del proyecto de reapertura de esta mina que fue cerrada en 1986 después de treinta años de explotación, una mina que constituye un interés estratégico asumido por Francia y su industria de defensa, el desbordamiento de palabrería, de oposición ciudadana, de recursos jurídicos y de “debates públicos” habrían podido provocar una auténtica inundación capaz de apagar o contener cualquier atisbo de revuelta o de reacción directa y sin compromisos. Afortunadamente no ha sido así, en la noche entre el 25 y el 26 de abril del 2018, algunos individuos anónimos han enfrentado la situación prendiendo fuego a los edificios de la mina de tungsteno de Salou, situada en Couflens, Ariège. Dos fuegos distintos han destruido un local técnico/laboratorio y han dañado un segundo edificio. Con medios simples: después de derribar con una maza un muro del laboratorio, estos individuos anónimos han introducido neumáticos colocándolos debajo de un depósito de 1000 litros de combustible. Sin necesidad de nada más, el depósito ha explotado, debastando el interior del edificio. En el segundo edificio, las llamas parecen haber tenido más dificultades para propagarse, pero aún así han causado daños. Este es un acto claro, directo, sin ambigüedades: destruir lo que nos destruye. Atacar los lugares donde se producen la devastación, la guerra y la opresión.

Quizás alguien dirá que también habría que hablar de la oposición que está habiendo en la región, generada por esta posible reapertura. Han habido manifestaciones, bloqueos, además de interpelaciones de responsables políticos o recursos jurídicos. Pero hablemos claramente, basta de palabrería: la propuesta anárquica no puede consistir en manifestaciones para “marcar nuestro desacuerdo” ni en bloqueos simbólicos “para llamar la atención”, o cualquier otra cosa no ligada a una tensión hacia la acción directa y la auto-organización. Para esto, ya existe todo un abanico de colores políticos, del rojo al verde y al amarillo, no hace falta que los anarquistas se metan también. Lo que nosotros proponemos es diferente, y no tiene nada que ver con una lógica democrática o basada en el consenso: el ataque directo, con los medios que cada uno considera oportunos. No para demostrar nada a nadie, ni para añadir una voz más radical a una protesta demasiado monótona, sino porque creemos que la única manera real de oponerse a este mundo de opresión y de explotación, es intentar destruirlo. Tanto a través de la acción, golpeando a las estructuras y a sus hombres, como a través del pensamiento, corrompiendo las ideologías que legitiman el poder y la mentalidad de obediencia y sumisión que lo sostienen.

Quizás otros aún dirán que hace falta hablar, con cifras en mano, de las devastaciones provocadas por una mina de tungsteno, de cuantos kilos hacen falta para construir un misil, o por qué no, de la manifestación sucesiva a este sabotaje, desfilando por las calles de Saint-Girons, “capital” de Couserans, la región en la que se encuentra el yacimiento. Una manifestación de 500 personas, que han respondido a la llamada de la CGT y de la Federación de cazadores (cuyo presidente local además es el propietario del terreno) a favor de la explotación del tungsteno y por la ocupación en la región, por parte de la industria bélica que ha contaminado el territorio. ¿Qué hacer frente a manifestantes así, frente a estos siervos del poder? No todos eran representantes políticos, grandes o pequeños burgueses del lugar. También había proletarios, pobres, campesinos. Como un reflejo de las fábricas de muerte, que no funcionan sólo con los ingenieros sino también gracias a los buenos explotados, probablemente incluso orgullosos de su propio trabajo y de su propia pericia. La responsabilidad individual no puede detenerse donde empieza “la clase”. Quien produce guerra, puede esperarse que le declaren la guerra.

Para terminar, y mirar un poco más allá, ¿de dónde proviene el tungsteno de la industria bélica, puesto que la minería de Salou estaba cerrada desde el 1986? Si los mayores productores a nivel mundial son China y Rusia, existen de todos modos importantes yacimientos en Europa mismo. Portugal produce alrededor de 700 toneladas de tungsteno al año, proveniente de las minas de Panasqueira en el municipio de Covilha (en el centro del país), Austria lanza al mercado más o menos la misma cantidad explotando los yacimientos de Mittersil en la región de Salisburgo. España produce 500 toneladas al año en la mina a cielo abierto de Barruecopardo, en la provincia de Salamanca. La producción de los otros países es más modesta, como en Noruega, donde se encuentra la mina a cielo abierto de Malviken en Nordland, y como en Inglaterra, donde desde el 2014 hay laboratorios para reabrir la vieja mina a cielo abierto de tungsteno Drakelands Mines en la región de Devon. Recordemos además que el tungsteno forma parte de la familia de los “metales raros” como el grafito, el cobalto, el indio, derivados del platino. Su explotación esen general extremadamente contaminante (China es el mayor productor de estos “metales raros”, sacrificando la salud de decenas de millones de seres humanos para esta actividad industrial que ha transformado enormes territorios en zonas completamente tóxicas). Ningún objeto tecnológico de hoy en día podría fabricarse sin estos metales, tanto si se trata de teléfonos móviles, transistores, molinos de viento o misiles. Para contrarestar la dependencia del abastecimiento de metales preciosos (más del 90 % de la importación en la Unión Europea es de origen chino), muchas empresas se han lanzado al “reciclaje” de metales raros, extrayéndolos de los residuos a través de otros procedimientos químicos extremadamente tóxicos. Y hace pocos años que se están alzando varias voces a favor de una explotación consecuente de las reservas de metales raros en territorio europeo. En el 2013 el proyecto EURARE, financiado en el ámbito del programa de investigación europeo Horizon 2020, ha reemprendido las exploraciones y ha presentado el año pasado su informe público. Es el preludio de posibles nuevas explotaciones mineraslocalizadas sobre todo en Suecia, Grecia, Finlandia y España, y en menor medida en Alemania, Noruega, Italia, Austria, Hungría y Portugal.

Entonces es difícil subestimar lai mportancia del sabotaje incendiario del pasado abril en Couflens: no solo ofrece una perfecta sugerencia a los enemigos de este mundo y a las luchas que podrían desarrollarse contra nuevas explotaciones mineras, sino que además es un ataque efectivo contra un pilar importante de la producción del dominio tecnológico que tiene una necesidad crucial de todos estos metales raros.

El mes pasado, han habido al menos otros dos ataques contra la explotación de las reservas naturales. En Kouaoua (Nueva Caledonia), el Serpentín del centro minero de la SLN ha sido incendiado una vez más por individuos anónimos (es la tercera vez en menos de un año), paralizando la industria del níquel, del cual un tercio de las reservas mundiales se encuentran en esta isla del Pacífico colonizada por el Estado francés. El Serpentín –una cinta transportadora de diez quilómetros– es fundamental para trasladar el mineral de la montaña al puerto. En Bauges (Savoia), han sido los “humanos como polillas” los que han reivindicado el ataque incendiario contra una cantera de Vicat, el tercer productor de cemento francés. Una subestación eléctrica, el edificio, la cabina de comando, los ordenadores de una máquina extractora y maquinaria diversa para la construcción han prendido fuego. “El cemento que sale de todos los poros de esta sociedad nos priva de vida, de sensaciones, de sustancia. Los bosques administrados de manera ecosostenible se parecen a fosas comunes” se lee en su texto, que concluye diciendo: “Esto no es nada más que un resplandor de incendio en el fondo del bosque, nada más que un resplandor, pero nos ayuda a movernos en la oscuridad, aunque sea con el precio de quemarnos las alas”. Una acción que ha puesto fin, también aquí de forma directa, a una de las actividades nocivas sobre las que se fundan el Estado y el Capital. Simplemente.

El control se hace más fuerte, las luchas pueden parecer desesperadas, las protestas callejeras más o menos radicales parecen abrir muy pocos horizontes subversivos, pero una cosa es segura y cierta: actuar siempre es posible. Un poco de creatividad, de determinación, algún esfuerzo para ver más allá de la apariencia, algún conocimiento básico. En pequeños grupos y a través de la acción directa, para golpear y destruir todo lo que perpetúa este mundo de autoridad.

Basta de palabrería legalista y de tentativas políticas. ¡Adelante por la anarquía con la libertad en el corazón!

Artículo sacado de Avis des Tempêtes, n.5, 15 mayo 2018

Traducción Revista Fenrir

 

Somos el enjambre

Si piensas que eres demasiado pequeño para marcar la diferencia, prueba a dormir en una habitación cerrada con un mosquito.

Proverbio etíope

Cerramos la ventana para evitar que entraran más. Escuché atentamente durante suficiente tiempo hasta estar seguro que solo había uno en el cuarto. Llegué a la conclusión de que era imposible dormir mientras estuviera con nosotros y, por consiguiente, encendí la lampara. Espere, y escuche, el juego. Sabía que podía atraparlo. Había atrapado algunos antes. Solo era cuestión de esperar y escuchar, mantenerse quieto hasta poder verlo, y después golpear rápidamente sin compasión.

Eran las 5:45 cuando finalmente me rendí. El mosquito me había ganado – sin importar lo activo que estuve, el tiempo de espera, o cuantos de sus congéneres había atrapado y eliminado previamente – ni siquiera lo había visto, por no hablar de matarlo. Todo lo que me quedaba por hacer era apagar la lámpara, acostarme, y esperar a ser comido vivo.

***

Esto es lo que debemos hacer con nuestra rabia. Ser pacientes. Ser sigilosos. Ser rápidos. Golpear duro. Sí, somos pequeños, pero eso es lo que nos hace rápidos y difíciles de golpear. Nuestro enemigo es torpe y lento. Y nosotros somos muchos. Podemos actuar juntos, en grupos, con aquellos a los que podemos confiar nuestras vidas. Podemos actuar a solas, seguros de que hay otros actuando también, y que nuestro enemigo no puede vernos a todos, por no hablar de matarnos a todos. Sí, debemos ser prudentes. Cuidadosos. Mantener la distancia cuando veamos a nuestro enemigo listo para golpear. Tener la seguridad de que está desprotegido cuando nos aproximamos, y durmiendo cuando golpeamos. Si planeamos nuestra fuga, podemos golpear tan fuerte como para despertar al enemigo rugiendo de su sueño, aullando en sangre. No estaremos ahí. En orden, para ser invisibles, no debemos ser mansos. En orden para ser efectivos, necesitamos no estar “organizados”. Vamos a ser encabronadamente salvajes. Estamos rodeando a nuestra presa, nos estamos preparando para acabar con el Leviatán, miembro a miembro. Porque sabemos que es un asunto de vida o muerte. Y no estamos dispuestos a morir.

Haz enjambre, pulula. Destruye.

 

Kevin Tucker

 

Amabilismo

Amabilismo: tendencia más o menos codificada socialmente, de afrontar la realidad en términos dependientes de si los otros se comportan cordialmente; tiranía del decoro que impide pensar o actuar por uno mismo; modo de interacción basado en la ausencia de juicio crítico o autonomía.

Todes preferimos lo amistoso, sincero, agradable, amable. Pero en un mundo de miserable dominación, que debería provocarnos re-examinar todo radicalmente, lo amable puede ser lo falso.

La cara del dominio es frecuentemente amable, culturizada. Auschwitz viene a la memoria con sus gestores, que disfrutaban de Goethe y de Mozart. De forma similar, no fueron monstruos con aspecto demoníaco los que construyeron y lanzaron las bombas atómicas, sino amables intelectuales liberales. De la misma manera, considerando a aquellos que están virtualizando la vida, y quienes son los principales participantes de este orden podrido, tal como el amable-hombre-de-negocios (por cuenta propia o ajena) que es la columna vertebral de una existencia cruel de trabaja-y-compra, ocultando sus verdaderos horrores.

En casos de amabilismo se incluyen los pacifistas, cuya ética de la amabilidad les coloca, una y otra vez, en estúpidas y ritualizadas situaciones de no-ganar. Como Earth First[1] que rechaza enfrentarse a sus prejuicios ideológicos en lo alto de su organización. O Fifth Estate[2], cuyas importantes contribuciones corren el riesgo de ser eclipsadas por el liberalismo. Todas las causas parciales, desde el ecologismo hasta el feminismo, y toda la militancia a su servicio, son sólo maneras de evadirse de la necesidad de una ruptura cualitativa con el sistema.

Lo amable como perfecto enemigo del pensamiento táctico o analítico: sé afable, no dejes que tener ideas radicales influya en tu comportamiento social. Acepta los métodos pre-fabricados y los asfixiantes límites cotidianos. La respuesta condicionada a “jugar dentro de las reglas” —las reglas de la autoridad—, es la verdadera quientacolumna que tenemos dentro.

En el contexto de una vida social impuesta, que exige lo drástico como respuesta mínimamente saludable, el amabilismo se vuelve más y más infantil, conformista y peligroso. No puede otorgarnos alegría, sólo más rutina y aislamiento. El placer de la autenticidad existe sólo contra la raíz de esta sociedad. El amabilismo nos mantiene a todas y a todos en nuestros papeles impuestos, reproduciendo dócilmente todo cuanto supuestamente aborrecemos. Dejemos de ser amables hacia esta pesadilla y hacia todos aquellos que nos mantienen en ella.

Revista Insurrection


[1] Organización anarco-ecologista que realiza acciones no-violentas.

[2] Publicación anarquista estadounidense.

Acerca de la autogestión

Las propuestas económicas formuladas desde el ámbito anárquico puede que sean varias, tales propuestas pueden catalogarse como “económicas” porque se proponen desde lo actual, donde las necesidades materiales básicas se satisfacen por medio del dinero generado por el trabajo. El dinero obtenido por el mendigo o por la ladrona no se obtuvo directamente mediante el trabajo, pero es trabajo lo que lo ha generado antes.

Estas propuestas solo pueden desarrollarse en una vida libre y autodeterminada, sin duda las mas conocidas son tres: el mutualismo, el colectivismo y el comunismo anárquico, solo insistiré con este último. ya que los anteriores poseen residuos burgueses que perpetúan la sociedad de clases de otros modos.

Es grave intentar legitimar una propuesta por el supuesto prestigio y reconocimiento de quien la ha formulado, si bien fue Piort Kropotkin quien realizó esta afirmación según sus mismas palabras esto no podría haberlo creado solo: Cualquier producto, cualquier bien económico es, en realidad, fruto de la cooperación de todas las personas, tanto del propio país como del extranjero, tanto del presente como del pasado. ¿Como podrá medir y segregar en la gran masa de la riqueza social la parte que corresponde al esfuerzo y a la inteligencia de cada uno? ¿Acaso el mayor esfuerzo y la mayor inteligencia hubiera podido crear sola y sin ningún auxilio una parte, siquiera ínfima, de aquella riqueza social?

Por eso se propone el conocido “De cada una de acuerdo a su capacidad, a cada una de acuerdo sus necesidades” Pero como he señalado antes: estas nuevas relaciones productivas solo pueden realizarse sobre las ya caídas ruinas del capitalismo, pueden desarrollarse en una vida libre y autodeterminada, no son aplicables de ningún modo a la sociedad de orden actual, ya que quedarían aplicadas a pequeños grupos de personas y ni así porque rápidamente se halla el límite que impone la mercancía.

La gestión del capital a manos de la clase trabajadora, no posee autonomía con respecto a las leyes de la producción capitalista. Esto reforma el capitalismo poniendo a los mismos trabajadores a preocuparse de la economía mercantilista, olvidando que lo que necesitan es en realidad la destrucción de esa economía. Por ello es una mentira lo de “obreros y obreras sin patrón/a“, o si bien puede ser verdad igualmente no equivale a la autonomía de quienes trabajan, el patrón es quien además de vivir del trabajo de “sus” empleados perpetúa y obliga a producir de tal manera, pero a menudo parece que ya lo han planificado todo perfectamente y que nos han adiestrado tan bien que podemos seguir del mismo modo sin el ojo del amo a nuestras espaldas, rechazando la autonomía por el automatismo.

Un ejemplo muy claro es lo que generalmente denominamos “autogestión”, a la que muchos recurrimos por necesidad pero no abre caminos al cambio, abre caminos dentro de la miseria de lo existente, por eso terminamos por alzar la bandera de la gestión del Capital en nuestras manos.

Para que no recaigan en esta nota las clásicas críticas sin fundamentos de “pequeño-burgués” o “insensible”, pasaré a desarrollar lo siguiente, no para justificar o cumplir con alguien en particular que pueda sentirse tocado, sino para que dichos adjetivos luego no terminen por desviar la crítica fundamental de este texto.

Vuelvo a repetir que a la “autogestión” varios hemos acudido por una necesidad material, o a veces de otro tipo, ya que en los espacios que esta genera además de gestionar el Capital, podemos encontrar personas mas afines que las que supuestamente podríamos encontrar en trabajos asalariados, donde abundan traidores y ventajeras. Por esto mismo hoy es imposible para algunas negar la autogestión como salida, como es de idiotas acusar de conformista a quien recurre al trabajo asalariado como forma de ganarse el pan en este sistema capitalista. Pero tambien es estúpido mostrar la “autogestión” como una lucha anticapitalista cuando no sale de sus (cada vez mas amplios) márgenes, al igual que lo es sentir y propagar lo que el trabajo dignifica.

El problema surge cuando prácticas para la supervivencia se idealizan como seguras alternativas al cambio, como si un cambio radical pudiese realizarse en pleno capitalismo, bajo la pesada bota del Estado y el Capital.

Es necesario para vivir, vivir libres y autoliberándonos de las clases sociales, una revuelta que atente contra los valores del Capitalismo. Cuando desde un optimismo desmedido y fantasioso se analiza que el sistema capitalista está en decadencia, nos estamos negando nuestro papel activo en el entierro de este y su poder de adaptación a los tiempos que corren, y ¿qué es peor que eso? Que nosotras estamos aportando para que se lleve adelante dicha transformación, abriendo válvulas de escape, creándole alternativas, y queriendo demostrar que dentro del capitalismo se pueden llevar adelante “prácticas no-capitalistas” o hasta “anti-capitalistas“. Entonces ¿por qué oponernos al capitalismo si este nos permite salirnos de él? ¿Acaso no es el capitalismo ese mundo donde caben muchos mundos, donde se nos deja relacionarnos de otro modo? ¿Cómo pensar sin Estado y sin Capital? ¿En donde estamos al resguardo de ellos? ¿Podemos desarrollar plenamente nuestras vidas dentro del capitalismo dejando que la burguesía produzca “por otro lado“? No, no y no. Hoy el pleno ejercicio de nuestras vidas solo puede darse sobre las ruinas del capitalismo, y de todo aquello que huela a orden y jerarquía.

En la toma de fábricas y de espacios, se atenta contra la propiedad privada, se confronta con el patrón y sus guardias, se cambia el uso “obligado” de medios de producción y de espacios para necesidades y deseos reales, entre otras prácticas que pueden ser el comienzo de una verdadera revuelta, y no la restauración del orden a manos de nosotros, nosotras y nuestra gente. Se hace necesario un sentimiento continuo de inconformidad para no estancarnos en momentos de estallidos y así seguir en la lucha.

***

Los explotados no tienen nada que autogestionar, a excepción de su propia negación como explotados. Sólo así junto a ellos desaparecerán sus amos, sus guías, sus apologetas acicalados de las mas diversas maneras (…) Curiosamente, aquellos que consideran a la insurrección como un trágico error (o también, según los gustos, como un irrealizable sueño romántico), hablan mucho de acción social y de espacios de libertad para experimentar (…)

Muchos libartarios piensan que el cambio de la sociedad puede y debe acontecer gradualmente, sin una ruptura repentina. Por eso hablan de “esferas públicas no-estatales” donde elaborar nuevas ideas y nuevas prácticas. Dejando de lado los aspectos decididamente cómicos de la cuestión (¿Dónde no hay Estado? ¿Cómo ponerlo entre paréntesis?), lo que se puede notar es que el referente ideal de estos discursos sigue siendo el método autogestionario y federalista experimentado por gente subversiva en algunos momentos históricos (la Comuna de París, la España revolucionaria, etc). El pequeño pormenor que se descuida, sin embargo, es que la posibilidad de hablarse y de cambiar la realidad, los rebeldes la han tomada con las armas. En definitiva se olvida un pequeño detalle: la insurrección (…)

Ai ferri corti con l’esistente, i suoi difensori e i suoi falsi critici. Anónimo

 

Revista Disarmo #11.

Rosario, Argentina. 2006