La noche de los muertos vivientes o, la necesidad de que los muertos entierren a sus muertos

«La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal […] En esas revoluciones, la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas y no para parodiar las antiguas, para exagerar en la fantasía la misión trazada y no para retroceder ante su cumplimiento en la realidad, para encontrar de nuevo el espíritu de la revolución y no para hacer vagar otra vez a su espectro […] La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido». [1]

Carlos Marx

Cito extensamente la más lúcida reflexión del mayor de los hermanos Marx, con la intención de señalar, no sólo la validez de tal introspección en nuestros días sino para enfatizar el talante espiritista de los marxianos contemporáneos y de esos antiautoritarios que conducen «sus luchas» con la vista fija en el espejo retrovisor. Lo verdaderamente sorprendente es que se esperen resultados diferentes siguiendo al pie de la letra las mismas instrucciones de antaño, aliándose a una visión «progresista» (positiva) que construye narrativas triunfalistas e inspira películas grotescas (al estilo «Libertarias» [2] ) y culebrones asquerosos (como «Vientos de agua» [3] ).

Hoy, el marxismo y el anarco-comunismo son tradiciones de todas las generaciones muertas que oprimen el cerebro de los vivos y provocan hipoxia, impidiendo la concreción de «algo nunca visto». Lo que nos ratifica que toda tradición se convierte fácil e invariablemente en dogma y ortodoxia. Paradójicamente, se continúa invocando a los espíritus del pasado y se toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, sus ropajes, para disfrazarse de vejez venerable y repetir por enésima ocasión la arenga con lenguaje prestado, recreando las mismas acciones que condujeron a TODAS las revoluciones por la senda de la «contrarrevolución», imponiendo regímenes fascistas (rojos y/o pardos), erigidos en torno al trabajo y la productividad; o sea, intrínsecamente capitalistas.

Los «comunizadores» (neocomunistas o comunistas), los neosituacionistas, los posanarquistas, e incluso los insurreccionalistas «ortodoxos» [4] , permanecen atrapados en el siglo pasado. Se agarran del pasado para seguir aferrados al «futuro». No entienden que no hay futuro porque el futuro quedó atrás. Pero tampoco se trata de «Volver al futuro» –como la trilogía de Robert Zemeckis– sino de habitar el presente. De vivir intensamente la insurrección cotidiana, de ocupar esos efímeros espacios que permiten avivar el fuego. Pero sin dotar de existencia artificial esos resquicios. Hay que evitar que se conviertan en trincheras. Es decir, en nuevas trampas: falsos agujeros que alientan la visión militarista e impiden que «algo nunca visto» se potencialice. Continuar anclados al análisis en torno a la reestructuración capitalista de las tres últimas décadas del pasado siglo, obstruye la compresión del presente e invita a prolongar el fogueo con balas de salva, frenando el accionar concreto de la subversión contemporánea.

Urge darle el tiro de gracia al siglo XX para sepultar con él todas las ilusiones novecentistas. En ese mismo ataúd, apremia enterrar «nuestra» memoria; es decir, la historia del «movimiento obrero», la historia de las revoluciones y, todas las pulsaciones utópicas que acompañaron a esas narrativas sociales propias de la forma de pensar de otro siglo. Hay que cuestionar las formas de memoria e impulsar el olvido anárquico como parte integral del proyecto de liberación total. Tenemos que inhumar a los muertos y dejar de tropezar con sus leyendas, para permitir que el espectro fluya; esa entidad intangible y sin rostro que es la potencia anárquica: ese espíritu que recorre el mundo, que inquieta, trastorna, irrumpe, violenta.

Urge desalojar la tradición, convencidos que las seguridades de lo sabido no pueden ofrecernos respuestas universales y consoladoras. En su lugar, hemos de promover nuestra capacidad de improvisación, desarrollando la insurrección permanente en entornos constantemente cambiantes dentro del flujo caótico de la vida. Olvidar, aviva la espontaneidad y nos brinda la oportunidad de explorar formas de destrucción más creativas y modos de estar anárquicos en el mundo –que liberen la indisciplina subversiva e infecten de ilegalidad todos los espacios sociales–, actuando como un desencadenante de caos que impida las sistematizaciones formales y la (nueva) normalización. Para estar anarquistas, tendremos que dejar de ser.

En junio de 1958, la Internacional Situacionista ya daba cuenta de la necesidad del olvido y así lo plasmaba en las notas editoriales del primer número de su boletín central: «Los situacionistas se ponen al servicio de la necesidad del olvido. La única fuerza de la que pueden esperar algo es del proletariado, teóricamente sin pasado, obligado permanentemente a reinventarlo todo, del que Marx dijo que “es revolucionario o no es nada”.» [5] Y, para diciembre de ese mismo año, en el editorial de su segundo número, reafirmaban «Nosotros somos partidarios del olvido. Olvidamos nuestro pasado y olvidaremos nuestro presente. No nos reconocemos contemporáneos de quienes se contentan con poco.» Sin embargo, pese al efluvio catalizador que aún conservan estas imágenes, es innegable la poca vocación de olvido que caracterizó a los situacionistas. Varados en la verborrea marxiana, se dedicaron en cuerpo y alma a evocar el pasado, exaltando las trasnochadas propuestas de los consejos obreros como mecanismo único de liberación a través de la autogestión del capital.

Halberstam nos recalca –inmerso en las contribuciones que tensionan la negatividad radical de la baja teoría queer– que, «Podemos desear olvidar la familia y olvidar el linaje, y olvidar la tradición, con el fin de empezar desde un nuevo lugar, no el lugar donde lo viejo engendra lo nuevo, donde lo viejo prepara el terreno de lo nuevo, sino donde lo nuevo empieza de cero, sin las restricciones de la memoria ni de la tradición, y sin pasados que se puedan utilizar.» [6] Hoy, la lucha anárquica – emancipada de pasado y ajena a todos los intentos resucitadores que anhelan repetir hasta el cansancio las revoluciones pasadas–, debe empezar de cero, desprendida del linaje y del lastre de la tradición. La tradición en que aún vivimos, ha buscado por todos sus medios evitar la Anarquía.

Si aspiramos a la destrucción de todo lo existente, habrá que emprender este camino desde un nuevo lugar, no desde aquél idílico paisaje de las ruinas del viejo mundo donde engendraría el nuevo que portamos en nuestros corazones, sino vislumbrando algunas concepciones originales y materializando las acciones necesarias que nos concedan la ruina de la dominación en este instante pero sin albergar esperanzas utópicas. La Anarquía no es el sendero que conduce a la Utopía, como el cristianismo secular decimonónico pretendía hacer creer, promoviendo la fe en una abstracción heredera de las antiguas esperanzas cristianas. La Anarquía da la oportunidad de vivir y concretar la destrucción en presente, a quienes no se dirigen a ninguna parte ni alojan esperanzas en soluciones mediatizadas o en regímenes por-venir en nombre de la libertad y la igualdad. En ese sentido, no puede entenderse como una práctica alternativa o antagonista a la dominación, sino como un «disruptor», un «virus» o un «contaminante». Una suerte de cáncer infiltrante que se contenta cada día con destruir lo «próximo» y no un telos lejano. Lo «próximo», es lo único que tenemos y no lo intangible universal. Pero, destruyendo lo «próximo», de manera simultánea en diferentes regiones del cuerpo social, se provoca la metástasis.

Ésta es la Anarquía realizable: efímera y terrenal, eventual e imperfecta, irregular y compleja. Justo en esa trama, yace la posibilidad de desplegar un paradigma anárquico renovado, capaz de tonificar los músculos de nuevos desarrollos teórico-prácticos con vocación de presente; es decir, conscientes que el pasado es un conjunto de hábitos del que no tenemos nada que aprender y mucho menos que imitar. Le toca entonces a este paradigma demostrar sus preeminencias en términos de actualidad, extensión y profundidad en un nuevo orden tripolar impuesto por el capitalismo hipertecnológico.

Las movilizaciones del hartazgo, la rabia de la desesperanza y, las rebeliones de la miseria, solo reafirman la continuidad de la dominación, es decir, producen más capitalismo. Sólo el fuego podrá obsequiarnos la Anarquía, detentando el peso único de esta palabra. Es decir, sin aproximaciones, sustitutos ni sinónimos que no expresan lo mismo ni se acercan –remotamente– al ímpetu de nuestras pasiones.

Gustavo Rodríguez

Planeta Tierra, 1° de septiembre 2020

Tomado de El Aroma del fuego: La rabia de la desesperanza en un mundo tripolar (Repensar la lucha desde la perspectiva informal anárquica).


[1] Marx, C., El dieciocho brumario de Luis Bonaparte; recogido en Marx, C. y, Engels, F., Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, página 404.

[2] Largometraje español, realizado en 1996, dirigido por Vicente Aranda y basada en la novela La monja libertaria (Planeta,1981) de Antonio Rabinad.

[3] Serie de televisión argentino-española, dirigida por el peronista Juan José Campanella (2006).

[4] La acción insurreccional –por muy emancipadora que parezca desde una óptica subjetiva– se satisface a sí misma pero es incapaz de trascender lo obsoleto, reincidiendo irreflexivamente en gestos caducos.

[5] La lucha por el control de las nuevas técnicas de condicionamiento, Internationale Situationniste, No 1, recogido en Internacional Situacionista. Textos íntegros en castellano de la revista Internationale Situationniste (1958-1968). Vol. 1: La realización del arte (# 1-6), Literatura Gris, Madrid, 1999, p.12.

[6] Halberstam, Jack, El arte queer del fracaso, Editorial Egales, Barcelona/Madrid, 2018. P. 80.

Más allá del feminismo, más allá del género

A fin de crear una revolución que pueda poner fin a todo tipo de dominación, es necesario acabar con las tendencias a las que todxs nos vemos sometidxs. Esto requiere que seamos conscientes del papel que esta sociedad nos impone y busquemos sus puntos débiles, con el objetivo de descubrir sus límites y traspasarlos.

La sexualidad es una expresion esencial de los deseos y las pasiones individuales, de la llama que puede encender tanto el amor como la revuelta. Así puede ser una fuerza importante de los deseos de cada unx de nosotrxs, que puede alzarnos más allá de la masa como seres únicxs e indomables. El género por otro lado, es un intermediario construido por el orden social para inhibir la energía sexual, enclaustrarla y limitarla, direccionándola hacia la reproducción de este orden de dominación y sumisión. De esta manera se convierte en un impedimento del intento de decidir libremente como queremos vivir y relacionarnos. No obstante, hasta ahora, al hombre se le ha concedido mayor libertad en hacer valer su voluntad dentro de estos roles que a la mujer, lo que explica de forma bastante razonable porque hay más anarquistas, revolucionarios y gente que actúa fuera de la legalidad que son hombres y no mujeres. Las mujeres que han sido fuertes, que se han rebelado lo han sido porque han sobrepasado su feminidad.

Lamentablemente el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) que resurgió en los 60, no prosperó en el desarrollo de un análisis profundo de la naturaleza de la dominación en su totalidad y del papel jugado por el género en su reproducción. Un movimiento que apareció ante la necesidad de liberarnos de los roles de género para ser así individuxs completxs y autosuficientes, fue transformado en una especialización como la mayor parte de las luchas parciales de la época. Garantizando de esta manera la imposibilidad de llevar a cabo un análisis global dentro de este contexto.

Esta especialización es el feminismo actual, que comenzó desarrollándose fuera del MLM a finales de los años 60. Su objetivo, no era tanto la liberación de la mujer como individualidad de los límites impuestos por los papeles asignados a su género, como la liberación de la “mujer” como categoría social. Junto a las corrientes políticas principales, este proyecto consistió en obtener derechos, reconocimiento y protección para las mujeres como una categoría social, reconocida conforme a la legislación. En teoría, el feminismo radical se movió más allá de la legalidad con el objetivo de liberar a las mujeres como una categoría social, de la dominación masculina. Dado que la dominación masculina no es explorada suficientemente como parte de la dominación total -inclusive por las anarcofeministas- la retórica del feminismo radical, frecuentemente adquiere un estilo similar al de las luchas de liberación nacional. Pero a pesar de las diferencias en el método y la teoría, la practica del feminismo liberal (burgués, principal) y el feminismo radical a menudo son coincidentes. Esto no es una casualidad.

La especialización del feminismo radical consiste en centrarse por completo en los sufrimientos de la mujer a manos del hombre. Si esta catalogación fuese alguna vez completada, la especialización no seria durante más tiempo necesaria y habría llegado el momento de trasladarse mas allá de la lista de ofensas sufridas, hacia un intento real y actual de analizar la naturaleza de la opresión de la mujer en esta sociedad, y llevar a cabo acciones reales y muy meditadas para acabar con esta opresión. Así que el mantenimiento de esta especialización requiere que las feministas amplíen este catalogo al infinito, incluso hasta el punto de dar explicaciones por las acciones opresivas llevadas a cabo por mujeres en puestos de poder, como expresiones de poder patriarcal, y así de esta manera liberaría a estas mujeres de las responsabilidades de sus acciones. Cualquier análisis serio de las complejas relaciones de dominación, como las que existen actualmente, es dejado de lado a favor de una ideología en la cual el hombre domina y la mujer es la víctima de esta dominación.

Pero la creación de una identidad en base a la propia opresión, sobre la victimización sufrida, no proporciona la fuerza o la independencia. En lugar de esto crea una necesidad de protección y seguridad que eclipsa el deseo de libertad e independencia. En el reino de lo teórico y psicológico, una abstracta y universal “hermandad femenina” puede encontrar esta necesidad, pero a fin de suministrar una base para esta hermandad, de “mística feminidad”, la cual fue expuesta en los años 60 como una construcción cultural que apoyaba a la dominación masculina, es revivida en la forma de espiritualidad de mujer, culto a la diosa y una variedad de otras ideologías feministas. El intento de liberar a la mujer como categoría social alcanza su apoteosis en la recreación de los roles del género femenino en el nombre de una elusiva solidaridad de género. El hecho de que muchas feministas radicales hayan recurrido a policías, tribunales, y otros programas estatales de protección de mujeres (imitando así al feminismo burgués.) sólo sirve para subrayar la falsa naturaleza de la “hermandad” que proclaman. A pesar de que ha habido intentos de moverse más allá de estos límites dentro del contexto de feminismo, esta especialización ha sido su mejor definición durante tres décadas. En la forma en la que ha sido practicada, ha fallado al presentar un desafió revolucionario tanto contra el género como contra la dominación. El proyecto anarquista de liberación global nos llama a movernos más allá de estos límites hasta el punto de atacar al género en si mismo, con el objetivo de convertirnos en seres completxs, definibles no como un conglomerado de identidades sociales, sino como únicxs y completxs individuxs.

Es un estereotipo y un error afirmar que los hombres y las mujeres han sufrido iguales opresiones dentro de sus roles de género. Los roles del género masculino han permitido al hombre una gran libertad de acción para la afirmación de su propia voluntad. Por ello la liberación de la mujer de sus roles de género no consiste en ser más masculina sino mas bien en ir más allá de su feminidad, así para los hombres la cuestión no es ser más femenino sino en ir más allá de su masculinidad. La cuestión es descubrir que el centro de la unicidad que esta en cada unx de nosotrxs, va más allá de todos los roles sociales y de la forma en que cada unx actúa, vive y piensa en el mundo, tanto en el dominio sexual como en todos los otros.

Separar el género en función de la sexualidad, desde la totalidad de nuestro ser, fijando características específicas según el género al que se pertenezca, sirve para perpetuar el actual orden social. Como consecuencia de ello, la energía sexual, que podría ser un extraordinario potencial revolucionario, es encauzada hacia la reproducción de las relaciones de dominación y sumisión, de dependencia y desesperación. La miseria sexual que esto ha producido y su explotación comercial esta por todos lados. La inadecuada llamada de la gente a “abrazar tanto la la masculinidad como la feminidad” cae en la falta de análisis sobre estos conceptos, ya que ambos son invenciones sociales que sirven a los propósitos del poder.

Así que, cambiar la naturaleza de los roles de genero, aumentar su numero o modificar su forma, es inútil desde una perspectiva revolucionaria, ya que esto solo sirve para ajustar mecánicamente la forma de los conductos que canalizan nuestra energía sexual. En lugar de esto, necesitamos reapropiarnos de nuestra energía sexual para reintegrarla en la totalidad de nuestros seres a fin de hacernos tan extensxs y poderosxs como para explotar cada conducto e inundar el terreno de la existencia con nuestro ser indómito. Esto no es una tarea terapeútica, sino una revuelta insolente – una que emane desde nuestra fuerza y nuestra negativa a retroceder. Si nuestro deseo es destruir toda dominación, entonces es necesario que nos movamos más allá de todo lo que nos reprime, mas allá del feminismo, si y mas allá del género, porque aquí es donde encontramos la capacidad de crear nuestra indomable individualidad que nos conducirá contra toda dominación sin vacilación. Si deseamos destruir la lógica de la sumisión, este debe ser nuestro mínimo objetivo.

Willful Disobedience Vol. 2, No. 8.

La no violencia es racista

No pretendo intercambiar insultos, y uso el epíteto racista sólo tras cuidadosas consideraciones.

La no violencia, en el contexto moderno, es una posición que implica privilegio.

Partiendo del hecho de que el típico pacifista es, evidentemente blanco y de clase media, se hace evidente que el pacifismo, como ideología, proviene de un contexto privilegiado. Ignora que la violencia ya está aquí; que la violencia es una parte inevitable y estructuralmente integral de las jerarquías sociales corrientes; y que es la gente de color quien se ve más afectada por esta violencia.

El pacifismo asume que la gente blanca que crece en los suburbios, con todas sus necesidades básicas cubiertas, puede aconsejar a las personas oprimidas -muchas de las cuales son personas de color- que sufran esta violencia con paciencia, esperando que ellxs logren convencer al Gran Padre Blanco a través de las demandas de su movimiento o a que dicho movimiento consiga conectar con la legendaria “masa crítica” de la que siempre hablan.

Para lxs pacifistas, la gente de color de los guetos de Estados Unidos no se “puede” defender de la brutalidad policial o expropiar los recursos para sobrevivir para liberarse de la servidumbre económica. Deben esperar a que haya el suficiente número de gente de color con mayores privilegios económicos (los “esclavos de casa” del análisis de Malcolm X) y que se haya concienciado a la gente blanca a unirse con la gente negra para tomarse de las manos y cantar canciones. Después de lo cual, creen, el cambio vendrá de manera segura.

La gente que habita en Latinoamérica debe sufrir pacientemente, como verdaderos mártires, mientras lxs activistas blancxs en los Estados Unidos “dan testimonio” de sus vivencias en el Sur y escriben al Congreso.

La gente de Irak tampoco debe defenderse. Sólo si mueren como civiles sus muertes serán contabilizadas y lloradas por lxs activistas pacifistas blancxs que, el día menos pensado, lograrán llevar adelante una protesta lo suficientemente grande como para detener la guerra.

Lxs indígenas deben también esperar, sólo un poquito más (es decir, otros 500 años) bajo la sombra del genocidio, muriendo lentamente en sus tierras, marginadxs, hasta que… bueno, no son una prioridad ahora mismo, así que quizás sea hora de organizar una manifestación o dos para ganarse la atención y la empatía de los poderosos. ¿O quizás podrían hacer una huelga, comprometidos con la no cooperación gandhiana? Pero espera, la mayoría de ellos ya están desempleados, ¡no están cooperando, están totalmente excluidos del funcionamiento del sistema!

La no violencia declara que los indios americanos podrían haber luchado contra Colón, George Washington, y todos los demás carniceros genocidas mediante sentadas; que Crazy Horse, usando la resistencia violenta, se volvió parte del ciclo de la violencia y fue “tan malo como” Custer.

La no violencia afirma que los africanos y africanas podrían haber detenido el comercio de esclavxs con huelgas de hambre y peticiones, y que aquellos que se amotinaron fueron tan malos como sus captores; que el amotinamiento, una forma de violencia, conduce a más violencia, y, de esta manera, la resistencia conduce a más esclavitud.

La no violencia se niega a reconocer que estos esquemas sólo funcionan para la gente blanca privilegiada, que tiene un estatus protegido por la violencia, como perpetradoras y beneficiarias de la jerarquía que la ejecuta.

Lxs pacifistas deben saber, imagino que inconscientemente, que la no violencia es una posición privilegiada, así que hacen frecuente uso del tema de la raza sacando a lxs activistas de color fuera de su contexto y usándoles de manera selectiva como portavoces de la no violencia. De modo que Gandhi y Martin Luther King Jr. se han vuelto representativos de toda la gente de color. Nelson Mandela lo fue también, hasta que los pacifistas blancos cayeron en la cuenta de que Mandela usó la no violencia selectivamente, y que de hecho estuvo implicado en actividades de liberación de carácter violento, como atentados y preparación de un levantamiento armado.

Incluso Gandhi y King estuvieron de acuerdo en que era necesario apoyar a los movimientos de liberación armada (citando como ejemplos Palestina y Vietnam, respectivamente) allí donde no hubo una alternativa no violenta, priorizando claramente los objetivos sobre las tácticas. Pero la mayoría de lxs pacifistas blancxs de hoy borran esta parte de la historia y se recrean en la no violencia para proteger su comodidad, aún mientras se reivindiquen como los sucesores de Martin Luther King Jr. y Gandhi.

Uno tiene la impresión que si Martin Luther King Jr. hubiera venido disfrazado a una de estas vigilias pacifistas, no se le habría permitido hablar.

Como él apuntó: a parte de los intolerantes y reaccionarios, [el racismo] parece ser una enfermedad que se extiende incluso entre aquellos blancos a quienes les gusta mirarse a sí mismos como “iluminados”. Me referiría especialmente a aquellos que aconsejan “¡Esperad!” y aquellos que dicen que empatizan con nuestros objetivos, pero que no aprueban nuestros métodos de acción directa en busca de estos mismos objetivos. Me dirijo a los hombres que se atreven a sentir que tienen algún derecho -paternalista- de fijar cuál es la hora de la liberación de otros hombres.

En los últimos años, debo decir, me he sentido gravemente decepcionado con estos blancos “moderados”. A menudo me siento inclinado a pensar que constituyen un mayor impedimento para el progreso negro que un Consejo de Ciudadanos Blancos o que el Ku Kux Klan.

 Peter Gelderloos. Como la no-violencia protege al Estado

Breve historia de Azione Rivoluzionaria

En 1977, militantes del área anarco-libertaria, tomando nota del “carácter de fuerza” expresado en particular por el movimiento del 77′ y haciendo referencia a las elaboraciones culturales del situacionismo y de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), dan vida a la organización armada Azione Rivoluzionaria [AR].

Las tesis políticas generales de esta agrupación fueron expuestas en su Primo documento teórico, durante enero de 1978. Para poder comprender la ideología propugnada por el grupo subversivo en examen, se muestran bastante significativas las afirmaciones contenidas en opúsculos y octavillas de AR:

    «El movimiento no traslada el conflicto a la clase sino que lo asume en primera persona. La acción es directa. Cualquiera que sean los resultados objetivos, la valoración subjetiva es fundamental. La acción directa hace que los individuos tomen conciencia de sí mismos como individuos que pueden cambiar su destino y reapropiarse del control de su propia vida».

 

Junto a las siempre presentes críticas al capitalismo y a sus consecuencias, los redactores exhortaban y propugnaban por la acción:

    «Lo que queremos es llevar a cabo una crítica destructiva al Estado, a través del uso de la violencia revolucionaria, la lucha armada, la propaganda con los hechos. Queremos acelerar los tiempos y alargar el frente interno del conflicto para llegar a una desestabilización del Estado […] La crítica de las armas es hoy la única fuerza que puede hacer creíble cualquier proyecto.

    Crear, organizar 10, 100, 1.000 Núcleos Armados».

 

Sin embargo, hubieron grupos (y aún los hay) que se negaban a tildar a Azione Rivoluzionaria como un grupo anarquista. Es el caso del semanal anarquista Canenero (1994-1997):

    «Que en los años 70 el movimiento anarquista haya conocido experiencias específicas sobre el modelo combatiente, ésta nos parece una afirmación ligeramente errónea ya que el archipiélago Azione Rivoluzionaria […] se puede definir “anarquista” sólo a costa de una macroscópica forzadura ideológica. De hecho en AR confluyeron compañeros de proveniencias diversas, animados desde el principio por un espíritu libertario y anti-estalinista, que por un periodo breve definieron su propia experiencia como anarco-comunista, considerada como la suma de las diversas posiciones de los compañeros. Aquello que por el contrario resulta claro para tantos anarquistas, es que fueron justo las organizaciones armadas, ninguna excluida, las que contribuyeron en aquellos años al aplastamiento de la subversión social. Y estas reflexiones críticas no son de hoy, sino que han sido expresadas por diversos anarquistas en múltiples ocasiones de veinte años hacia acá».

 

La configuración organizativa fundacional de Azione Rivoluzionaria es aquella de los “grupos de afinidad”: «donde los vínculos tradicionales son reemplazados por relaciones profundamente comprensivas, marcadas por el máximo de intimidad, conocimiento y la confianza mutua entre sus miembros».

En tal configuración se enmarca también la constitución de “grupos de afinidad feministas”, con una producción teórica y autonomía operativa propias de estos núcleos. [Nota de la redacción: Como es el caso de Azione Rivoluzionaria Autonomia Femminista]

Una de las primeras intervenciones de Azione Rivoluzionaria es el baleo del médico de la cárcel de Pisa, Alberto Mammoli, ocurrido en dicha ciudad el 30 de marzo de 1977. El documento de reivindicación hace referencia a la muerte del anarquista Franco Serantini, acontecida el 5 de mayo de 1972 como consecuencia de los golpes sufridos en la comisaría al momento de su arresto y que no fueron tratados por los médicos de la prisión.

Entre marzo y septiembre del 77′, Azione Rivoluzionaria desarrolla su presencia en Lombardía, Piamonte, Toscana y Liguria.

Con el artefacto explosivo contra la sede turinés del periódico La Stampa (17.SEP.77) y el baleo intencional de Nino Ferrero, periodista del periódico L’Unità (18.SEP.77), Azione Rivoluzionaria da inicio a una campaña nacional contra «las técnicas de manipulación dirigidas al consenso» puestas en marcha por los medios de comunicación.

En particular, el periódico La Stampa es golpeado por la gestión que ha hecho de la noticia relativa a la muerte, ocurrida en Turín el 4 de agosto de 1977, de Aldo Marín Piñones y Attilio Di Napoli, dos militantes de la organización.

Esta campaña continúa en 1978 con el atentado a las oficinas administrativas del Corriere della Sera, en Miláno (24.FEB.78), y a la redacción en Aosta de la Gazzetta dei Popolo (29.JUL.78).

El 19 de octubre de 1977, en Livorno, un grupo de Azione Rivoluzionaria intenta secuestrar al naviero Tito Neri. El secuestro falla y los militantes son arrestados.

En abril de 1978, AR hace su aparición en Roma, colocando tres artefactos explosivos contra la sede del Banco di Roma, un concesionario de Ferrari y un salón automovilístico en via Togliatti.

En junio de 1978, Azione Rivoluzionaria firma -en Aosta- un atentado contra la sede de la Democrazia Cristiana. En la reivindicación se pide que sea «revocado el permiso otorgado al Movimento Sociale Italiano de continuar dando discursos en la Piazza di Aosta» (18-19.JUN.78).

Las tesis generales de AR vienen ampliamente expuestas en el documento Appunti per una discussione interna ed esterna, redactado en el verano boreal (junio-septiembre) de 1978.

Es útil además recordar que en los documentos de AR, emerge claramente la fuerte polémica existente en el interior del vasto movimiento anarquista, acusado de estar “sin estrategia y sin táctica”. De la misma manera debe ser recordado lo que sucedió en Forlì, durante el congreso antimilitarista desarrollado en 1988, cuando Bonanno y los demás pertenecientes al área insurreccionalista fueron acusados de “terroristas” y expulsados de la sala.

Durante el proceso que tiene lugar en Livorno, entre junio de 1979 y julio de 1981, algunos militantes de Azione Rivoluzionaria presentan un documento en el cual viene oficialmente anunciado la auto-disolución de la misma organización.

El 4 de octubre de 1979, en el curso de un proceso desarrollado en Turín, algunos militantes de la organización recuerdan, en un documento, a Salvatore Cinieri, asesinado en la cárcel de Turín por un preso común el día 27 del mes anterior.

En el informe judicial preliminar número 160/1 con fecha 25 de marzo de 1980, del Núcleo Operativo del Grupo de los Carabinieri de Florencia, Bonanno es señalado como perteneciente a Azione Rivoluzionaria según las declaraciones -posteriormente consideradas insuficientes- del colaborador Enrico Paghera. Con fecha 23 y 26 de marzo de 1980 eran arrestados, en ejecución de varios procedimientos cautelares, 19 personas consideradas pertenecientes a la organización subversiva en cuestión. Entre ellas figuraban Alfredo Maria Bonanno, Yean Helen Weir, Carmela Dimarca, Paolo Ruperto, Salvatore Marletta y Patricia Casamenti. Bonanno, Weir y Marletta eran, además, acusados de seis atracos realizados a notarías boloñesas. Pero el 30 de junio del mismo año, el Juez Instructor del Tribunal de Bolonia decretaba la excarcelación de los arrestados por insuficiencia de pruebas, y el 3 de abril del año siguiente se emitía sentencia de sobreseimiento por no haber cometido los hechos, en lo que concernía a los atracos y a la imputación de “banda armada”.

El 11 de abril de 1981, un año después de la auto-disolución de AR, muere a causa de un tumor Gianfranco Faina, considerado el fundador de Azione Rivoluzionaria.

Luego de la disolución de la organización, algunos militantes confluyen en Prima Linea, segundo grupo armado más grande de Italia en los años de plomo, sólo superado por las Brigadas Rojas. De tendencia marxista-leninista, fue fundado por militantes de las disueltas Lotta Continua y Potere Operaio. Operativo entre 1976-1987, el último de sus miembros fue excarcelado en 2004.

Por la actividad de Azione Rivoluzionaria, fueron procesadas 88 personas (61 hombres y 27 mujeres), entre 1977 y 1985.

 

Jauría de la Memoria

Infierno Personal

“No quiero y no concedo solidaridad, porque soy un convencido de que es una nueva cadena y porque creo, con Ibsen, que el que está más solo es el más fuerte”

Renzo Novatore. Yo soy también un Nihilista

 

INFIERNO PERSONAL

Por la superación de la solidaridad invito a la acción Egoísta y Nihilista a todxs lxs afines golpeadxs por la ley del Estado emanada de la sociedad bajo el voto de Sor Manuela Comodi [*].

¡Ninguna plegaria!

¡Ninguna señal de hundimiento!

¡El rebelde que triunfa en su Yo, conoce y sabe que cuanto abismo hay en su existencia, por desgracia “existen demasiados abismos para lxs solitarixs” decía Zaratustra!

¡Ninguna plegaria!

¡Ninguna profesión de fe y ningún credo pera el solitario!

¡Ninguna solidaridad fanático-religiosa para el solitario!

¡Ninguna plegaria y ningún rosario!

¡Éste es el sendero, la no-vía!

¡Así levitan lxs singulares vagabundxs del Yo!

¡No estar de rodillas!

¡Si Muere tu alma morirá incluso antes que tu cuerpo!

¡Plegaria no!

Yo soy un dique en la corriente: me aferro de lo que puedo”.

¡Así tu Yo habla!

Pero yo no soy tus muletas

¡No confiar en el hombre recomienda Cristo! ¡Yo añadiría, ni siquiera en Dios!

El programa anarquista, basándose en la solidaridad y en el amor, va más allá de la propia justicia… El amor de ‘todo aquello que puede y quiere que otrxs hagan a ti (que es el máximo bien)’ es lo que lxs cristianxs llaman caridad y lo que nosotrxs llamamos solidaridad: a fin de cuentas, es amor

¡Ninguna Caridad!

¡Confía en ti mismx!

¡Mendigar no!

A lxs afines de Culmine y de Parole Armate.

 

Edizioni Cerbero. Maurizio De Mone y Federico Buono.

2012

 

[*] Juez en la Operación Thor